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Los príncipes modernosMIGUEL GARCÍA-POSADA*EL PAÍS, Babelia, 6 / 6 / 1998.
    Vázquez Montalbán rinde homenaje a Baroja en el título, pero su narración ninguna relación guarda con la de su homenajeado. Por otra parte, se desvía notoriamente del modelo de la novela histórica al uso: no existe en ningún momento ningún propósito de reconstrucción ambiental, y los personajes dialogan en un español contemporáneo, exento de arcaísmos y modismos de época. De "poshistórica" califica el autor su novela. La narración está centrada en los Borgias, en los Borjas -primitivo apellido de la célebre familia, sin italianizar, que es el que utiliza el autor-, y recrea los principales episodios del clan en su lucha por el poder. Los Borjas, en especial el papa Alejandro VI y su hijo César, son ante todo príncipes modernos, educados en los consejos de Maquiavelo, cuya aparición en la novela, agudamente perfilada por cierto, resulta capital para entender el desarrollo y sentido de la peripecia narrativa. Otra figura histórica, la de Leonardo, es vista ante todo como la de un creador de artefactos bélicos. Los excesos eróticos de la familia son un elemento menor en una fábula que describe a los Borjas como príncipes modernos, para quienes la moral nada tiene que ver con la política. La famosa Lucrecia Borja es aquí, más allá de sus presuntas o reales voluptuosidades, otro agente en esta lucha por el poder.     Las alianzas y contraalianzas, los pactos y contrapactos, son la expresión de esta voluntad de poder que canoniza los medios para alcanzar los fines. Concepción maquiavélica, cuyos mecanismos iluminó Gramsci, a quien invoca Montalbán al comienzo del texto en relación con el autor de El príncipe. Como la lucha por el poder ha sido dominantemente así desde entonces hasta nuestros días, lo que hace, en definitiva, Montalbán es recurrir a una historia conocida para ilustrar un tema central de la cultura y la política europeas. Por eso, el suyo es un texto despojado de ambientaciones, paisajes, interiores, escenografías, en fin; lo único que importa es la narración y análisis de esa pugna por el poder. Los Borjas, como los Reyes Católicos, quisieron imponer el poder del Estado moderno para acabar con el feudalismo.     Montalbán maneja bien las intrigas y el ritmo narrativo para construir esta fábula, cuya principal novedad estriba en esa desviación ya señalada de los módulos de la novela histórica. La brutalidad, el crimen, la traición, la delación, la amoralidad, en suma, son los componentes fundamentales de un relato que tira por elevación contra toda una concepción del poder y la política. "Una cosa es la compasión y otra la geometría", dirá magistralmente el Alejandro VI de Montalbán. La ejecución en Florencia del visionario Savonarola formó parte de esa "geometría".     La realidad histórica le imponía al narrador no detenerse en la rama romana de la familia, sino considerar también el posterior brote tardío valenciano, con la figura de Francisco de Borja, santo de la Iglesia católica y general de la Compañía de Jesús: otro hombre poderoso, menos licencioso, pero con la misma noción instrumental y absoluta del poder ("Aut Deus aut nihil!", clamará). Esta relación se encuentra ya, por cierto, apuntada en Baroja, quien vio en Ignacio de Loyola, el maestro de Francisco, la encarnación católica de César Borja. Más sobre O César o nada: *Miguel García-Posada es EL crítico literario del diario EL PAÍS. A pesar de ser castrista, ha sido EL crítico literario del diario ABC. |