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Cuentos sobre el 98LUIS DE LA PEÑAEL PAÍS, Babelia, 9 / 1 / 1999.
    Eternamente joven, momificado, Julio Ratapáez recorre, de la mano de Francisco Nieva, de 98 a 98, el Madrid de todo el siglo. Con ese estilo que caracteriza sus novelas, fantasmal y maravilloso, Nieva construye un personaje en el que cabe todo un siglo, un personaje eterno que nos habla de sus andanzas por una ciudad que ha visto pasear a las gentes del 98. Para Andrés Trapiello es el Baroja joven el que representa ese espíritu nuevo que se gesta en el fin de siglo. Manuel Vázquez Montalbán retrata a Franco de pantalón corto, dentro de un retrato de familia acartonado y rancio. Ángeles Caso recurre a uno de sus temas preferidos: Sisí. Aquí se trata del asesinato de ésta a manos de un anarquista, emparentado y, en cierto modo, discípulo de aquel otro que en el verano de 1897 daba cuenta de la vida de Cánovas del Castillo. Cuenta Jesús Pardo cómo Estados Unidos tuvo la idea de comprar la isla de Cuba y, de paso, el Museo del Prado. Luis García Montero se asoma, con un aire indefinido y lejano, al nacimiento de Federico García Lorca. Longares y Leguineche nos recuerdan aquellos días en Filipinas y en Cuba, adonde viaja Juan José Armas Marcelo de la mano de un loco, cuya estirpe pretende heredar el madrileño palacio de Linares, y Alfredo Bryce Echenique mira el siglo desde su mitad, y desde la otra orilla. O desde las dos.     Un año de eternas, fugaces y pastosas celebraciones se encuentra aquí reunido bajo miradas y estilos diferentes. Desde la escritura de reportaje, periodística en el mejor sentido (Leguineche), hasta el fantasmal personaje momificado y eterno de Nieva, una multitud de registros, de procedimientos y de temas que corroboran de algún modo cada ejercicio estético, y esa visión ya repetida y machacona que tenemos del 98. Detrás de cada relato se descubre la escritura de su autor, en ella se reflejan de manera fiel sus modos, su estilo e incluso sus temas predilectos (Caso y Sisí, Vázquez Montalbán y Franco, Armas Marcelo y Cuba, García Montero y la Granada de Lorca, ...). Un libro, en fin, entretenido, unitario y con agradables piezas menores de autores de diversas procedencias, intenciones y condiciones estéticas. Una guirnalda más para el fin del milenio. |