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Gran liquidación, fin de temporadaMANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁNEl País, 12 / 5 / 1998    Las posibilidades de acuerdo en el Ulster y la irrupción del efecto Borrell en la vida política española alivian la insoportable sensación de levedad con que se empezaba a despedir el milenio. Las posiciones más habituales de los medios de comunicación ante estas cuestiones se estaban haciendo tan insufribles que ni siquiera se soportaban a sí mismas. Es difícil pensar que los responsables, firmantes o anónimos, se creyeran lo que estaban escribiendo y más bien sospecho que estaban aprisionados en el diseño del homínido correcto. Se habían instalado en lo mediáticamente correcto al servicio de lo políticamente correcto, con el oído a la defensiva de cualquier ruido, se llamara el ruido Borrell o propuesta de negociación en Euskadi o movimiento zapatista en Chiapas. Se acentúa la tendencia a minimizar las razones de los zapatistas, presentados progresivamente como culpables de que Armani no haya podido establecer sus sucursales en San Cristóbal, privando así a los indígenas de un definitivo acceso a la modernidad. Está de moda repostar antizapatismo en México DF
porque así eres admitido en los salones del Bloomsbury intelectual local, de lo contrario
engrosas las filas de la obscenidad resistencial, sombra nostálgica de una ética de la
resistencia que ha hecho mucho más daño a la humanidad que la ética de la explotación. Se
cuelan en los mejores brain trusts del país subintelectuales maccarthystas parasitarios que
con 20 duros de posmayismo francés sancionan la Historia como el fracaso continuado de
todos los zapatismos que han sido frente al sentido común de todos los PRI víctimas de
malentendidos maximalistas. ¡Qué gran rey constitucional nos perdimos cuando
guillotinamos a Luis XVI! ¡Qué estúpidamente obligamos a Franco a ser un dictador por el
procedimiento de no cederle el Estado el 18 de julio de 1936! ¡Criminal conducta la de los
soviéticos al oponerse al avance de Hitler provocando así la muerte de 20 millones de
ciudadanos! ¡Miserable resistencia contra los nazis que llenó los comentarios de
represaliados! ¡Culpable conducta tupamara o montonera desafiando el código de honor de
los caballerosos militares y forzándoles a la barbarie! Tengo detectados a especímenes
intelectuales de esta calaña que progresivamente se han infiltrado como pensadores
mediáticos, sin otro mérito que ofrecer su electroencefalograma plano como canon y de tener
una sorprendente capacidad de diagonalizar la lectura de 50 libros de pensamiento al día. Su
negación de la ética de la resistencia conecta con la demanda del mercado del pensamiento
único y su rechazo de lo diferente como sospechoso de insumisión arbitraria forma parte del
metabolismo intelectual casi dominante en este país, perdido aquel pudor que nos salvó de
exhibicionismos objetivamente reaccionarios en los primeros 10 años de la Transición. |