M.V.M.

Creado el
11/5/2000.


Más sobre El hombre de mi vida:

1) Reseña de Quim Aranda

2) Reseña de Santos Sanz Villanueva

3) Reseña de Rosa Mora

4) Reseña de Vespito.net


Horchata y melocotones

F. ROMEO

ABC Cultural, 6 / 5 / 2000.


    El hombre de mi vida es sólo lateralmente una novela negra, pese a estar protagonizada por Pepe Carvalho, ya que no falta una investigación detectivesca (la del asesinato del hijo de una familia de la burguesía catalana a manos de otro hijo de una familia burguesa catalana implicados en un asunto mitad luciferino, mitad mercantil). Vázquez Montalbán ha volcado en este regreso (que también es físico, porque Carvalho vuelve de Buenos Aires) otras preocupaciones al margen de las genéricas, entre ellas la de la memoria, acaso la más importante, la individual y la colectiva, siendo una vez más la ciudad, Barcelona, más «abierta, profiláctica y pasteurizada», el marco para el desarollo de esas fugas de recuerdos del pasado: hacia la infancia de Carvalho, más humano que nunca, hacia sus padres, hacia sus amores, hacia los muertos que sólo él recuerda...

    El ex agente de la CIA tiene ya más tiempo por detrás que por delante (aunque en la anunciada última novela de la serie Vázquez Montalbán tenga previsto embarcar a Carvalho y a Biscuter en una vuelta alrededor del mundo), y el transcurrido le empieza a pesar demasiado, pese a que la pulsión del amor, sobre todo la del amor, se mantenga intacta y se vuelque en tres historias con tres mujeres muy diferentes: el reencuentro con la Charo, su paraguas protector de siempre, que anda de mantenida de un amigo del President Pujol y de prostituta reconvertida en gerente de una «boutique de dietética y cosmética biótica»; la reaparición, como en «la fantasmagoría de La mujer del cuadro de Fritz Lang» de Yes (una de las protagonistas de la que según muchos es su mejor novela policíaca, Los mares del Sur); y la recién descubierta Margalida, una joven nacionalista, sentimental y casi espía.

    Hay en El hombre de mi vida una puesta en claro (que tiene mucho de farsa y chirigota: con intervención del grupo teatral La Cubana incluida) del escenario político catalán, español y europeo, con consideraciones sobre cuestiones nacionales (con un imaginario catalán constituido por la cuatribarrada, el Barcelona F.C., Sharon Stone, la top model Judit Mascó, Alex Crivillé, Pep Guardiola y el subcomandante Marcos; con la posible construcción de transregiones antihistóricas), económicas y religiosas, o más bien eclesiales, entre los ritos cátaros y las nuevas sectas emergentes de una «espiritualidad inteligentemente laica».

    No hace renunciar Vázquez Montalbán a Carvalho a sus deseos de comprender la realidad, aunque cada vez, quizá porque por primera ocasión el miedo le aprisione, importen más otros refugios que el del conocimiento: la cocina, que siempre ha sido su aliada; la infancia, que aparece con gran fuerza, sobre todo el recuerdo de su madre; y un mar, redescubierto en las playas nuevas de Barcelona, que cumple una función reparadora, de vuelta al útero.

    Carvalho sigue siendo un espectador al margen, al que bastante le «cuesta ser un individuo», que «no confía en los pueblos», para el que los «para siempre» son muy breves, y al que sólo la ausencia de una cuenta corriente saneada y la perspectiva de una jubilación penosa le llevan a implicarse en asuntos ajenos (ya sea la puesta en marcha de unos servicios secretos catalanes que investiguen los posibles riesgos de una balcanización por el trasvase del Ebro, o el asesinato entre iguales por un quítame allá estos negocios y estos demonios). La constatación de que «aquí nadie es lo que parece», como en la farsa de Chesterton El hombre que fue Jueves, hace de Carvalho un personaje mucho más humano, con menor carga retórica, consciente de la farsa pero más empeñado en no ser relativista con aquello que le importa.


Más sobre El hombre de mi vida:

1) Reseña de Quim Aranda

2) Reseña de Santos Sanz Villanueva

3) Reseña de Rosa Mora

4) Reseña de Vespito.net