Creado el 19/11/97.
Más sobre El estrangulador:
1) Crítica de Ángel Basanta
2) Crítica de María José Navarro
3) Crítica de Ramón Sánchez Lizarralde
4) Otra crítica de Ramón Sánchez Lizarralde
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Un estrangulador muy particular
MIGUEL GARCÍA-POSADA*
EL PAÍS, Babelia, 19 / 11 / 1994.
Un brillante delirio novelesco sobre el fin de siglo
"...es posible morir de sinceridad ante el descubrimiento / de que siempre vamos de fraude en fraude, de muerte en muerte", dicen los versos que Vázquez Montalbán pone en boca del protagonista de El estrangulador, un psicópata y asesino singular, en realidad un pretexto mediante el cual el autor pone en tela de juicio el grotesco espectáculo del mundo contemporáneo. Lo grotesco es tanto una valoración del narrador como una técnica, una lente deformante y satírica que se aplica a la realidad del mundo actual. Y aunque no se trate de un grotesco sostenido de principio a fin y haya remansos liricos o ensayísticos, es la perspectiva que domina en el texto.
Al margen de lo que puedan decir los psiquiatras sobre el tipo de psicópata que presenta, el hecho es que el asesino perturbado que habla en un largo monólogo sólo interrumpido por un informe médico, muestra dos rostros diferentes, que corresponden a las dos partes de la novela. En la primera asistimos a su delirio, a su "ensoñación fabulada". En ella el autollamado estrangulador de Boston considera que el estrangulador es el "agente subversivo por excelencia del orden burgués"; en cambio, en la segunda se ve a sí mismo como víctima de una tendencia, la de estrangular, que mueve al ser humano, cuyo principal enemigo es él mismo —el informe habla de canibalismo—.
Las dos partes del libro convergen en la presentación del personaje como una máscara o, si se quiere, una alegoría mediante la cual Vázquez Montalbán le ajusta las cuentas a la popperiana y problemática realidad que estamos viviendo. Parece claro que las dos facetas del loco remiten a dos actitudes ante el mundo: la subversiva y la resignada, la iconoclasta y la inconformista.
Que el informe médico sobre la evolución del supuesto estrangulador se deba en realidad a éste mismo, confirma esa dimensión alegórica, de pretexto, que tiene el personaje.
El auténtico juego literario, la verdadera sustancia estética de un texto que tiene mucho de ensayístico sin dejar de ser novelesco, se halla detrás de esta conversión del loco en máscara
que pone del revés la realidad. Desde el delirio o desde el conformismo, es indiferente. El delirio desencadena una serie de gags muy divertidos —a eso se asemejan los presuntos asesinatos del protagonista—, que trazan una parodia irresistiblemente cómica de nuestro mundo. La segunda parte, más remansada, con más sentido de la realidad, insiste en la misma consideración irónica y cómica del fin del siglo.
Los títulos de las dos partes de la novela rehacen, el primero, el de Joyce: Retrato del estrangulador [artista] adolescente; el segundo, el de la primera edición del diario de Jaime Gil de Biedma, que calca en su final: Retrato del estrangulador seriamente enfermo por Diario del artista seriamente enfermo. Estas dos referencias vertebran el discurso narrativo y lo sitúan a su propia luz crítica y paródica. Pero una tercera referencia textual acude a la pluma de Vázquez Montalbán: Henry James y su novela Las bostonianas (Los bostonianos, cita el autor con deliberada manipulación), con lo cual, en una rapidísima pirueta, el escritor liga la cultura popular de masas —el estrangulador de Boston— con la elegante y sutil literatura del gran novelista norteamericano. Incurso decididamente en una representación alegórica, o alegorizante, el espacio elegido resulta ser otra imagen porque, como reza un texto citado de James, "no se trata de Boston sino de la humanidad". Y a decir verdad, este Boston tiene mucho que ver con una ciudad como Barcelona. En todo caso, y como se afirma en el informe médico, Boston es el mundo, "este mundo actual", "un mundo austrohúngaro, un imperio caído y sin aparente finalidad".
La novela aloja muchos más guiños intertextuales y culturales, comenzando por los poemas del propio Vázquez Montalbán y siguiendo por la parodia de la literatura clínica, las citas de la literatura antigua (pero también de Dante, Baudelaire, Eliot, Cocteau, Sartre, Saint-John Perse o Ginsberg), las apelaciones a los clásicos del marxismo, las invocaciones a los cuadros de Klimt, las citas de las hermanas Benítez de Lucho Gatica, de Gardel o de algún himno eucarístico todo un repertorio diverso y sugestivo que el bríllante ensayista que hay en el autor maneja con soltura, habilidad y humor, y que funciona en el texto al servicio de la crítica contundente y sin esperanza (como el propio estrangulador) de este fin de siglo.
Más sobre El estrangulador:
1) Crítica de Ángel Basanta
2) Crítica de María José Navarro
3) Crítica de Ramón Sánchez Lizarralde
4) Otra crítica de Ramón Sánchez Lizarralde
*Miguel García-Posada es EL crítico literario del diario EL PAÍS. A pesar de ser castrista, ha sido EL crítico literario del diario ABC.
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