Creado el 6/2/98.
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Entrevista de María José Ragué
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Carvalho es una solución técnica
FRANCESC ARROYO
EL PAÍS, 7 / 4 / 1983.
La portada de la última novela de Manuel Vázquez Montalbán, Los pájaros de Bangkok, afirma que "Pepe Carvalho emprende un exótico viaje en un tiempo en que la aventura es casi... imposible". El autor, sin embargo, no cree que sea un libro de viajes, sino una especie de crónica del tiempo presente, "una novela más libre que las anteriores", donde la presencia de las golondrinas en Bangkok y el Mar Menor muestra la identidad de la condición humana.
Tres historias simultáneas, dos de ellas situadas en Barcelona, y la tercera en Thailandia, llenan las páginas de la novela y las horas de un Carvalho obsesionado por modificar una realidad terca como el propio detective, pese a su aparente distanciamiento, quien, en esta ocasión se decide a votar por correo a quienes le reclaman la papeleta desde carteles "militantes".
—En esta novela recupera usted un tono de escritura que recuerda, en no pocos momentos, una de sus mejores obras, Manifiesto suhnormal.
—Es un tono de escritura que de hecho no he perdido nunca en mis escritos, tanto en periodismo como en poesía o en novela. De todas formas es difícil mantenerlo en un discurso de carácter realista.
—Hay dos temas que aparecen reiteradamente en la narración, la vejez y la muerte.
—Esos elementos son bastante constantes. En las otras novelas siempre hay una intención dominante muy clara, por ejemplo, en Los mares del sur, la fábula del desclasamiento; en Asesinato en el Comité Central, el viaje al interior de un partido político. En cambio, en esta novela quedan más en el aire los elementos de carácter reflexivo sobre la condición humana. De hecho, la clave de la novela es un poco plantear que todos los pájaros son iguales, que la condición humana es igual aquí que allí. Y todos los elementos reflexivos que hacen referencia a lo más dramático de esta concepción, la decrepitud, la fidelidad, el amor, la muerte, tienen en la novela un peso básico. Y no es extraño que el tema de la decrepitud y la muerte tenga predominancia en una novela que yo considero que es básicamente amorosa. En ella están casi todas las formas posibles de amor, desde el amor lésbico al amor platónico. Los personajes se mueven por el amor todos ellos. Pero esos elementos están condicionados por una pluralidad de reflexiones que en esta novela caben y quizás en las otras estaban supeditados a un propósito dominante. Esta es una novela más libre y más plural.
—Amores sin embargo, condenados a terminar en tragedia.
—Quizá no tanto en tragedia como en frustración, porque de hecho están pendientes de una frustración referencial, que es la de la muerte, constante en el ciclo Carvalho. Hay un punto de referencia inapelable y, entonces, la función no es más que un entrenamiento o una aproximación, no sé, en que está implicado Carvalho y todo lo que he escrito hasta ahora. Es la tesis de la no existencia de un final feliz.
—Carvalho presenta una curiosa fidelidad de tipo casi familiar hacia los personajes de su intimidad, que a veces parece rozar la monogamia.
—Es una fidelidad pasiva. Carvalho es un voyeur y tiene historias de amor a lo largo de la novela. Lo que ocurre es que quizá las relaciones de Carvalho en este tipo de amor son las de la no comunicación. Carvalho ha nacido para ser un personaje incomunicado. Es un outsider, si no se me jorabaría la solución técnica que implica, porque Carvalho es una solución técnica, que me permite resolver el problema, para mí capital, de poder ser realista desde el punto de vista. Carvalho es un tipo fronterizo que sanciona moralmente desde su propia ambigüedad y eso me exime de equivocarme, que es uno de los errores básicos de los escritores realistas.
—Carvalho es un mirón, pero un mirón apasionado, que no intenta comprender el mundo.
—Sí, Carvalho es un mirón, pero sin embargo juzga inevitable un compromiso: siempre es solidario con las víctimas. Y, en general, acaba fascinado por la gente que ha muerto porque son los verdaderos perdedores de la historia. Ése es el compromiso moral del personaje. Aparentemente renuncia a comprender el mundo, pero opera con una lógica fundamental que asume y que es la que le obliga a ese distanciamiento, el darse cuenta de que a la hora de la verdad todo se reduce a un juego de poder, a relaciones de fuerza, a relaciones entre gente poderosa y gente que no lo es. A todos los niveles, desde el económico al psicológico.
—Desde esta perspectiva llama la atención el tratamiento que se da a un personaje de la novela, Marta Miguel.
—Marta Miguel, creo, es el verdadero protagonista de la novela y en muchas momentos me planteé darle más entidad, hasta que me di cuenta de que no, de que la gracia del personaje estaba precisamente en su poquedad. Introduce el tema del desclasamiento pero a otros niveles que en Los mares del sur, no se trata de un desclasamiento económico, sino psicológico. Es una persona lastrada para integrarse en el mundo de los elegidos o de lo que ella decide que son los elegidos. Y además tiene una carga tan tremenda de fidelidades sentimentales a sus raíces, simbolizadas en su relación con la madre. No puede actuar con crueldad y acaba siendo autodestruida. Es otro universo más que siempre ha estado presente en Carvalho, el papel de la cultura modificando la conducta, que Carvalho resuelve con exabruptos quemando libros, porque considera que la cultura le ha separado de la vida, pero que en otro orden de cosas es lo que lleva al suicidio a Marta Miguel.
—Es un personaje que recuerda en ciertos aspectos la novela 1984 de George Orwell.
—Es posible, aunque debería planteármelo. Lo cierto es que cuando empecé a redactar esta novela estaba tentado de escribir un brevísimo ensayo sobre 1984, y me leí las utopías que me interesaban, entre ellas la de Orwell. Pero tendría que pensarlo.
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