M.V.M.

Creado el
14/8/2001.



Prólogo por Manuel Vázquez Montalbán a

Massius y Pressus

de Soro, editorial Nova Terra, Barcelona, 1971


    El tema del amo y el esclavo está inserto en la cultura occidental desde Hegel. Desde Hegel hasta el anuncio de cierta agua tónica, pasando por Brecht, Losey y Soro. ¿ Quién es Soro? A raíz del encargo de este prólogo yo me he enterado de que Soro nació en 1943, que es barcelonés, ¿1943? ¿Barcelonés? Yo tenía la rara intuición de que Soro viajaba en un satélite espacial enloquecido y triste, eternamente condenado a contemplar el mismo recorrido en torno a la tierra, los mismos personajes-símbolo, casi señales, al servicio de la fábula o la farsa del amo y del esclavo.

    Jamás un conciudadano, un colega, incluso un coequipier en el mismo trabajo de la revista Triunfo, me ha parecido tan lejano como este sorprendente creador de Massius y Pressus. Parecía dibujar desde una cansada sabiduría histórica, una sabiduría a veces indignada, pero las más veces pesimista, visceralmente pesimista. El siniestro hombrecillo de la chistera casi siempre gana. El pobre Pressus, Pressus ha nacido y Pressus morirá.

    Esta triste función de payasos que Soro escenifica cada semana en las páginas de Triunfo, Gaceta Ilustrada o el sin fin de revistas extranjeras que reproducen sus monigotes, rara vez suscita la sonrisa. Incita a la perplejidad ante lo precario de las evidencias elementales. El hombre de la chistera siempre triunfa con su bolsa de dólares. El pobre Pressus siempre pierde con su traje a rayas.

    Pressus se salvará de la silla eléctrica, pero morirá en la horca. Echará alpiste a los pájaros y migas de pan a los ratoncillos, pero finalmente también a él le echará un guardián el alpiste y el pan. El diálogo de Pressus con sus guardianes es el diálogo del colibrí con el águila. Se expondrá a morir por el simple acto de cortar los barrotes que le separan de una flor; su condición humana, es evidente, apenas supera a la de la cebra o el tigre del zoo.

    En cuanto a Massius, una serie menos sentimental, más dialéctica que Pressus, se trata del mejor retrato robot de las relaciones sociales bajo el neo-capitalismo; una magistral simbolización de la explotación, la integración, la lucha de clases. Este monigote de la chistera es un cabroncete cósmico, astuto como la clase a la que pertenece; sabia por vieja y por diabólica. Una clase que aprendió a destruir a sus enemigos de antaño y cada día inventa nuevas técnicas para resistir y burlar el cerco de sus enemigos actuales.

    Soro consigue estos comunicados a partir de comunicantes simplísimos. Sus signos son básicamente dos, inmediatamente convertidos en símbolos: un presidiario y un policía en Pressus, un capitalista y un asalariado en Massius. Son figuras en apariencia muy convencionales, pero Soro las ha hecho pesadas, con una gravidez que subraya su presencia en nuestros ojos, en nuestra conciencia. También se graban los especiales movimientos de sus personajes: caminan como de puntillas, en un recelo perpetuo e inverso: el recelo de la víctima, el recelo del verdugo.

    Y yo aplaudo esta división radical, maniquea, del universo de Soro: víctimas y verdugos. No hay otro juego. La violencia de estos monigotes de la violencia de la represión o la violencia de la integración. Es la violencia que mata la vida, mata la libertad física y mata finalmente cualquier posible intento de autoidentificación por parte de las personas de la masa. Como si estas historias las contara para niños, Soro suele ser incruento. Su crueldad es ideológica, sentimental, moral, jamás sicológica como la crueldad de Tom y Jerry; y sin embargo parece cercano al juego del gato y del ratón en estas historias que han convertido a Soro en uno de los principales pensadores mudos del país: como Perich, como Chumy Chúmez, como Forges.

    La internacionalidad de su audiencia hay que atribuirla precisamente a su mutismo, porque es falso que hablando la gente se entienda. Lo cierto es que, a veces, viendo la gente se entiende.