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La segunda explosión

A finales de los ochenta, se produce en cierto modo una segunda explosión. Su primera expresión es el éxito internacional de los Gipsy Kings. El núcleo de los Kings son de hecho los hermanos Reyes y sus primos, gitanos catalanes asentados en el Sur de Francia. Su triunfo se funda en versiones atractivas de canciones ya conocidas, destacando el Caballo viejo, vallenato que popularizó Roberto Torres, convertido en la rumba Bamboleo (que más tarde estropeará Julio Iglesias).


En su estela surgen en Barcelona los Manolos, que con su versión rumbera del All my loving de los Beatles consiguen un gran éxito. Son una mezcla de broma conceptual y rumba, y de hecho los Manolos son en sí una mezcla de gitanos y payos, del barrio de Hostafrancs. Consiguen vender bastantes discos, y convierten su All my loving en canción del verano en la Barcelona Olímpica. Su éxito suscita el interés de la industria, y así en poco tiempo repiten disco, y también graban dos grupos nuevos, Rumbeat y Ai ai ai. Rumbeat mezcla gitanos catalanes de toda la vida como su percusionista Joan Ximenez Petitet, con Antonio, Aurelio y Emilio de la familia Cortés, venida del Sur. Su primer disco versiona canciones populares clásicas como La vie en rose, siguiendo la línea de los Manolos, mezcladas con alguna rumbita popular. En Ai ai ai toca la guitarra Rafael Salazar, que empezó con el Gato. Ai ai ai graban sólo en catalán, lo que quizás les ayuda a obtener un cierto apoyo institucional: su canción Sota la palmera se convierte en sintonía de un programa de TV3, al que además da nombre. Mientras, reaparecen Peret y Ramonet, y también Chipén (Peret Reyes y Johnny Tarradellas, eternos guitarristas acompañantes en muchos discos de rumbas), o Paco Aguilera, que entre otras perlas saca todo un CD de versiones rumberas de canciones de los Beatles, firmado como Los Rolin en vez de con su nombre.


Esta explosión produce algunas perlas musicales, y consigue dar una cierta carta de identidad a la rumba en Cataluña. Musicalmente, se expresa una mayor influencia de la salsa en las percusiones que en años anteriores, y aparece un uso epidémico y excesivo de los teclados eléctricos, que arruinan la grabación de varias buenas canciones (la influencia de Josep Mas Kitflus en los discos de PDI es muy fuerte). Pero el disco No se pué aguantar de Peret es una joya comparable a sus primeras grabaciones, con más sofisticación. En el de Chipén hay algunos temas memorables, pero se nota el cambio de arreglos: las piezas en que interviene Víctor Amman como arreglista son más frescas, mientras que en las arregladas por Kitflus los teclados eléctricos suenan de forma más trillada. El primer disco de Rumbeat es un primor de equilibrio, con colaboraciones de lujo (participan Raimundo Amador y Carles Benavent, un extraordinario bajo salido de la onda layetana y curtido en años de giras y grabaciones con Chick Corea y Paco de Lucía). En el disco de reaparición de Ramonet, que también cuenta con el refuerzo de Benavent al bajo, hay al menos dos maravillas. Al tiempo, Yumitus, un sobrino de Peret inspirado por el Gato, saca el disco Saboreando, en el que colaboran entre otros Carles Benavent y Manzanita, que contiene una rumba-rap en catalán sensacional, Què farem. Paco Aguilera ha seguido buscando el éxito cambiando de nombre y de formación: recientemente ha publicado discos que apuntan hacia una rumba postmoderna, con algunas piezas excelentes (su versión del clásico cubano "el manisero", por ejemplo), junto a otras que contrastan por lo detestables. En cualquier caso, la falta de criterio de la industria, y quizás también de los músicos agota en parte esta explosión: discos posteriores de Peret (Como me gusta y Que disparen flores) y de Rumbeat (Ópera git) son comparativamente flojos, pese a algún destello aislado; los Manolos se disuelven (aunque reaparezcan versiones parciales...).



Portada del programa de actos de las Jornadas de Rumba catalana de 1992

Y sin embargo, al mismo tiempo, hay varias actuaciones en la ciudad de Barcelona que permiten comprobar el potencial de la rumba cuando se deja hacer sin interferencias. El festival de rumbas en el Apolo, que culmina unas Jornadas de cultura gitana en el Raval con apoyo del Ayuntamiento es un gran éxito a finales de 1992. En el verano de 1993, las actuaciones en las fiestas de la Mercè se ven deslucidas por la lluvia, en cambio un festival organizado por el populista Departamento de Bienestar Social en Montjuïc reunió una enorme y espectacular banda rumbera autóctona ante una Plaça del Univers relativamente llena.