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Queridos niñosLUIS SOLANAEl Mundo, 1 / 7 / 1999A ver tú, estate quieto Manolo; y vosotros, los columnistas de por este territorio, un poco de silencio. ¡Mira que dais la lata! Con este ruido no hay manera de explicar la asignatura. Quedaos quietos y callados y seguro que entenderéis la lección de hoy. Va de la OTAN; va de Javier Solana; va —en consecuencia— de la asignatura de Democracia. La clase de hoy es sobre los Balcanes. ¿Te quieres callar, Manolo? Como sigas así me vas a obligar a hablar con tu padre y contarle tu comportamiento en clase. Parece mentira que un niño tan inteligente como tú se comporte de esta forma tan indisciplinada. Es una vergüenza. Ya informaré al señor Vázquez cómo trata su hijo estos asuntos tan importantes para la formación de los ciudadanos que quieren vivir en democracia. Bien es verdad que siempre habrá que tener en cuenta que se trata de un niño y que —en consecuencia— se le deben perdonar muchos errores propios de la ingenuidad o de la osadía de sus pocos años. Este Manolo Vázquez siempre ha sido un excéntrico. ¿Quiere decir eso que no está centrado? No, por favor. En el concepto de centro que se nos está viniendo encima, Manuel Vázquez no es que sea una pieza más, es que es indispensable. Vázquez es ese progresista brillante (siempre izquierda histórica) que entretiene al personal de la derecha, y racionaliza lo más conservador del paisaje. Vamos a ver, Manolo Vázquez o Manuel Vázquez (que no tengo claro de qué depende cómo hay que llamarte): «Niño deja ya de joder con la pelota». Hay columnistas que tienen viejas razones para criticar a la OTAN o a Javier Solana. Pero resulta infantil eso de que una persona inteligente se dedique a criticar la defensa de los kosovares y los ataques a un dictador europeo, considerando todo eso algo así como un ataque a los derechos humanos de no sé qué seres humanos cuidadosamente inventados. Terminología confusa que encaja perfectamente con la personalidad de don Manuel, uno de los buenos escritores de nuestros días, pero una de las personas más cegadas por su propio pasado, lo que hará —y bien que lo siento— que ya nunca vuelva a ser políticamente feliz. Ahora las democracias trabajan —y pelean— para que los dictadores europeos, felizmente residuales, desaparezcan de las pizarras de todos nuestros colegios. ¿Os vais enterando, niños, de la importancia de todo esto? Pues, señorita, yo no. Pero, Manolo, si te lo he explicado todo por lo menos tres veces. Señorita, es que me han dicho en casa que conteste a todo que no: ha pasado lo mismo hasta en la clase de Geografía; es cosa de mis mayores; ya sabe usted quiénes son. Queridos niños, no olvidéis que mañana seguiremos con la lectura del libro de Carlos Taibo, Para entender el conflicto de Kosova. Ya sé que la mayoría de vosotros —después de leer los primeros capítulos— ha decidido que Manolo no tiene razón, pero seguiremos leyéndolo en alto hasta que Manolo —por lo menos— dude. |