M.V.M.

Creado el
17/2/2002.



Lo criminal en la literatura criminal,
prólogo por Manuel Vázquez Montalbán a

La novela criminal española

de José R. Valles Calatrava, editado por Universidad de Granada, 1991


    Hace ya años encontré a Valles Calatrava y me hizo callar. Era él entonces un joven recién licenciado que estudiaba la llamada novela policiaca española, en un momento en que sólo el enunciado me sacaba de quicio, por cuanto estaba siendo utilizado por la crítica purista para denunciar la conjura de una serie de escritores para volver a las andadas del realismo social bajo el disfraz de la novela policiaca. Yo me sentía indignadamente incomprendido y me costaba entender cómo pocos, muy pocos, se daban cuenta del carácter experimental que tenían mis primeras novelas "policiacas", más cerca de Manifiesto SubnormalTatuaje, La soledad del manager, Los mares del sur y sólo el éxito de Carvalho en el extranjero, más algunos buenos estudios también sobre todo extranjeros, han tranquilizado los espíritus y al menos garantizado una lectura menos apriorística de la serie. Pero cuando conversé con el profesor Valles Calatrava yo estaba en desacuerdo con que se especulara sobre la existencia de una novela policiaca española y que ésta tuviera las suficientes características diferenciales como para merecer adjetivos patrióticos. Hoy día casi no existe ninguna cultura nacional-patriótica y las literaturas nacionales sólo lo son por la lengua y ya muy poco por la propia tradición literaria.
    «Además -le dije yo al profesor- en España no hay tradición de novela policiaca». El muchacho muy prudentemente me dijo que él tenía censados unos doscientos títulos, desde la Pardo Bazán hasta Eduardo Mendoza. Los hechos no siempre son lo que parecen, pero los datos son irrefutables. Por el camino recorrido desde entonces me he topado con distintos investigadores sobre la denominada novela policiaca o criminal española y he tenido el honor de leer los manuscritos de unos próximos libros sobre este asunto de Fernández Colmeiro y de Valles Calatrava, libros apabullantes por la erudición, la seriedad metodológica y en el caso del libro de Valles por la información importantísima que aporta sobre el pasado de la novela criminal española.
    Me parece que los estudiosos de la moderna novela criminal están en la duda de buscar un mecanismo de descodificación que fije un tipo de novela criminal modelo o hegemónica o asumir una inmensa casuística que convierte hoy en pura arqueología no ya los decálagos de Chandler o Van Dyne, sino incluso las propuestas de la crítica estructuralista tratando de convertir el modelo de novela, criminal o no, en una fórmula de Einstein. Respetando la división fundamental entre novela-enigma y novela estrictamente criminal, he de confesar que las novelas policiacas basadas en el desvelamiento de un enigma me parecen crucigramas, a veces excelentemente redactados, pero crucigramas al fin y al cabo. En cambio la llamada novela criminal, iniciada por la provocación del delito (violación de los dos tabúes fundamentales: no matarás o no robarás) me plantea un rechazo diferente, pero no menos violento. No creo en la literatura de género si no demuestra que es sobre todo literatura y que lo criminal en la novela criminal es una simple convención cultural, como lo es Región en las novelas de Benet o la náusea ante el filesteísmo moderno en la literatura de Handke o Berndhardt. No basta con que la crítica reconozca que una novela policiaca esté bien escrita, sino que lo criminal pase a ser un elemento más dentro de una unidad literaria pluridimensional. La literatura de género es unidimensional y cerrada. La literatura ha de ser pluridimensional y abierta.
    El carácter experimental de la llamada novela criminal depende de eso que algunos críticos llaman "la ambición literaria" o "el rigor literario" y que no es otra cosa que la ética elemental de toda escritura, incluso de la escritura postmoderna que sabe que polimorfismo no quiere decir ni eclecticismo ni mimesis.
    La novela criminal más importante de la segunda mitad de siglo, con Sciascia a la cabeza, representa ese encuentro de patrimonios literarios cualitativamente convertidos en una propuesta singular por el talento de un autor. ¿Qué hay en Sciascia? Manzoni, la novela negra norteamericana, Kafka, la llamada literatura judicial italiana, pero esas diferentes tecnologías aplicadas a la descripcion de la perplejidad ética se convierten en un ejercicio experimental de literatura destinada a revelar zonas aún oscuras del conocimiento social e histórico. Sciascia ha creado la mejor novela política de este cínico final de milenio, sin recurrir a las convenciones de la novela política, pero utilizando convenciones genéricas del patrimonio literario aplicado a la narratividad de lo delictivo.
    De la misma manera que la novela de espías a lo Le Carré o Graham Greene es en realidad novela histórica fundamentalísima, la novela criminal que ha superado las hipotecas crucigrámicas y las explicaciones exclusivamente naturalistas o psicóticas del porqué del delito se ha convertido en una novela dedicada a la revelación de la doble verdad que guía la conducta social contemporánea: poder y parapoder, orden y desorden, política y delito, libertad y terrorismo de estado. El novelista que se aplica a ese experimento parece partir de la seguridad que le ofrece un modelo convencional, pero ahí está la dificultad precisamente. Un escritor de verdad no puede repetir fórmulas y sobre todo si aparentemente se acoge a la sombra de una fórmula. De ahí los errores pretextuales que suelen cometerse por parte de críticos y estudiosos ante un tipo de literatura materializada en colecciones estigmatizadas a priori y que permiten al crítico resolver el desafío profesional de la sanción leyendo la solapa y "suponiendo" la esclavitud del género al género, sin llegar jamás a la sospecha de que buena parte de los escritores que tratan de escribir Ulises también saben cómo se escribe Ulises. Hoy es más fácil imitar el alarde tecnológico de una literatura ensimismada que modificar cualitativamente una supuesta literatura de fórmula.
    Valles Calatrava nos ofrece un libro que será indispensable para impedir una lectura pretextual de buena parte de la literatura española de estos últimos veinte años que, tratando de recuperar la narratividad, el argumento, una historia y el tiempo hitórico, a veces ha utilizado la novela criminal para desvelar lo criminal como pauta de conducta incluso institucionalizada. Su trabajo no sólo aporta erudición sino también una propuesta de análisis crítico de la novela criminal, desde la información de todos los acercamientos estructuralistas hasta su propio compromiso como crítico de la obra de un puñado de escritores criminales que casi fuimos tratados como criminales y borrados de las selecciones nacionales de escritores, tanto de la "seniors" como de la "subveintiuno". Además este trabajo pone las cosas en su sitio en cuanto a la lógica interna de la evolución de la novela criminal española hasta convertirse simplemente en novela española.