Creado el 27/1/1999.
Más sobre Y Dios entró en La Habana:
1) Entrevista con el escritor
2) Reseña de Manuel Leguineche
3) Reseña de Jordi García
4) Reseña de Margarita Rivière
5) Reseña de Ana Salado
6) Artículos de MVM sobre Cuba
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Paraíso de contrastes
J.J. NAVARRO ARISA
El Mundo de los libros, 12 / 12 / 1998
El ajiaco criollo es un guiso que podría resumir las complejidades de Cuba: en esencia, se trata de un cocido que incorpora frutos, hortalizas y especias tropicales. Es una comida sencilla, pero profunda. Manuel Vázquez Montalbán utiliza con frecuencia esa metáfora de las
comidas profundas en su último libro, Y Dios entró en La Habana, un completo, certero y vibrante retrato de la situación política, económica y social de la revolución cubana realizado inmediatamente antes de y durante la visita del Papa Juan Pablo II a la isla.
    El libro es un reportaje, una crónica y una recopilación de entrevistas, pero también es mucho más que todo eso. Con la misma técnica que utilizó para su anterior obra Un polaco en la corte del Rey Juan Carlos, Vázquez Montalbán elabora un retablo denso y apasionante de las múltiples corrientes y personalidades que configuran la situación cubana a finales del siglo XX, después de 40 años de una revolución única en su género que además tiene para la izquierda española un valor, que podría definirse como mítico, de proximidad sentimental.
El libro es un mosaico, pero dos figuras titánicas sostienen su estructura: de un lado, Fidel Castro, el ya viejo pero todavía indómito Comandante. De otro lado, el Papa Juan Pablo II, supuesto adalid de la contrarrevolución universal que, curiosamente, ha vuelto sus críticas hacia la codicia y la insensibilidad del capitalismo salvaje después de la caída del Muro de Berlín. En torno al histórico encuentro entre el patriarca revolucionario y el atípico pontífice de origen polaco, Vázquez Montalbán teje una red de observaciones, datos y declaraciones que abarca, con muy escasas omisiones, todo el espectro ideológico y humano del interior y el exterior de Cuba. Con una prosa simultáneamente ágil y de alta densidad, el autor no deja piedra sin levantar ni camino sin recorrer en su empresa de esclarecimiento de las coordenadas cubanas. En este sentido, el libro es un vibrante testimonio de la riqueza ideológica y social de la presente situación cubana, un escenario en el que aparecen sucesivamente los dirigentes de una revolución que en su principio fue más entusiasta que ideológica, los distintos matices del exilio y los actores y observadores externos, desde el obispo francés Roger Etchegaray que sirvió de Marco Polo enviado por el Papa a la corte del Gengis Khan marxista y caribeño, hasta el ex ministro Solchaga, que trató de asesorar a la dirección cubana en un intento de reforma económica que terminaría en desencuentro ideológico.
    Diplomáticos y políticos españoles, comandantes y escritores cubanos, empresarios de Miami, portavoces de la administración norteamericana, funcionarios del Vaticano y por supuesto cubanos de toda condición desfilan por las páginas de este recuento, realizado desde la difícil posición de un escritor español de izquierda que discrepa de la Revolución castrista, pero que no es su enemigo.
    Además de un exhaustivo trabajo de campo realizado en distintas visitas a la isla y otros periplos por Miami, Roma y España, el autor aporta a esta panorámica cubana un triple aliento dinamizador: su vinculación sentimental a una revolución emblemática para los españoles que lucharon contra Franco, su conocimiento y fascinación por la literatura, la poesía y las canciones con las que los creadores cubanos han expresado sus visiones disidentes o entusiastas de su país y, sobre todo, la integridad del observador que no es enemigo ni juez, pero tampoco entregado propagandista.
Cuba es una encrucijada de influencias: hispánicas, norteamericanas, marxistas, capitalistas, católicas y afrocubanas, como ponen de manifiesto su literatura y su cocina, su caos económico y su sincretismo religioso. Además, Cuba está en una encrucijada: la que preservará los logros de su revolución o los liquidará en una controlada barbarie mercantilista. El gran valor de este retablo cubano es que, al trazar un certero retrato de la isla, el autor está dibujando también una auténtica metáfora de este fin de siglo.
Más sobre Y Dios entró en La Habana:
1) Entrevista con el escritor
2) Reseña de Manuel Leguineche
3) Reseña de Jordi García
4) Reseña de Margarita Rivière
5) Reseña de Ana Salado
6) Artículos de MVM sobre Cuba
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