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Anguita30/6/1997Cuando se haga el balance de la etapa Anguita al frente del PCE y de IU habrá que habrirse paso por una maraña de desinformación y tergiversación del personaje, aprovechándose de su pasmosa voluntad de punching. Anguita carece de percepción mediática y eso es grave cuando no se dispone de medios de comunicación propios para ofrecer correcciones o alternativas a la imagen que te construyen los otros. Podrá responder Anguita que su reino no es el de la opinión, sino el de la sabiduría, y adiós muy buenas. Pero las acciones de IU cotizan en Bolsa, es un decir. Las propuestas de IU pasan por el supermercado ficticio de las diferencias ideológicas y estratégicas y han de tener en cuenta la competencia desleal de los estuches mejor diseñados, aunque a veces estén vacíos. Anguita parece exclusivamente diseñado por sí mismo y al mérito de lo auténtico conviene restarle el demérito de lo indigerible. |
Camila16/9/1996Como frecuente consumidor de prensa del corazón quiero testimoniar mi más decidida toma de partido por Camila frente a Diana en el apremiante asunto de las afinidades eróticas del príncipe Carlos de Inglaterra. Ignoro si es necesario escribir al príncipe o a la Cámara de los Lores o a la de los Comunes, pero espero que el embajador del Reino Unido en Madrid haga llegar esta columna a quien procediere para que conste. No es una decisión fácil, ni precipitada, la mía, porque desde hace años he seguido este delicado enredo y si bien en un principio consideré la inclinación por Camila como una excentricidad del heredero, tan partidario de la arquitectura Tudor que ni siquiera acepta la posvictoriana, con el tiempo he ido comprendiendo las ventajas carnales y espirituales de la señora Camila, no hecha para desplegable de Play Boy, pero sí para la sinceridad de las habitaciones para dos con poca luz y mucha voluntad de tacto. |
'In memóriam'23/12/1996Le conocí en La ladrona, su padre y el taxista y no hubiera dado entonces un duro por Mastroianni, ahora uno de los emblemas de la cinematografía secular, portavoz de la melancolía caótica de Fellini, y tal vez sea la melancolía caótica el único balance cognoscitivo inocente que nos deje el siglo de las luces fundidas. El primer aviso de que Mastroianni, como la vida, iba en serio fue La dolce vita, pero lo que me impactó fue el uso del actor que hizo Fellini en Otto e mezzo, tan bien narrado por Camilla Cederna en el libro del mismo título dedicado a la trastienda de la película. Ya lo traduje en 1963 por encargo de Carlos Barral, desde la disposición anímica del veinteañero asombrado ante la crisis de identidad del cuarentón Fellini, que delega sus malversaciones íntimas en el actor como médium. |
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