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Marcos, el mestizaje que vieneMANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁNEL PAÍS, 22 / 2 / 1999
De pronto alguien puso en mis manos dos cartas, dirigidas a Carvalho y a mí. "Para: Manuel Vázquez Montalbán y/o Pepe Carvalho, La Rambla, Barcelona Catalunya, Estado Español. De: Subcomandante Insurgente Marcos. Chiapas, México". La primera carta estaba encabezada con una cita de Don Quijote. A continuación, la rica escritura del subcomandante, señalado por algunos escritores mexicanos contemporáneos como un gran literato en potencia, en las que se reconocía lector de Asesinato en el Comité Central y El premio, cuando menos. La otra carta convocaba encuentros, cómo, cuándo, y la ironía de si podría llevarle unos chorizos. Le contesté y me predispuse a saltar a Chiapas desde Cuba mientras trabajaba mi libro Y Dios entró en La Habana .
Luego se produjo la matanza de indígenas zapatistas de Acteal a cargo de paramilitares teledirigidos por caciques priístas. Se dudó incluso de que Marcos siguiera vivo. De pronto emergió Marcos con la declaración de julio, con una espléndida epístola condenatoria de la hipocresía del Gobierno mexicano y del orden global, epístola con citas de Antonio Machado, de Juan de Mairena, para ser más exactos, el más grande pensador liberal de todos los tiempos que han sido pensados: "Al hombre público hay que exigirle fidelidad a la propia máscara, pero, más tarde o más temprano", sostiene Mairena, "hay que dar la cara".
Y de todas las máscaras, flagela Marcos, la más enmascaradora es la de la soberanía del Estado mexicano, de un Estado que ha vendido miles de empresas nacionales para que le salgan las cuentas de la modernidad, o la máscara de la democracia en un país lleno de desaparecidos y bandas paramilitares caciquiles.
Cita el subcomandante a Shakespeare, a Carlos Fuentes, a Galeano, a Miguel Scorza; da acuse de recibo a Panfleto desde el planeta de los simios cuando cita: "La operación de descrédito de la razón crítica fue protagonizada por una beautiful people intelectual, compuesta mayoritariamente por ex jóvenes filósofos, ex jóvenes sociólogos y ex jóvenes líderes de opinión que conocían los caminos que llevan a la mesa del señor, según la antigua enseñanza del escriba sentado".
Esos señoritos han puesto la música de la represión, y el PRI y sus incontrolados, la letra y la metralla, mientras se lanzan campañas paralelas de desprestigio del obispo Samuel Ruiz, señalado como un fundamentalista, del subcomandante, acusado de impostura, o de la misma Rigoberta Menchú, en otro tiempo auspiciada por Salinas de Gortari, y una campaña en defensa de la soberanía nacional, al parecer allanada por los cooperantes que van a Chiapas para evitar que en México haya más desaparecidos, para que México deje de ser "...un agujero negro en la protección de los derechos humanos", según calificación de Amnistía Internacional.
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En su informe de 1997, Amnistía ofrece una reveladora geografía de la violación de los derechos humanos, de la que destacan las referencias a estados donde se está en plena orgía de modernización neoliberal. La guerrilla zapatista parece sitiada en la selva, pero, a su vez, ha puesto en estado de sitio al Gobierno del PRI y al simulacro de Estado nacional priísta en liquidación. Tal es así, que al comienzo de 1999, revistas como Letras Libres, continuadora del espíritu octaviopacista de Vuelta, dedica sus dos primeros números al acoso y derribo del zapatismo, y Proceso edita un número especial de recordatorio de lo que ha significado el zapatismo como elemento de ruptura del espejo trucado de la realidad mexicana. Sin desperdicio la entrevista de Juan Gelman a Marcos, una auténtica lección de teoría literaria a dos voces.
Tengo bastante leído a este submilitar y no le he pillado en ningún desliz de argot convencional marxista-leninista, como si hubiera renunciado a esa "continuidad acústica" de la que hablaba Sloterdijk en En el mismo barco . Esa continuidad acústica que es un fin en sí misma, que morirá con la tribu que la avala, que nada rompe ya incluso cuando pronuncia palabras de ruptura. Marcos ha vuelto a poner nombre a las reivindicaciones desde una nueva poética, porque parte de un sujeto histórico de cambio realmente existente: el globalizado frente al globalizador.
Sin duda, por eso estoy aquí, en una barraca de La Realidad, una comunidad indígena que cohabita con un grupo de observadores extranjeros, muchachos y muchachas, hoy catalanes e italianos, que se han pagado el viaje, que malcomen lo mismo que malcomen los indígenas, bajo la misma luz de sol y la misma luz de velas o linternas que se impone cuando oscurece, que cada mañana trabajan con ellos o se instalan en el camino para presenciar el paso amenazador de los convoyes militares, fotografiarlo, reclamar que no penetren en La Realidad para hostilizar a los indígenas o bien trabajan como carpinteros o construyen una turbina, siempre compenetrados con las necesidades de estas gentes.
