Creado el 5/4/2000.
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PULSO CIUDADANO
«¿Tengo yo cara de Carvalho?»
JUAN CARLOS MERINO
La Vanguardia, 31 / 3 / 2000
—¿Qué opina de la narrativa española actual? ¿Hay mucho que tirar a la hoguera?
—No lo creo, aunque siempre hay algo que tirar a la hoguera, claro. Pero está en un momento de madurez. Ha cuajado además como género, reconocido por el público. Y eso es una novedad de los últimos veinte años. Hasta entonces ocurría como con las películas: la gente prefería ir a ver una película norteamericana o italiana antes que española. Con las novelas ha ocurrido algo parecido y ya hay una veintena de autores cuyas novedades son seguidas y respaldadas por el público.
—¿Y los autores jóvenes? ¿Todo es sexo, drogas y rock and roll?
—No, eso es un tópico. Incluso los que aparecieron como representantes de esa nueva sentimentalidad ante la realidad, como Loriga y compañía, son novelistas muy interesantes y que en el fondo han escrito casi una crónica social de su mundo, del mundo tal y como lo ven ellos, que no tiene nada que ver con los cronistas realistas de los años 50 o 60. Es otra historia, pero son novelistas muy apreciables, en fase de evolución. Todos ellos están destinados a ser escritores notables.
—En el escenario político vamos a tener cuatro años de obras escritas por un mismo partido...
—Bueno, se acusó en su día a Carmen Romero de tener 150 novelistas. A ver cuántos poetas tiene el señor Aznar, ya que al parecer le gusta más la poesía que la novela.
—¿Cuál cree que es el terreno de juego preferido por el Gobierno: el drama, la comedia, el thriller?
—Esperemos que no sea el thriller, sería terrible. Yo creo que el poder se mueve siempre en los límites de la tragicomedia.
—¿Y dónde está la izquierda española?
—La izquierda residual, la que queda de las grandes formaciones del pasado, está lamiéndose las heridas. Pero hay una nueva izquierda, que está extramuros del sistema. Y esa nueva izquierda es la que está dando la réplica a los grandes desafíos. Por ejemplo, a la globalización la está contestando en buena medida esa nueva izquierda.
—¿Viene usted muy a menudo a Madrid?
—Con frecuencia: cada vez que tengo que presentar algo propio o ajeno, o porque haya algún acontecimiento cultural que valga la pena.
—¿Qué es lo que más le gusta y lo que no soporta de Madrid?
—Me gusta la ciudad. Determinados barrios me encantan. Lo que no soporto de Madrid es lo que no soportaría en cualquier capital de Estado: ese carácter oficialesco que puede tener. Y también algunos rasgos de conducta urbana condicionados por el señor alcalde actual. Pero me gusta Madrid y me gusta mucho pasearla.
—¿Y la cocina madrileña? Bueno, si es que existe.
—Es mínima. La cocina madrileña es un encuentro de las distintas cocinas del país. Hasta hace veinte años es donde tenías que venir para encontrarte con la cocina vasca o andaluza. La cocina madrileña, de hecho, es una prolongación de la cocina castellano-manchega, muy interesante.
—¿Qué le parece ver a Pepe Carvalho por la tele?
—Lo veo de reojo.
—¿Pero le reconoce?
—Insisto en que lo veo de reojo, para no comprometer del todo la mirada.
—¿Pero se imaginó alguna vez a su personaje con la figura de los actores que lo interpretan?
—Los actores españoles que han encarnado a Carvalho han propuesto al receptor lecturas diferentes, porque un actor ya condiciona al personaje por la percha. Andión, Ballesteros, Galiardo, Poncela o Puigcorbé son Carvalhos diferentes, aunque todos lo han resuelto con una gran dignidad.
—Pues mire, yo siempre me he imaginado a Carvalho como si fuera usted.
—¿Tengo yo cara de Carvalho? ¿Me imagina pegando yo un puñetazo? ¡Recibiéndolo, todavía!
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