Creado el 11/3/98.
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Pepe Carvalho nunca muere
RAFAEL CONTE
EL PAÍS DOMINGO, LIBROS, 20 / 11 / 1988.
Decimocuarto volumen de la serie dedicada al detective Pepe Carvalho, El delantero centro fue asesinado al atardecer —título bastante endeble y de dudoso gusto— encierra, sin embargo, una de sus aventuras mayores, si no claramente la mejor de todas. Ya se sabe que Manuel Vázquez Montalbán no ha escrito nunca una gran novela, pero sí escribe libros importantes, de primera magnitud, cargados de eficacia y sentido.
    Esta serie, en apariencia policial, es la que ha proporcionado a su autor una mayor repercusión, el Premio Planeta y el triunfo en el exterior. Constituye una serie narrativa de gran envergadura sobre la España de la transición entre el régimen anterior y la democracia. En otros de sus libros, de apariencia más seria y profunda —El pianista, Los alegres muchachos de Atzavara—, se aborda el mismo contexto, con mayor hondura y menor eficacia. Pero todo ello consagra a Vázquez Montalbán como el novelista por excelencia de la transición española.
    No hay que pedir, por tanto, a este delantero centro demasiadas cosas. Aunque el hecho de que Carvalho, que no parece llegar directamente del balneario anterior, metáfora de Europa, pero una de las novelas más endebles de la serie, pues está más viejo y cansado y come como nunca, se enfrenta no con uno, sino con dos delanteros centros es un hallazgo para la estructura policial del relato; pero poco más hay. Pues hay dos delanteros, dos clubes, dos criminales, dos posibles víctimas, dos comisarios —uno franquista y el otro estructuralista, vaya por Dios—, y hasta de los fieles de Carvalho, que son tres (Charo, Biscuter y Bromuro), sólo quedarán al final dos.
    Tengo entendido que en alguna ocasión, Vázquez Montalbán pensó terminar esta serie matando a su personaje, convirtiéndolo en criminal o algo parecido, pero me da la impresión de que le ha sido imposible.
    Carvalho no es exactamente un personaje, y cada vez menos, dado su cansancio y pasividad, que llegan hasta el punto de que en este volumen ya ni siquiera hace el amor: sólo come. Carvalho es un espejo, un espejo de estirpe stendhaliana, y los espejos nunca mueren; se pueden romper, pero nos siguen reflejando en cada uno de sus fragmentos.
    A un club de fútbol que es el más potente de España y del mundo, y que es algo más que un club —como Pepe Carvalho es algo más que Pepe Carvalho—, llega un nuevo fichaje, un bota de oro, el delantero centro británico más cotizado del mundo; pero esta llegada viene acompañada de misteriosos y retóricos anónimos que anuncian su muerte. Pero también hay otro club, mucho más modesto, y otro delantero centro, vieja gloria en decadencia, y el club grande se come al chico, el crimen previsto se convierte en otro, que no llega hasta la página 166, y al final el verdadero criminal será el sistema capitalista, con lo que todo queda en casa, pues el dos simboliza el maniqueísmo.
    El que al final los verdaderos crímenes queden impunes es la mejor de las rupturas que Vázquez Montalbán ha integrado en el género policial, pues es sobre todo un escritor de intenciones realistas. Vázquez Montalbán es un descriptor inimitable y genial, impresionista, irónico, acerado y contundente. De este libro, lo mejor son las descripciones de los medios mesocráticos y humildes, los pequeños delincucntes, los barrios bajos. Por lo demás, a Pepe Carvalho no le gusta el fútbol, ni el cine, ni la Prensa, ni la televisión; tampoco se gusta demasiado a sí mismo, y hasta quema los libros de su biblioteca: sólo le falta —lo dije en otra ocasión— empezar a quemar los suyos. Pero ya llegará. ¿Cómo decir entonces que da igual que se trate de una buena novela o no, ya que es absolutamente necesario —y divertido, y aleccionador, y profundo— leer este gran libro?
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