M.V.M.

Creado el
8/1/2000.



Marta Harnecker y la izquierda

MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN

EL PAÍS, Babelia, 11 / 3 / 2000.


Marta Harnecker

Marta Harnecker entre Vázquez Montalbán y Paco Fernández Buey, durante la presentación del libro en la Universidad Ramon Llull de Barcelona.
La propuesta weberiana de pedir lo imposible para conseguir lo posible, da subtítulo a La izquierda en el umbral del siglo XXI, de la chilena Marta Harnecker, autora de Los conceptos elementales del materialismo histórico (1969) uno de los referentes del mayismo de final de los años sesenta, aunque fuera publicado un año después de los mayos del 68, que fueron varios y de distinto signo y finalidad. Noventa ediciones de Los conceptos elementales del materialismo histórico da idea de su repercusión, convertido el libro en un catecismo de la nueva izquierda formada a la luz del estructuralismo marxista de Althuser y la autora en un referente obligado del mayismo junto a Poulantzas, Marcuse, Althuser o el situacionismo. Este libro formó la conciencia revolucionaria de una izquierda maximalista por aquellas fechas alineable a la izquierda de los partidos comunistas en la tradición tercerista.

Cuando yo estaba elaborando Y Dios entró en La Habana tomé contacto en la capital de Cuba con Marta Harnecker, me pasó el texto embrionario del actual libro y meses después, en el transcurso de una conversación con Carlos Solchaga, le di cuenta de mi encuentro y se sorprendió: ¿está viva? El comentario da idea de la falsa sensación de ausencia urdida en torno de la Harnecker, residente en Cuba desde el golpe de Estado contra Allende y casi silenciosamente dedicada a la investigación de los movimientos sociales y políticos preferentemente de América Latina a través del MEPLA. Fruto de ese saber acumulado es en parte este libro, concebido como una unidad de reflexión con planteamiento, nudo e hipótesis de revolucionario global a partir de la revolución cubana hasta la caída del socialismo en la Europa del Este. El nudo, la descripción de los nuevos paradigmas económicos, técnicos y culturales del mundo de hoy caracterizado por la globalización capitalista y la resituación de la izquierda realmente existente. A la izquierda dedica una hipótesis de futuro a partir de la evidencia de sus crisis de saber, de programación y organización y esa hipótesis debería pasar por reaprehender el mundo y recuperar un discurso revolucionario posible en conexión con los movimientos populares nacidos extramuros de la izquierda convencional y de la crisis generalizada, a manera de respuesta de una izquierda necesaria convocada por las quiebras de la realidad. El análisis coincidiría con los intentos de salida de la perplejidad que han afrontado otros autores de la izquierda intelectual situada entre la deconstrucción de los restos del naufragio y la reconstrucción de un discurso crítico. Queda por delimitar el gran problema de quién es el sujeto histórico de cambio que exigiría subjetiva u objetivamente la transformación de la sociedad, habida cuenta de la pluralidad potencial de ese sujeto evolucionado desde aquella histórica clase obrera convertida por la revolución industrial en protagonista ascendente de la Historia. Nunca ha sido fácil que los potenciales sujetos históricos de cambio adquirieran conciencia de que lo eran y el proletariado está pasando a la historia sin haber adquirido conciencia de clase urbi et orbe. Más difícil lo tiene el disperso sujeto histórico crítico formado frente a la globalización y que más que moverse en pos de la utopía debería hacerlo a partir de un inventario de necesidades.

El carácter plural del actual sujeto histórico crítico condicionaría la estrategia emancipatoria, como así puede deducirse de la diversidad de convergentes que suscita el rechazo de la globalización tal como se presenta. Marta Harnecker propone no empezar desde cero y asumir la memoria histórica de la izquierda no como una perpetua autoflagelación, sino como la memoria de un propósito y la voluntad de modificarlo en contacto con la sociedad y abandonando el reduccionismo clasista. Especial interés tiene el diseño del cuadro político de la nueva época que no puede tener, escribe la autora, mentalidad militar, ni recurrir a la demagogia populista, sino radicarse en la pedagogía popular. La corrección orgánica del partido emancipatorio se queda a las puertas del papel crítico de la sociedad civil que no se puede reducir a la sociedad de los simpatizantes críticos, tal vez porque la autora imagina su hipótesis desde un análisis concreto de la situación concreta cubana, experiencia no extrapolable a las otras sociedades realmente existentes y evidentemente no extrapolable al crecimiento del papel de las vanguardias críticas de la sociedad civil en buena parte de la aldea global. El libro es especialmente interesante por estar fraguado en el seno de la experiencia cubana y haber entrado en la lógica de la globalización cuando era discutida como marco por la ortodoxia castrista, aunque Ignacio Ramonet me dijo que a Castro no le preocupa últimamente otra cosa que saber de globalización más que Ramonet, Manuel Castells o la mismísima Harnecker juntos.