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Prólogo a la segunda edición deCoplas a la muerte de mi tía DanielaManuel Vázquez Montalbáneditado por Laia, Barcelona, 1984 La idea de Coplas a la muerte de mi tía Daniela nació al tiempo que estaba escribiendo Una educación sentimental, entre 1962 y 1963. La primera piedra verbal no la puse hasta 1965 y di el poema por terminado en 1973. Ahora, diez años después de su publicación y veinte de su concepción, prologo una segunda edición y me concedo la oportunidad de dar algunas claves sobre este libro, tal vez confundido en el momento de su salida como un eco tardío de la cultura-camp. Toda mi poesía es inexplicable si no se tiene en cuenta el mestizaje cultural que asumo, en el doble plano de la cultura pop (es decir popular de masas) y la cultura académica convencional que aprendí en los libros apellidados y en la Universidad. En el otro plano, me reconozco mestizo de proletario años cuarenta y pequeño burgués consumista años setenta, de inmigrante y aduanero. Insisto en la idea de mestizaje para desmarcar de una vez por todas cualquier posibilidad de ligar lo que yo he escrito en poesía, y muy especialmente Una educación sentimental, Coplas a la muerte de mi tía Daniela y A la sombra de las muchachas sin flor de un cierto diletantismo campista que al final de la década de los sesenta se confundió con el empeño de recuperar la memoria que nos urgía a los escritores que habíamos llegado a la adultez. Tampoco mi collage cultural es equiparable al de otros poetas de los ya viejos novísimos que Castellet reunió en su escandalosa antología. El collage cultural de Gimferrer es fundamentalmente iconográfico, aséptico, como lo había sido en Pound o en Eliot. En Panero era la enunciación del caos, la declaración de la imposibilidad de ordenar ese puñado de imágenes rotas sobre las que inevitablemente cae la noche. En mi caso era la confesión de mi propia arqueología sentimental, de las ruinas que hay en uno mismo, de las ruinas que hay en todo lo nuevo, en todo lo contemporáneo. |