Los medios de comunicación priístas les acusan de incitar a la revuelta o de quemar la selva o de llevarse incluso la tierra mexicana en los bolsillos, y fue tal la hostilidad alzada tras el paso de los observadores internacionales de marzo del 1998, que se temió la acción de los paramilitares y muchos cooperantes ganaron a pie la frontera de Guatemala a través de la selva Lacandona.
He llegado hasta aquí convocado por la posibilidad de verme con Marcos, pasando el filtro de controles militares. ¿Es usted escritor? ¿Va a escribir algo sobre Chiapas? Le traigo al subcomandante cuatro kilos de chorizos de Guijuelo, algunos turrones, un ejemplar de Y Dios entró en La Habana y espero la señal que llegará de la selva al anochecer, un capitán zapatista con su pasamontañas y caballos de la mano, uno para Guiomar Rovira, periodista catalana por parte de padres, mexicana por parte de marido e hijo, que me acompaña como fotógrafo; otro para mí, que jamás monté a caballo, y lo nota el capitán, pero sobre todo el caballo, que me mira reservón primero, angustiado después, para regalarme luego la condición de Indiana Jones, camino arriba, laderas abajo, a través del riachuelo, perseguidos un largo tramo por un perro que ha olido los chorizos.
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De pronto, un claro de la foresta, Marcos con su pasamontañas y una mujer con el suyo, Mariana, mi compañera, presenta, no le saquéis fotografías, ni la describáis, por favor. Mariana asistirá a la entrega de chorizos y del libro con la ironía enmascarada y el mismo sentido del humor con el que implícitamente Marcos asume que no es el Dr. Livingstone, ni yo Stanley; tampoco quiere ser el Tarzán de la selva Lacandona, ni que Mariana sea Jane.
Sobre una mesa de livianos troncos construida para la ocasión, planificamos dos, tres encuentros, mientras Guiomar fotografía o filma y Marcos aporta su magnetofón parado por si se estropea el mío, y examina, corrige mis torpes manejos grabadores con una solicitud de experto en imagen y sonido. Tiene las manos largas, la palma erosionada de arrastrarse por la selva desde hace más de trece años, pero los dedos de profesor de filosofía en el trance de explicar el "como sí" kantiano, esa pirueta del espíritu. Le explico que lo voy a meter en la breve medida de un reportaje, pero que luego lo soltaré a la plena libertad de un opúsculo o un libelo o un panfleto. Le encanta la palabra panfleto.
—A ver si te sale como Panfleto desde el planeta de los simios.
—He seguido las cinco declaraciones que habéis hecho y lo que me sorprende es el especial carácter vanguardista de vuestra revolución. Monsivais ha dicho que más que una vanguardia representáis una minoría significada, pero no a la manera vanguardista de una minoría que está en posesión de una verdad total. Tras un aprendizaje en contacto con el mundo indígena y de pretender hacer una revolución para ellos, habéis asumido la energía de cambio y el lenguaje que salía de ellos.
—Nos vemos como un grupo que plantea una serie de demandas y tiene la fortuna de que esas demandas encuentran coincidencias, reflejos o espejos en las demandas de otras partes del país y del mundo. En todo caso, el mérito del EZLN [Ejército Zapatista de Liberación Nacional] es haber encontrado la frecuencia de comunicación para que se produjera ese reflejo múltiple, primero en el México urbano, en el México campesino e indígena. Pero también en otros países y en minorías excluidas de otros países. La demanda del "¡Ya basta!" encuentra su reflejo en otras partes. Tuvimos la fortuna de encontrar la sintonía para no sólo comunicarnos con esos grupos, sino que esos grupos se sintieran interpelados y armados por el discurso.
—En parte, la crisis de la izquierda en todo el mundo proviene de la confusión sobre el sujeto histórico de cambio, agotado, deconstruido el proletariado industrial como sujeto. Y con vosotros aparece el sujeto étnico, el indígena, el doble perdedor. Denunciáis el desorden a partir de lo más inmediato y obvio, y no como hubiera hecho un revolucionario tradicional, aplicando un esquema de lucha de clases nacional o internacional.
—Nosotros llegamos a la selva como una clásica élite revolucionaria en busca de ese sujeto, el proletariado, en el caso de la revolución marxista-leninista. Pero esa propuesta inicial choca con el planteamiento de las comunidades indígenas, tienen otro sustrato, una compleja prehistoria de emergencias e insumisiones. Y modificamos nuestro planteamiento interactivamente, hay un antes y un después del zapatismo con respecto a 1994.
