Creado el 19/5/99.
Más sobre Quinteto:
1) Artículos de EL PAÍS
2) Crítica de Justo Navarro
3) Crítica de Masoliver Ródenas
4) Artículo de Vázquez Montalbán sobre Adriana Varela.
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Quinteto de Buenos Aires
Pilar Castro
ABC, 31 / 10 / 1997
Decir Manuel Vázquez Montalbán es pasearse por veinticinco años de novela española contemporánea. Aunque para unos sea, sobre todo, el articulista; para muchos, Galíndez, y para no pocos el poeta. Y es, sin duda alguna, nombrar a Carvalho, que nació —en 1972— cuando ésta, la novela-sinmás, se dolía de no llegar a ser lo que los lectores pedían o necesitaban. El caso es que el personaje y su concepción de la vida, el autor y esa acertada simbiosis de tradición y originalidad reunidas en una nueva fórmula de escritura y de ficción, se hicieron necesarios. Imprescindibles.
Entonces y ahora. Que Carvalho «asiste a su edad de plata» y anda metido «en las mejores nostalgias» —como dijo el autor a propósito de toda esta celebración— y en «los más lúcidos
nihilismos». Aunque sigue siendo el mismo personaje sin objeciones de siempre. Más cansado
de discutirle a la vida para no arrancarle ninguna conclusión. Menos dispuesto que nunca a quedarse en ninguna parte. Y más dado a los recuerdos, por mucho que le estorben a su estilo,
pues no hay nada tan involuntario como la memoria. Y allí, en Buenos Aires, donde le envía su
tío para encontrar a su primo Raúl, donde le espera la cuñada de éste, y a donde viaja con su
habitual escepticismo, esperando encontrar el tópico —«tango, desaparecidos, Maradona»—,
pensando «el tiempo no cura nada, sólo añade su peso», se tapa con una Historia que necesita de la memoria de los que tienen memoria.
Y allá, en la Argentina, no hay manera de hacer memoria. Quedan «los vacíos que han dejado 30.000 seres humanos». Sobran expertos en la guerra sucia. Pero no es un problema político. «Es una simple cuestión de miedo a la memoria». Los que «querían cambiar la vida, como Rimbaud, y cambiar la Historia, como Marx y Evita»; ya no son jóvenes; ya no quieren recordar. Y Carvalho siente, como nunca, el ahogo de la nostalgia. La patria del tango «que tanto le gusta» le cae que ni pintado al ánimo de este Carvalho enfrentado a algunas curvas en su historia personal, a ciertos miedos de esta nueva edad que aprovecha Vázquez Montalbán no sólo para que preste sus servicios, una vez más, «al desorden». También para dar noticia del presente; para que su certera cualidad de observador fino y sarcástico le ponga voz a acusaciones sociales de alcance universal.
Y allá, en la Argentina, quedan muchos cabos sueltos. Para empezar le asiste un abundante
menú de intrigas simultáneas: una cuñada que es la esposa desaparecida, una hija que no sabe
de su madre, un extraño cuarteto predicando el «nuevo orden universal», un nutrido aliño de crímenes sin autor, una insólita amalgama de historias y personajes que aparecen y desaparecen, una vasta conjura de «milicos» resistiéndose a que la Historia se ponga en su sitio... Y en el medio de este desatinado «culebrón brasileño» —de una acción que satura por su exceso de ingredientes—, Carvalho, salvando la trama con sus mejores condiciones. Guisando «una
sintaxis de sabores y aromas» que «enmascaren la barbarie». Escondiendo su nostalgia en una
música de fondo que le recita: «en los recuerdos te verás siempre cumplido».
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