M.V.M.

Creado el
6/10/2010.


Se agradece a Eloy Lozano Domínguez su colaboración.

Eduardo Pons Prades
Eduardo Pons Prades.

Prólogo por Manuel Vázquez Montalbán a

Los que SÍ hicimos la guerra

de Eduardo Pons Prades, Ediciones Martínez Roca, Barcelona, 1973


Eduardo Pons Prades hizo la guerra civil española y la Segunda Guerra Mundial. Para muchos, la noticia de que hubo españoles empeñados en el bando aliado durante la Segunda Mundial puede ser una noticia sorprendente. Sobre los miles de españoles muertos en defensa de la causa aliada ha caído un público reconocimiento europeo, pero también un equivalente desconocimiento español.

    Estamos, pues, ante un libro contado por un testigo directo, que ha sabido unir esa presencia en los hechos con un conocimiento histórico del planteamiento general en el que se dieron. Un testigo lúcido donde los haya, que puede ir de lo concreto a lo general, de la carne humana más próxima a la humanidad como principio empeñado en la defensa de una determinada conciencia de sí misma.

    El libro de Pons Prades se suma a una precaria lista de obras testimoniales sobre la posguerra española. En este caso de la historia de la España que se exilio y que no concibió el exilio como una hibernación, en espera de tiempos mas propicios. Pons Prades nos habla de la España que empalmo la guerra civil con la guerra mundial, que gasto en esta dramática prolongación los mejores años de su vida.

    El libro pasa revista al clima en los campos de concentración franceses, a la toma de conciencia de una condición humillante, no siempre abrigada por la comprensión del país que acogía la diáspora española. Aporta a continuación un dato poco conocido: el origen español de buena parte de la Resistencia francesa. Pons Prades relata estos hechos concretos de resistencia antinazi, anterior incluso al celebre llamamiento de Charles de Gaulle desde Londres.

    El libro adquiere en ocasiones niveles de epopeya no enjundiosa, casi de relato de aventuras, avaladas por la realidad. Por doquier, nos ofrece rasgos de grandeza, de generosidad humana, de confianza en el sentido progresivo de la historia. En este aspecto es un libro estimulante, sobre todo en tiempos como los actuales, tan poco alta la moral europea, tan por los suelos aquellos objetivos por los que murió buena parte de la juventud europea, buena parte de la juventud del mundo. Un libro estimulante porque evidencia que, en las situaciones más comprometidas, más acosadas, la dignidad humana aporta una fuerza extraordinaria y es capaz de convertirse en un factor de cambio histórico.

    El libro, finalmente, se zambulle en uno de los fragmentos más deprimentes de la historia contemporánea: los campos de de exterminio nazis, donde miles de españoles padecieron las consecuencias, no ya de su participación en la Resistencia, si no incluso de su mera ideología política del pasado. Pons Prades prosigue a lo largo de todo el libro el método de avalar lo concreto con lo general, de acercar y alejar la cámara de los cuerpos concretos para captar de pronto las perspectivas generales y meternos en los ojos algo más que peripecias humanas individuales.

    Historia colectiva de una porción de España, Los que SÍ hicimos la guerra sintetiza el merito de lo literario y de lo documental. Es imposible leer esta obra sin una complicidad emocional con todo lo que cuenta. Como es imposible salir del cementerio parisino del Pére Lachaise con la mirada clara. En aquel cementerio está la tumba de Largo Caballero en su esquina más dramática: junto al muro de los confederados, donde en el año 1871 fueron fusilados los comuneros del país. Y muy cerca del muro, muy cerca de la tumba de Largo Caballero, se alza el pequeño panteón conmemorativo de “Los españoles que murieron por la libertad de Europa”. Este monumento fue costeado por suscripción popular, bajo el patrocinio de Pau Casals, el profesor Richet y Daniel Mayer, presidente de la liga de los derechos del Hombre.

    Triste historia la de esta esquina del celebre cementerio parisino. Triste la historia que se almacena muerta en esta esquina de la memoria de Europa. Del humus de esa tierra ha crecido la misma memoria que ha hecho posible el libro de Pons Prades, cuyo valor primero y último arranca de la posición moral de partida y de la intención historificadora de sus objetivos. En ocasiones la pasión testimonial hace que las ocasiones salgan a borbotones, con pasión de narrador y no con la contención del historiador. Pero tal vez una de las muchas gracias de esta obra sea la facilidad con que pasa de la pasión a la reflexión, una facilidad juvenil y esperanzada que nos traduce el retrato psicológico y moral del autor, mejor que una descripción a la medida.

    Es un retrato casi común a casi todos aquellos españoles que hicieron “las guerras”. Que sin darse cuenta pasaron de la adolescencia de 1936 a la madurez de 1945. Nueve años peleando. Nueve años de combate para recibir finalmente ese pago material desigual con el que la historia suele indiscriminar a veces a víctimas y verdugos. Pero también ese pago inapreciable que representa la satisfacción de haber forcejeado con el mundo y haber conseguido aumentar, aunque sea mínimamente, su progresiva aceleración.