M.V.M.

Creado el
7/1/2004.


Más cosas:

1)Avance editorial del primer volumen.
2)Avance editorial del segundo volumen.
3)Primera reseña del libro, por Quim Aranda.


La historia de Milenio

MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN

El País, Domingo, 3 / 8 / 2002


Ya había publicado Tatuaje y el entonces joven periodista de Tele-Express y hoy director adjunto de EL PAÍS, Lluís Bassets, me preguntaba sobre el proyecto Carvalho, por mí exhibido como una sucesión de novelas crónica que iría describiendo la transición, no sólo la española entre Franco y el infinito democrático de la libertad duradera, sino la que ya estaba produciéndose entre la década de las luces, los años sesenta, y el tenebrismo desesperanzado del fin de milenio. Entre la píldora anticonceptiva y el Papa polaco. Entre la revolución de los claveles y el presidente Bush. Entre los Beatles y don José María Aznar.

Y a la palabra me agarré para prometerle a Bassets que tal vez la última aventura de Carvalho se llamaría Milenio y consistiría en una vuelta al mundo en el momento en que el XX se convertía en XXI. Nadie podía pensar entonces que el siglo XX iba a ser tan breve -en opinión de Hobsbawn, apenas ha durado entre 1917 y 1990- y que por respeto a la combinación de tiempos que comportan las novelas de Carvalho, Milenio no sería escrita hasta 2002 y tendría su tiempo interior, literario, en el segundo semestre del mismo año. Entre la invasión de Afganistán y la anexión de Irak, Milenio no es sólo un viaje geopolítico, sino una angustiada peregrinación laica por un mundo cada vez más hipócritamente religioso, convocados todos los días los dioses para justificar guerras santas y hegemonías económico-militares.

Fugitivo y algo paranoico, Carvalho acomete su última vuelta al mundo, y Biscuter, la primera. Sobre el viaje se ciernen referentes literarios inevitados, sea La vuelta al mundo en ochenta días de Verne, sea Don Quijote y en tercer lugar Bouvard et Pécuchet, la inacabada novela de Flaubert. Si nos ponemos estructuralistas, es decir, desalmadamente pedantes y codificadores, convendríamos en que la novela de Verne le presta a Milenio la coartada de la aventura; Don Quijote, la dialéctica entre el hidalgo y Sancho, finalmente decantada a favor del escudero que reclama continuar la aventura, sin la cual pierde identidad. Finalmente, Bouvard et Pécuchet era necesaria como contrapunto sarcástico de la experiencia por la experiencia, a manera de filosofía circunstancial que evita filosofías más fundamentales. Además, Carvalho y Biscuter, cuando cambian de personalidad administrativa a lo largo de su vuelta al mundo, suelen llamarse Bouvard y Pécuchet según el juego completo de documentos falsos que Biscuter se ha procurado antes de iniciar el viaje.

Aunque Milenio partía de un cierto esquema previo, lo cierto es que la novela ha crecido hasta alcanzar casi novecientos folios movida por su lógica interna y la vuelta al mundo se da según las exigencias más pesimistas de la acción, en conexión con uno de mis principales axiomas subnormales: el movimiento se demuestra huyendo. Lo complementaría con la angustiada advertencia de Samuel Beckett ante la motilidad vital: esto no es moverse, esto es ser movido. A partir del ferry que une Barcelona con Génova empieza una aventura que pasará por Afganistán, por Bali en pleno atentado fundamentalista o por el Pacífico en una curiosa travesía dirigida por un vasco, navegante solitario, un etarra excarcelado tras veintiún años de reclusión. Salvo la etapa inicial que les iba a llevar a Grecia, el resto del viaje es una huida en la que Biscuter y Carvalho no se mueven, sino que son movidos.

Entre la memoria y la historia, Carvalho y Biscuter pasan por los escenarios de la cuarta guerra mundial, que nunca será declarada, y por todas las profecías del Apocalipsis, insinuada la guerra de anexión de Irak, cuyo desenlace momentáneo el lector ya conoce, pero Carvalho y Biscuter no. Especialmente significativa la rebelión de Biscuter desde su condición de subalterno a la de verdadero protagonista de Milenio porque al final de la novela aún conserva, con ayuda de Shiller y Miguel Ríos, esperanza, una virtud decididamente laica, aunque no pueda prescindir de cierta semántica trascendental dudosamente religiosa. Biscuter atraviesa toda la novela con un proyecto, Carvalho la consuma despidiéndose de las personas y las mujeres y las copas. Personajes de ficción, pero también algunos reales, como el historiador argentino Osvaldo Bayer o el teólogo liberador Frei Betto, sin que el autor haya renunciado a resucitar personas literarias cono Paganel, el geógrafo diseñado por Verne para Los hijos del capitán Grant, en Milenio convocado como el principal geógrafo de las religiones de todo el universo e implicado en una historia de adulterio.

En ningún caso he querido trazar un itinerario ejemplar, que en sí mismo se convirtiera en una referencia privilegiada. Al contrario, el viaje de los dos protagonistas se ve continuamente modificado por presiones externas y he tratado de diferenciarlo de cualquier propuesta turística, incluso del postmoderno turismo con algo de incierta aventura incluida. Es propósito expreso de los protagonistas principales permanecer fieles a la consigna de Bowles: un turista es el que sabe dónde y cuándo empieza y termina su viaje, un viajero sólo sabe dónde y cuándo empieza. Durante su extraño recorrido, Carvalho y Biscuter tratan de ver el Taj Mahal aunque no hayan podido ver Petra, y consiguen bañarse en el Ganges impresionados por los restos de carnes insuficientemente incineradas que lleva el río. Algunos escenarios ya han aparecido en otras novelas de Carvalho, como Tailandia, Los pájaros de Bangkok, y se recuperan personajes literarios, como el marino asesino de La rosa de Alejandría, ahora convertido en sospechoso mercader negrero en las costas de África Occidental.

Milenio deja establecidos enigmas sobre al futuro de Carvalho y Biscuter, a partir del pesimismo insuperable del detective y de la suicida esperanza de su ayudante. A lo largo de la novela, Carvalho descubre asombrado que Biscuter tiene vida propia y que durante más de treinta años de colaboración ha conseguido una inteligencia bien comunicada con la vida y ahorros, ahorros que le permitirían ayudar económicamente a Carvalho a culminar su vuelta al mundo. Experto en sopas y salsas francesas, Biscuter da la vuelta al mundo culinario con mejor estómago y paladar que su patrón y cumple el precepto marxista de en cada lugar comer su pan y beber su vino.

Cabe la sospecha de que entre los dos personajes se haya producido algo parecido a la transustanciación y que Biscuter tenga más futuro que Carvalho a pesar de que en un momento de la novela le confiesa su edad. Biscuter es dos años más viejo que Carvalho. Como muestra de las diversas urdimbres de Milenio, he escogido uno de los fragmentos del paso de los protagonistas por Estambul, comprometidos con la salud moral de un extraño biólogo ruso y judío, un joven sordo que sólo quiere oír las canciones de Jim Morrison.


Más cosas:

1)Avance editorial del primer volumen.
2)Avance editorial del segundo volumen.
3)Primera reseña del libro, por Quim Aranda.