M.V.M.

Creado el
14/8/2001.



Dos andaluces hablan de su tierra,
prólogo por Manuel Vázquez Montalbán a

Otra Andalucía

diálogo entre Julio Anguita y Rafael Alberti, editado por Editorial Ayuso, Madrid, 1986


    DOS ANDALUCES HABLAN DE SU TIERRA

Y fue en el Puerto de Santa María donde Julio Anguita y Rafael Alberti, dos principales ases del alfabeto de la conciencia más avanzada de Andalucía y España, empezaron a hablar de su tierra por el principio, es decir, por el mar. Nos asomamos a esta conversación, primero como mirones ilusionados por la aventura de que un poeta hable de política y un político de poesía y llegamos hasta la fascinación entregada, al comprobar que el poeta sabe lo que se dice cuando habla como un político y que el político no yerra cuando habla como un poeta...

    "... Yo también pienso, Rafael, que la política debe tene una cierta concepción poética. Si la política se transforma en gestión, en pura administración, si no tiene un contenido propio de la creatividad, con un hacer histórico-cultural, si la política no tiene impulso poético, me parece que no hay verdadero mensaje que dar."

    Emocionante que un poeta de la estatura universal de Alberti se preste al papel de provocador de la palabra política y poética de Anguita y estimulante, el que un político como Anguita no rehúya el desafío del lenguaje, de la reinvención del lenguaje político, hoy y aquí devaluado hasta la incomunicación, hasta el silencio. En la cotidianeidad política de esta España con sus casi diez años de democracia vigilada a cuestas, tres veces al día tienes que reprimir las ganas de gritarles a los políticos: "Calla si no puedes mejorar el silencio." Pues bien, para mejorar ese silencio envolvente, lleno de palabras gastadas y ocultadoras de su real sentido, dos andaluces se encontraron ante el mar del Puerto de Santa María y pasaron repaso a su memoria y a sus deseos. El poeta dice "memoria" v"deseo" y cumple, pero el político ha de concretar esa propuesta y Anguita la concreta: Historia e Ilusión. El político, dice Anguita, ha de conocer la Historia y ha de tener deseos, es decir, la ilusión de crear una realidad diferente.

    Y esa realidad diferente e inmediata es la Andalucía aplazada. Pero cuidado... exclama Alberti y en esa llamada de atención le secunda Anguita y le ayuda a clarificarla. No se trata de cambiar Andalucía para que no la conozca ni su madre, no se trata de cortar las raíces que hacen de Andalucía una de las reservas de vitalidad y fantasía del universo. Se trata de garantizar lo más positivo del "eterno andaluz" y erradicar los aspectos negativos de la vivencia de un pueblo históricamente sometido a una mala división interior de su riqueza y a un mal reparto de papeles realizado por el estado central. Víctima por doble partida, sus propios señoritos y el Estado, Andalucía ha recibido el encargo de cantar y emigrar y contra esa aparente fatalidad histórica se rebelan tanto el poeta como el político, dueños de un proyecto social de emancipación.

    A partir del mar como materia física y culta, la conversación de estos dos andaluces se hace Historia y futuro de Andalucía. Dos comunistas, es decir, dos hombres de futuro, porque el comunismo aún no existe, asumen una cultura popular de Semana Santa y cantos hondos, pero no rehúyen las constelaciones de las estadísticas, de los números que necesita todo proceso de transformación "... todavía en 1965, el propietario de siete fanegas de olivar vivía de ello, hoy ya no vive. La situación ha cambiado. Se ha producido una dependencia del capital exterior, las técnicas de cultivo se han modificado y las empresas agrarias son dependientes del crédito. La propia derecha protesta en nombre de los agricultores y lo hace refiriéndose a los grandes empresarios porque tienen que pagar créditos del 22 por 100. La Banca absorbe la propiedad de la tierra a través de la propiedad de las empresas y la respuesta a ello no puede ser la respuesta clásica de la "idea mito "de que la tierra es para quien la trabaja. Porque la realización de esa utopía, en este momento, convertiría al agricultor en siervo de la gleba. La unidad de cultivo que supone el latifundio hay que mantenerla, lo que hay que cambiar es la unidad de propiedad."

    "Pero sin olvidar, Julio -insiste Alberti- que somos andaluces... " opone Alberti, asustado por las matemáticas ¿o estará sólo asustado por la aritmética? Al poeta le asusta la aritmética deshumanizadora de políticos ejecutivos de acero inoxidable, pero también la demagogia que exalta por exaltar... "... porque al pueblo no se le puede engañar, en ningún sentido... " La palabra de Anguita le parece clara e ilusionadora, palabra de alcalde que se echaba a la calle a explicar el ABC de su política municipal mediante pizarra y tiza, como Rafael Alberti se echó a la calle republicana a explicar el ABC de la libertad. Todavía la casta culta no le ha perdonado a Alberti que pusiera su instinto poético a disposición de las gentes y las piedras, de la canción y el muro. Y la casta política ve en Anguita una extraña ave que cuestiona el lenguaje y las maneras de esa nueva "clase política" dispuesta a mentir tanto en lo que sabe como en lo que no sabe, con tal de mantenerse en las poltronas. La fuerza de Alberti se la da su molesta, para algunos, constancia en la apuesta histórica por el comunismo y la libertad. La fuerza de Anguita es que combate racional e ideológicamente, sin tener en cuenta el oportunismo de "lo que conviene", de lo que "debe o no debe decirse".

    Alberti ha puesto muchas veces su proyecto social en verso. Anguita lo ha puesto en un programa político de transformación que somete a la decisión de los andaluces, desde la voluntad de ser Presidente de la Junta de Andalucía... "...yo tengo desde hace año y medio asumida la Presidencia: no porque crea que voy a ser el Presidente de Andalucía, sino porque tengo claro el proyecto de gobierno, la responsabilidad de gobernar, como lo tenía en Córdoba. Es fundamental asumirlo, ganes o no ganes, porque constituye un proceso de autoformación, de afrontar el riesgo inherente a ello y de situarse frente al PSOE en una actitud de igualdad."

    Porque este pueblo no es la última basura de España, sino el mejor de sus pueblos... proclamará Añguita con un orgullo necesario que levanta como una reivindicación frente al nuevo ternero de oro, ese ternero de seiscientos kilos, engordado de la noche al día con piensos muy compuestos, que no sabe qué hacer desde su peso, ni con su peso. El ternero de oro, el PSOE, tuvo que tragarse la evidencia de que Anguita fuera elegido alcalde de Córdoba, a pesar de que el estado mayor del partido en el poder movilizara todos sus efectivos celestes, terráqueos y subterráqueos para descabalgar al "califa" de su caballo alazán. En las primeras elecciones sacó ocho de veintisiete concejales y en las segundas diecisiete. Se ratificaba así una obra bien hecha, el sentido práctico de un político poeta bendecido por Alberti, poéticamente, al borde del mar del Puerto de Santa María, amanzanillado mar que al moverse ya canta. "Yo creo que los poetas no mueren sentados. Los poetas que se sientan ya están muriendo. Todos los de mi generación que se han sentado, todos se están muriendo."

    Junto a ese mar, dos andaluces hablan de su tierra y proponen a sus paisanos que se llenen de amor, de virtud, de poesía o de vino. Es una propuesta de otro poeta Baudelaire, la propuesta del don de la ebriedad que sólo puede hacerse a los pueblos sabios. Como concluye Alberti: "Hay que estar siempre ebrio de algo: de poesía, de vino, de amor o de política."