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EUROPECIASMANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁNEL PAÍS, 07 / 12 / 1992Esto de Europa parece una novela por entregas, y la diferencia entre lo que se dice y lo que no se hace da la medida de la magnitud de la tragedia. Es como si una parte de Europa estuviera en celo y la otra con el cinturón de castidad. Encomiable la actitud utópica de nuestro jefe de Gobierno, a medias heredada de Max Weber y a medias de Conchita Piquer: "Para conseguir lo posible hay que aspirar a lo imposible" (Weber). "Que no me quiero enterar, / no me lo cuentes vecina, 1 prefiero vivir soñando / que conocer la verdad" (Conchita Piquer). Comprendo que nuestros políticos vayan por Europa recordando plazos, emplazando cláusulas y recitando lo de Santa Rita Rita, lo que se da no se quita. Pero me temo que estamos poniéndonos pesados y que un día de estos nos van a empezar a mirar como a moscardones africanos de la europeidad y a resucitar aquella afrenta racista: Europa empieza en los Pirineos. A la luz de este despecho, hijo del desaire, ¿qué sentido tienen las batallas europeístas del inmediato pasado? ¿Por qué nos hicimos tan mala sangre sobre Maastricht sí o Maastricht no? Igual nos ocurrió ante la cuestión de Irak y Kuwait, y ahora resulta que los kuwaitíes nos dejan en plena suspensión de pagos, después de lo mucho que ayudamos a bombardear por ellos. No. No hicimos a tiempo la revolución liberal y eso se paga toda la historia, por más que nos salgan bien las ceremonias inaugurales y de clausura de Juegos Olímpicos y exposiciones universales. Dicen: "Bien, bien, se han espabilado estos chicos; mira, hasta saben utilizar el fax y pronuncian correctamente my taylor is rich"... pero de ahí a darnos una ciudadanía europea plena, tiempo al tiempo. Aún tenemos que demostrarles que les servimos para algo: camareros, carabineros, aduaneros... |