M.V.M.

Creado el
19/4/2003.


Más cosas sobre Vázquez Montalbán y Cuba.


El marxismo tropical

MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN

Tele/eXpres, 4/02/1974


Se dice que los gallegos ya nacen con un oficio aprendido: el ser gallegos. Creo que a los ingleses les ocurre algo parecido y si no para muestra basta el botón Hugh Thomas. El historiador inglés ha estado entra nosotros para darnos una lección sobre la «filosofía Inglesa de la vida y de la historia». De todas sus peculiares aportaciones, la que más ha podido sorprender es la de que Fidel Castro es un marxista tropical. En la historia de la adjetivación del marxismo ha habido de todo, pero la ciencia política aguardaba la llegada de marxiólogo inglés para patentar una marca de marxismo que parece o bien el pie quebrado de un cha cha chá o un combinado refrescante a base de ron, limones caribeños, hielo picado y una guinda; es decir: el daiquiri.

Es probable que Hugh Thomas haya confundido el castrismo con los excelentes daikiris que según parece aún se hacen en La Habana, a pesar de que emigraran a Miami buena parte de los excelente hermanos cubanos engordados con los dólares del turismo norteamericano. Los barmans y los historiadores ingleses son profesionales sensibles a los cambios históricos y suelen entenderlos según la deformación de sus propios métodos de trabajo. La coctelera es le herramienta de los barmans en el exilio y de Hugh Thomas como historiador y de todos es sabido que uno de los encantos de esas magias es lo imprevisible del resultado. Por ejemplo, el libro de Hugh Thomas sobre la guerra de España se quedó corto de vino tinto y el libro de Cuba ha quedado largo de guindas.

Coincide el lanzamiento del «marxismo tropical» con los esfuerzos diplomáticos para normalizar el estatuto de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. Esa normalización era previsible desde hace algunos meses por una serie de síntomas: el interés revelado por los «mass media» norteamericanos sobre los logros de la política social castrista, las precisiones autocríticas de Castro, declaraciones sonda del embajador de Cuba en México, neutralización, e inversión de la significación progresiva del peronismo, etcétera. Asentada Cuba socialmente, garantizado el «ir tirando» de su economía, aíslale políticamente tras la caída de Allende y el aplastamiento de la progresía en Uruguay y Argentina, según la lógica kissingeriana es del todo posible normalizar las relaciones, sobre la base de la disuasión mutua.

Según Hugh Thomas uno de los ingredientes del «marxismo tropical» sea el «odio a los Estados Unidos» y Castro instauró el comunismo para irritar a los norteamericanos, práctica equivalente a la de los hijos de buenas familias que se hacen del Barça porque el padre absorbente es del Español o viceversa. De este apetitoso daikiri hay que beber sólo un sorbo, pero hay que beberlo. La relajación de las relaciones entre La Habana y Washington es una piedra de toque para saber hasta qué punto el castrismo ha arraigado entre las masas cubanas. Desde la perspectiva Hugh Thomas, el factor de amalgama es el sentimiento antiimperialista sabiamente explotado por Castro. Normalizada la relación ¿seguiría existiendo ese vínculo «nacional» que por primera vez ha unido a la mayoría del pueblo cubano?

Se olvida una vez más que el sistema cubano no fue en su momento una imposición prefabricada, sino el resultado de la construcción de un sistema económico-social dirigido a la promoción colectiva. El propio Che ha dejado escrito que en muchas ocasiones «obró en marxista» no por una actitud preconcebida, sino como una solución lógica a los problemas planteados. Y uno de los problemas planteados era la depredación colonial de la isla y su utilización como gran meublé, gran prostíbulo, gran casino de Estados Unidos.

Cerrados los meublés, los prostíbulos y los casinos, el encuentro Fidel-Kissinger tendría un severo aire de reunión de negocios, tropical sólo por el clima y tal vez por algún que otro daikiri, eso sí, con las guindas justas.


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