M.V.M.

Creado el
19/5/99.


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Entrevista con MVM

La novela como pretexto

RAFAEL CONTE

EL PAÍS, 25 / 11 / 1979.


Manuel Vázquez Montalbán ha reservado una amarga sorpresa inicial a los lectores que se acerquen a la tercera salida del detective Pepe Carvalho (tercera, después de Tatuaje y La soledad del manager, si no se cuenta su primera aparición mítica en Yo maté a Kennedy). Carvalho se ha puesto a régimen de pescado y vino blanco. Felizmente, la sorpresa dura pocas páginas; en seguida se adereza con coñac un ragout de verdura y carne sin grasa y comienza el reinado de los sofritos y las berenjenas gratinadas con gambas. Al final, el libro termina en punta, con una borrachera de orujo frío. Podemos respirar tranquilos.
    En esta ocasión, Pepe Carvalho llega acompañado del galardón del último Premio Planeta, con sus ocho millones de pesetas y en una primera edición de 153.000 ejemplares. ¿Soportarán tanto peso sus hombros fornidos y su hígado precario? Lo que no cabe duda es que la prosa de Vázquez Montalbán puede con todo eso y mucho más. No en vano se trata de una de las primeras plumas del periodismo español, dotada además de la suficiente carga de cultura, conocimiento y sensibilidad estética suficientes como para haber abordado con éxito y exigencia el ensayo, el teatro, la narración y la poesía.
    Aunque Vázquez Montalbán haya triunfado e impuesto su estilo en todos estos terrenos —y en este sentido el Premio Planeta no añade más que cantidad a una calidad ya de por sí bastante difundida—, se impone una distinción por géneros.
Hasta ahora, lo mejor del escritor es el periodismo y el ensayo, donde da lo mejor de un estilo narrativo en pleno discurso. Lo que mejor cuenta Vázquez Montalbán son argumentos teóricos plasmados en descripciones. En el teatro le justifica su sentido de la organización y del espectáculo asimismo descriptivo. Es un detector de síntomas. Y en poesía, su cultura y su capacidad de síntesis le permiten crear unas formas significativas y válidas en tanto en cuanto no se vaya más allá.
    En la narración es donde hasta ahora Vázquez Montalbán se ha quedado más corto. Fracasa cuando aspira a proyectos ambiciosos —como en Recordando a Dardé y Happy End—, resulta espléndido en los collages narrativos como el Manifiesto subnormal, que puede ser considerado como una narración de ruptura, y triunfa en los ensayos de novela de estructura popular, como la serie de Pepe Carvalho. Aquí sus armas, como la descripción de síntomas, la crítica de signos externos y el análisis irónico de la sociedad de subconsumo armonizan muy bien con la estructura y las medidas del proyecto y su realización. Esto es, con una aparente —y falsa— falta de pretensiones.
    Pues no se trata de novelas policiacas, no nos engañemos. En esto, Los mares del Sur es un ejemplo esplendoroso. Las normas de la narración policial —o el enigma o la acción pura— son violadas consciente y deliberadamente. Sólo se conserva una vaga estructura formal, el decurso de una difusa investigación, que en realidad son entrevistas del detective con una serie de personajes pertenecientes a diversas capas sociales: un noble escéptico, un policía fascista, un negociante, un taxista, una viuda rica, una joven pasota y pasada, algún obrero, una muchacha militante de izquierdas y así sucesivamente.
    Entrevistas: ésta es la palabra clave, que permite una serie de descripciones y discursos yuxtapuestos, esto es, la plasmación narrativa de un múltiple discurso de raigambre claramente sociológica y política. En estas narraciones de discursos complementarios, Vázquez Montalbán resulta irónico, satírico, repleto de humor y penetración con un estilo de gran categoría: si por su temática e intención podría hablarse de una novela de realismo renovado, por su tratamiento radicalmente moderno se aleja del realismo al uso.
    Pero es en resumidas cuentas una digna novela menor. Una narración hábil, repleta de oficio y que hasta en dos o tres ocasiones —algún monólogo de Carvalho en soledad— accede a lo poético. Pero aquí el género novela ha sido tratado como un pretexto, una percha para colgar la parodia, la crítica, la sátira, el discurso y la descripción. No se profundiza, no se asumen riesgos excesivos. La estructura novelesca —y con mayor razón la de la novela policiaca— sirve a la manera de un camino, de una trayectoria donde se inscriben los argumentos y personajes que emiten sus discursos narrados mediante una diversidad de detalles y pormenores que no por serlo crean un relato artísticamente real. La novela ha sido de este modo tomada como un pretexto, y así Los mares del Sur hace juego con el galardón obtenido, que sigue siendo también coherente consigo mismo y con su propia trayectoria.


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