M.V.M.

Creado el
27/1/1999.


Más sobre Y Dios entró en La Habana:

1) Reseña de Manuel Leguineche

2) Reseña de Jordi García

3) Reseña de Margarita Rivière

4) Reseña de J.J. Navarro Arisa

5) Reseña de Ana Salado

6) Artículos de MVM sobre Cuba


«Ni la Historia ni la revolución se han terminado»

MANUEL MARTORELL

El Mundo, 15 / 12 / 1998


El escritor Manuel Vázquez Montalbán presenta hoy en Madrid su última obra: Y Dios entró en La Habana, una profunda reflexión sobre la Cuba de hoy, todavía marcada por la histórica visita del Papa Juan Pablo II; sobre las posibilidades de apertura, sobre el papel de Fidel Castro como pieza clave para que no se rompa definitivamente el consenso entre la población, y sobre el surgimiento de corrientes que, recuperando las teorías heterodoxas de Antonio Gramsci, están cuestionando el dogmatismo del partido único.
    Para Vázquez Montalbán, el amplio trabajo publicado por El País/Aguilar —713 páginas—, «es el retrato de una situación», pero no solamente de la Revolución Cubana. También lo es de los movimientos surgidos después de la Revolución. La conclusión del libro, que termina con unas cartas cruzadas con el subcomandante Marcos y con una entrevista con Rigoberta Menchú, es que «ni la Historia ni la revolución se han terminado».
    «Lo que aparecen son nuevas formas de insurgencia, porque las causas que han provocado las revoluciones siguen subsistiendo. El modelo de la Revolución Cubana está periclitado, pero la necesidad de cambiar las cosas sigue sobreviviendo; por eso, el último capítulo está dedidado a lo que significan estos movimientos emergentes de carácter indigenista, a sus objetivos, sus percepciones, que han nacido sin ninguna presión, sin tener que imitar una revolución leninista, sino por responder a unas deficiencias concretas y reales", explica durante su entrevista a EL MUNDO.

—La izquierda europea, ¿tiene algo que aprender de eso?
—La izquierda europea contempla desde hace mucho tiempo estas revoluciones como un espectáculo; se siente más o menos solidaria, atraída y, al mismo tiempo, los rechaza; creo que debe tomar posiciones tratando de que Europa pueda ser realmente una tercera vía, de que pueda ofrecer un modelo para organizar la globalización económica diferente al que pretende el gran capital, y en ese sentido tendría que apoyar esa lectura crítica que están haciendo los países del Tercer Mundo, los países globalizados, no los globalizantes.

—¿Se atrevería a dar una predicción de lo que puede ocurrir en Cuba en un futuro?
—Eso depende de incógnitas que todavía están por despejar. En primer lugar, está la aparición de un nuevo paradigma socialista, reclamado por sectores reformistas del interior que no son contrarrevolucionarios. El castroguevarismo de los años 60 se ha descompuesto por la caída de los países socialistas, y ese nuevo paradigma, en teoría, se parecería mucho a una solución socialdemócrata que garantizara las conquistas sociales. Pero, para que ocurra esto, es necesario que se vea claro ese cambio, y precisamente de lo que se quejan esos sectores reformistas es de que el castrismo no lo ve claro; el castrismo aún tiene el sueño de que volverá a existir una revolución absoluta cuando se reconduzca la situación económica. También, hay una serie de factores externos que podrían despejar este misterio, como el fin del bloqueo americano, que significaría la desaparición de la gran excusa para no afrontar la nueva situación, supondría desbloquear el ejercicio de algunos derechos humanos incumplidos y un mayor papel de la sociedad civil. Y si todo eso no se produce, hay que esperar a la desaparición física de Castro, habría que esperar a que muriera, porque hoy todavía es indestructible políticamente.

—¿No piensa que el endiosamiento de Castro está convirtiendo al sistema en rehén de su propia figura?
—El sistema está tan hecho a su medida que no es una cuestión de endiosamiento; él se ha convertido en una pieza clave, es decir, si esta pieza desaparece, desaparece su gran capacidad de consenso social y el consenso social es una condición clave para que aguante todo el sistema; con la escasez que padecen, con las penurias que tienen, con la restricciones de todo tipo que han tenido a lo largo de 40 años, que aquello aguante es porque existe un consenso social; ¡impuesto!, es posible; ahora impuesto, pero durante un largo periodo hubo una fiebre revolucionaria, y aquellas gentes que hicieron una revolución vieron que había cambios sociales importantes para la población, participaron en las luchas de solidaridad internacional que les permitieron, incluso, vencer al Ejército sudafricano y eso, quieras o no, crea una conciencia de consenso social. Fidel Castro todavía es una figura determinante en ese proceso, y nadie se atreve, dentro de los círculos del poder, a presentar una alternativa o a discrepar abiertamente, porque eso significa el ostracismo.


—La reflexión que se está haciendo ahora en Cuba sobre Gramsci y la importancia de la sociedad civil, ¿supone un distanciamiento del dogmatismo que caracteriza al partido único?
—Sí, por eso el partido lo contempla con tanta alarma. Son los sectores transformadores del Partido, una franja próxima al poder —incluso hay algún ministro que estaría en esta línea—, quienes hacen del gramscismo la única posibilidad de interpretar de una forma marxista la situación utilizando las teoríaw sobre el bloque histórico, sobre la propia sociedad civil, sobre el concepto de bloque nacional, planteando que pueda ser una revolución nacional diferente, sin necesidad de obedecer a un esquema uniformizador. Lo que ocurre es que por ese camino se va a la pluralidad, porque el discurso gramsciano propone la pluralidad como alternativa al fascismo. Los sectores más ortodoxos del Partido Comunista mantienen una gran prevención hacia el gramscismo, pero hoy es el único discurso marxista que se oye, lo demás suena a retórico; se habla de Marx y Lenin como se menciona a Santo Tomás de Aquino.

—¿No cree que mantener la actual situación puede provocar una salida más dura, sangrienta?
—Esa salida era la más previsible hace dos o tres años, porque la dolarización, que está creando una división social, también está provocando un alivio; quien puede conseguir dólares puede tener cosas que antes no podía; eso dinamiza la economía y ha servido como un factor de relajación. Ahora, el misterio es la capacidad de mantener el consenso, sea por imposición o sea porque se conserve algo de lo que fue el espíritu revolucionario. Ellos son muy conscientes de que dependen de ese consenso. Y si se quema el aparato político aún queda como alternativa el ejército, que está generando grandes cuadros, managers, que el propio Gobierno está generando al promover a militares como directores de empresas en dificultades.


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