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HierroMANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁNEL PAÍS, 14 / 12 / 1998.
Hay que aprovechar la ocasión para clarificar la significación de la poesía española de la inmediata posguerra, especialmente la que hicieron unos poetas como Hidalgo, Blas de Otero y José Hierro, a manera de rebelión prometeica tratando de pensar y expresar, es decir, conocer el desastre de la condición humana, subyacente bajo y sublimado sobre el desastre sensorial del repugnante franquismo. Estamos ante un trío de poetas de excepción respondiendo a la expectativa promocional o generacional de la angustia existencialista. Por eso es reductivo calificar de poetas sociales a Hierro o a Blas de Otero, no porque la poesía social fuera mala o inconveniente, sino porque fue tan social o tan poco social como toda la poesía. Hierro consiguió transmitir la mirada del perdedor como sensible, interesado, subjetivo, lúcido apologeta de una historia hecha por sus víctimas, la vida como autoinmolada cotidianidad, en la sospecha de que lo histórico tiene postrimería. Lo personal no va más allá del epitafio. |