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Vázquez Montalbán cierra el 'año Carvalho' con una novela sobre la dictadura argentina AMELIA CASTILLA, Madrid, EL PAÍS, 7 / 10 / 1997.Carvalho no es uno de esos personajes que mantiene la misma gestualidad. El detective más culto de la literatura española ha envejecido. Conserva tics y connotaciones básicas con las que debutó hace 25 años en Tatuaje, pero el detective ya ha protagonizado 21 obras, entre novelas, relatos y libros de cocina, de la mano de Manuel Vázquez Montalbán. «A medida que crece se muestra más pasivo y distante», dijo ayer el autor en la presentación de Quinteto de Buenos Aires (Planeta), su nueva novela en la que Carvalho se sumerge en la trama de los desaparecidos en Argentina.
Vázquez Montalbán recordaba ayer, con la voz más grave que de costumbre debido a una fuerte gripe, que apenas aterrizó en la ciudad porteña empezó a escribir sin parar. «Había encontrado un filón, pero desde el principio me sentí como un intruso. A medida que iba elaborando notas se las pasaba a ellos para que las revisaran. No es una novela definitiva sobre los desaparecidos, pero responde a la mirada del extranjero sobre lo que es el después de la batalla». Tráfico de niñosLa impunidad con que se movían los verdugos le horrorizó. El tráfico de niños, las vejaciones sexuales, el hecho de que los detenidos fueran arrojados desde los aviones al mar o que los verdugos, entre interrogatorio e interrogatorio, sacaran a los detenidos al cine para devolverlos a la picana eran sólo, se dijo el escritor, uno de los aspectos de la libertad con que actuaban. Quinteto de Buenos Aires narra la búsqueda de un joven español que ha desaparecido después de haberse salvado en los tiempos de la dictadura militar. La búsqueda del fugitivo le lleva al autor a recorrer una de las sociedades más «complejas y fascinantes» que se ha encontrado nunca. Entre asado y asado, como no podía ser menos en el caso de Vázquez Montalbán, coincidió con montoneros y torturadores reciclados. «Una noche, un tipo que me caía muy bien, de esos que se saben de memoria a Borges, me pidió que escogiera un rasgo que me hubiera impresionado por encima de cualquier otro sobre Argentina. Le respondí que los vacíos dejados por 30.000 seres humanos, los llamados desaparecidos». Sin inmutarse apenas, el beato de Borges le contestó que eran pocos los desaparecidos y que todavía quedaba mucha gentuza por exterminar. La escena, recreada después en las páginas de Quinteto de Bueno Aires, no es la única dosis de realidad que el autor ha incluido en la novela. Vázquez Montalbán mezcla una vez más los personajes reales con los literarios. Así la cantante Adriana Varela, que ha grabado algunos de los tangos escritos por Vázquez Montalbán para esta obra, comparte protagonismo con el juez Baltasar Garzón, ocupado en buscar la pista de los españoles desaparecidos en aquel país. «Algún día se tendrá que hacer una novela sobre este juez y la historia de la justicia en España», comentó. El escritor y periodista considera que todo Estado democrático utiliza policías paralelas y expertos en cloacas, pero que no será el detective Carvalho quien investigue la trama de los GAL. «La lógica de la situación ya está formulada, sólo faltan algunos nombres». Con Quinteto de Buenos Aires se cierran las celebraciones del año Carvalho, aunque habrá nuevas aventuras del detective, entre ellas una obra de teatro que José Luis Gómez estrenará en el Teatro de la Abadía, Antes de que el milenio nos separe, en la que el personaje de Carvalho se enfrenta a su autor. Habrá otra entrega, El hombre de mi vida, protagonizada por Charo, la prostituta que acompaña al detective. Vázquez Montalbán aprovechó su paso por Madrid para recoger el nombramiento de Hombre del año por su actitud no sexista y favorecedora del mundo de la mujer, otorgado por el Club de las 25, integrado por mujeres progresistas. ROSA MORA, Madrid, EL PAÍS, 7 / 10 / 1997.Manuel Vázquez Montalbán publicó Yo maté a Kennedy en 1972 . La primera novela protagonizada por el detective planteaba, en clave de acción, las mismas inquietudes políticas, éticas y estéticas contenidas en el Manifiesto subnormal. Desapercibida por los lectores y despreciada por los críticos, Manolo reivindicó la novela policiaca como herramienta para explicar nuestros tiempos. En Yo maté a Kennedy arremetió el escritor contra ese tipo de intelectuales que se adueña de la cultura. Y en eso siguen Montalbán y Carvalho. El detective que nació, por una apuesta, en 1972, volvió a la España que empezaba todos los cambios, en 1974, con Tatuaje, considerada por casi todo el mundo como la primera novela de la serie. Regresó cargado de toda la desesperanza posible. Su vida se convierte en una mera cuestión de supervivencia. «El sexo y la gastronomía es lo más serio que hay», dice el detective, que se define como «ex marxista, ex policía y gastrónomo». Y empieza a quemar libros: el primero, España como problema, de Pedro Laín Entralgo. Y a partir de ahí, un montón de historias, desde La soledad del manager a El premio ... Bromuro muere, Charo se va. Carvalho parece cada vez más cansado, triste, preocupado por su cuenta bancaria, menos interesado por el proceso de investigación, siempre entre la búsqueda y la huida. «Los detectives privados son como la moral establecida», le dice un día a Biscuter. «Esta sociedad está podrida, no cree en nada». No importa. A tantos y tantos lectores que han crecido y envejecido con Carvalho no les arredra su desmoronamiento imparable. Confían en que El quinteto de Buenos Aires no sea su penúltima novela, ni siquiera la antepenúltima. Más sobre Quinteto: |