M.V.M.

Creado el
17/05/2018.


Manuel Vázquez Montalbán

Ser del sur no es ninguna ganga

Prólogo al libro Dormir al raso, de Pascual Moreno Torregrosa y Mohamed El Gheryb.

Ediciones Vosa, Madrid, 1994


España ha respondido históricamente al imaginario del Sur. Pero no siempre ha sido ese el imaginario real o de su elección, ya que hasta la pérdida definitiva de su hegemonía europea en el siglo XVI, no tenía por encima de su cabeza a pueblos que pudieran mirarla desdeñosamente desde la estatura del norte. «África empieza en los Pirineos...» es una descalificación francesa que se puede acuñar a partir del momento en que Francia se convierte en la principal potencia europea, y esta frase sería asumida por el resto de las potencias del norte... sucesivamente. El Sur es un imaginario tan curioso como ambiguo. Para los imperialistas del siglo XIX, el Sur se convierte en un mito un tanto cínico del paraíso perdido... ese sur sin industria y colonizado... lleno de costumbres puras, pero tan débil que no resiste un puñado de bayonetas imperiales sean yanquis, francesas, inglesas o alemanas que siempre llegan antes que la de los escritores norteamericanos, franceses, ingleses o alemanes dispuestos a hacer literatura, a veces excelente literatura, sobre el mito del Sur.

Pero la España de los siglos XVIII, XIX y XX ni siquiera pertenecía a ese sur paradisíaco. Pertenecía al Sur del subdesarrollo de todo tipo, de la peculiaridad distanciadora que todavía figuraba como proclama en los carteles de propaganda de Fraga Iribarne en los años sesenta de este siglo: Spain is different. La mano de obra española disponía de un triste imperio de exilio económico en el que tampoco se ponía el sol, y fuera la emigración hacia la América emancipada o hacia la Francia de la vendimia o la Europa del boom neocapitalista de la década prodigiosa 1960-1970, España cumplía con el tópico de pertenecer al sur de los pobres. Hubo emigración económica de trabajadores agrícolas antes de que hubiera emigración política posterior a la guerra civil y no se trata de emigrantes económicos del «Sur de España», sino incluso catalanes... Me refiero a todo esto para dejar constancia de que nuestra condición de sureños y no de un sur en technicolor superproducción de la Columbia Broadoasting, debiera estar presente en nuestra consciencia a la hora de superar el complejo de nuevo rico que los españoles hemos urdido como nuevo cuento de la lechera que ha durado casi veinte años de consumismo, con algunas interrupciones significativas.

Prologo un libro de Pascual Moreno Torregrosa y Mohamed El Gheryb. Moreno ya había publicado antes «Diario de Vendimias», un retrato excelente, dentro de las pautas del neorrealismo de las condiciones de vida de los vendimiadores en Francia, desde la experiencia solidaria de este Ingeniero Agrónomo, Doctor en Ciencias Económicas por París l-Sorbonne, investigador de cuestiones agrarias, pero a la vez investigador de la conducta de los sureños que van hacia el norte a veces desde la fatalidad con que las mariposas de noche van hacia la luz eléctrica. Tanto en su trabajo «Diario de Vendimias», como en el que ahora ha elaborado en colaboración con Mohamed El Gheryb, Moreno Torregrosa ofrece un clarificador retablo de qué significa esa condición de «sureño económico» y cómo un papel que ha sido familiar a los españoles, ahora lo atribuimos alarmados y desdeñosos, a esos africanos que tratan de huir del Sur de la miseria en pos del Norte de la mitificada riqueza. Capaz de dar un tratamiento ensayístico, sociológico, a sus vivencias entre inmigrantes ahora magrebíes, Moreno Torregrosa escoge en cambio el testimonio vivencial directo, porque a través de la conversación, la opinión, el relato de lo que sucede y les sucede, el lector adquiere un saber encamado, encarnizado, del problema que subyace detrás de estas diásporas desesperadas que van a marcar la Historia de los Conflictos Sociales en las primeras décadas del milenio que viene. Y dentro de ese drama anunciado, España ocupa un lugar significado por la ambigüedad territorial y moral: la más norteña de las realidades del sur y la más sureña de las realidades del norte, por más esfuerzos que se hayan hecho para vender la idea de que habíamos entrado en la modernidad norteña más absoluta, subidos al vagón de cabeza del tren de la más alta de las velocidades.

En «Dormir al raso» se cuenta la vida de los inmigrantes magrebíes en España, desde la retina solidaria de Moreno Torregrosa que sabe lo que es ser un inmigrante económico y la del colaborador árabe, Mohamed el Gheryb que aporta la experiencia de qué quiere decir emigrar en árabe, en árabe pobre... Moreno Torregrosa y Mohamed el Gheryb, cada cual por su cuenta, se mezclaron con las bases de la emigración, Tánger, Tetuán, Alkazarkivir ... o con las bases de la recepción a veces despiadada de esos emigrantes, con la materia humana que la vive y la trafica. El trabajo comienza cuando aún no han estallado conflictos xenófobos sangrientos en la España que se ha proclamado crisol de culturas europeas, africanas y americanas, pero sí se ha percibido ese racismo latente hacia el que es más pobre aún que nosotros y trata de hacerse un sitio bajo nuestro mismo sol. Se publica en un momento en que hay una auténtica ristra de asuntos criminales que afectan a unos cuantos españoles que han asesinado, maltratado, incluso torturado a inmigrantes por el simple hecho de serlo, desde una cultura del otro diferente. En este libro sale todo cuanto deba saberse sobre el tráfico de seres humanos desde nuestro inmediato Sur a este país nuestro que ya no sabemos si es del norte o del sur, aunque en el trato al inmigrante suele ponerse los tacones postizos del norte, tal vez porque tenernos una subconsciencia de la fragilidad de nuestro nuevo estatus o porque tenemos cultura de emigrantes y exilados, pero no de anfitriones para inmigrantes y exilados. Hemos exportado a nuestros hambrientos de pan y justicia, pero casi nunca hemos estado en condiciones de desarrollar la cultura del asilo, salvo la del asilo a capitostes fascistas que encontraron en la España de Franco su lugar en el mundo, incluso desde su condición de criminales de guerra.

Después de leer este libro ya nadie podrá autoengañarse sobre el sentido de esa emigración que nos llega y sobre la necesidad de un pronunciamiento ético que es a la vez político. He aquí una propuesta de solidaridad, para una cultura de la solidaridad que será necesaria para combatir el avance de la xenofobia como ideología primitiva de respuesta ante los movimientos migratorios condicionados por la cada vez más desigual relación de dependencia entre el norte y el sur. En el libro aparecen los emigrantes tal como son, los responsables políticos tal como son y los datos tal como son, en un esfuerzo testimonial total que no deja espacio para la evasión del espíritu. Pero también ofrece ejemplo concreto de solidaridad concreta y por lo tanto una propuesta de esperanza, nada teologal, sino de esperanza necesaria para reconstruir un internacionalismo de los sureños de este mundo... sean del sur que sea... porque ser del sur no es ninguna ganga y todo norte, por más pretensiones de norte que tenga, es un sur respecto a otro posible norte.