El EZLN no nace de planteamientos que vienen de la ciudad, pero tampoco de planteamientos que vengan exclusivamente de las comunidades indígenas. Nace de esa mezcla, de ese cóctel mólotov, de ese choque que produce un nuevo discurso, un mestizaje crítico y emancipador. Lo que planteamos es que el cambio histórico no debe hacerse a costa de la exclusión de un determinado sector de la sociedad.
Eso implica costos políticos, sociales, económicos, para una nación y para el mundo entero. Cuando un sector dice "¡ya basta!" está tratando de repetir lo que otros sectores ya han dicho y practicado. Conduce a la exclusión. No va a existir nunca un mundo homogéneo, hay que respetar el derecho a la diferencia y el excluido reclama: o cuentan con nosotros, con nuestros derechos, o cuentan con nosotros como ruido en la aparente armonía del nuevo orden internacional.
—La irrupción del zapatismo coincide con la proclamada llegada de México al primer mundo con la firma del Tratado de Libre Comercio. De pronto estalla la revuelta zapatista, como un desmentido de ese final feliz modernizador. Eso estaba preparado.
—Lo empieza a preparar el mismo proceso histórico. El neoliberalismo, la globalización, están preparando en México una gran simulación: podemos conseguir ser del primer mundo no si incluimos todas las capas sociales, si eliminamos aquellas que no llegan a esos estándares, los estándares neoliberales de compra-venta. Tal como entrábamos en el primer mundo quedaban fuera de juego diez millones de indígenas, unos cuantos millones más de pobres, como si no fueran mexicanos, porque nunca habían sido tratados como tales.
Es el neoliberalismo el que lleva a los indígenas a la revuelta desde que empieza a instalarse con toda su crudeza en 1982, liquidando la ambigüedad pseudorevolucionaria del PRI. No es el zapatismo, sino el neoliberalismo, el que lleva a la opción: o permanencia y lucha o desaparición y muerte. Eso es lo que provoca la Primera Declaración de la selva Lacandona y el alzamiento zapatista.
Claro que hay un proceso organizativo, pero tú sabes que una guerrilla no se implanta y tiene éxito por sus grandes discursos, por su simpatía o por su capacidad de combate. Tiene que haber condiciones que permitan su arraigo en la población. Desde el mundo indígena se contempla con rebeldía esa propuesta de sociedad del despilfarro y del simulacro, activada por la depredación de los recursos naturales y la venta del aparato económico del país a las multinacionales.
—La rebelión indígena es a la vez exigencia y metáfora. Quiere un lugar entre los demás y es la metáfora del perdedor social global que exige un nuevo estatuto de globalización.
—Lo que está representando el movimiento indígena zapatista es un símbolo del que se resiste a ser sacrificado dentro de un mundo estandarizado. O se integran las diferencias dejando de ser diferencias o se eliminan. Por eso el movimiento indígena provoca la simpatía de sectores tan lejanos como los jóvenes, los anarquistas, los emigrantes, las izquierdas reorientadas, los desplazados de la Tierra, en Europa, en Estados Unidos y en México. Por eso vienen aquí esos cooperantes, ese extranjero que se entiende con el indígena sin hablar su dialecto, que no tiene ni su cultura, ni por supuesto su estatura, a la física me refiero.
Fuimos muy afortunados. El dinero a nivel mundial había promovido una gran simulación que había provocado muchos resentimientos. Quisimos presentar y organizar una propuesta que fuera más allá del rencor. Vamos más allá de los movimientos fundamentalistas, a pesar de que algunos intelectuales mexicanos nos acusan de eso.
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Nosotros no estamos planteando ningún desquite. Planteamos una sociedad donde tengamos un lugar sin que eso signifique que vamos a homogeneizarla. No estamos planteando que todos deben ser indígenas y que todo el que no sea indígena tenga que desaparecer. Y mira de cuánto desprecio es capaz el sistema que ni siquiera se preocupaba por engañar a los indígenas ¿Para qué? Si iban a desaparecer. Ni siquiera invertía en el engaño como lo hacía en otros sectores productivos, en la clase media, en los estudiantes, en los intelectuales, para los que dedicaba simulacros especiales. Para los indígenas, ni siquiera se molestaba. Ahora sí. Ahora trata de "integrarles".
—Me dijo un escritor guatemalteco que hasta los cincuenta años no se dio cuenta de que los indígenas existían. En un país donde constituyen el 50% de la población: "No me di cuenta de que eran personas. Los había visto desde pequeño en mi casa, en el servicio, me los encontraba por la calle sin haber llegado a pensar que eran personas como las demás".
—Aquí los indígenas estaban destinados a desaparecer, o reservados para el folclore y los turistas. Por eso la selva Lacandona es lo que es, un compartimento estanco en el último rincón de este país.
—El zapatismo fue la propuesta de un nuevo espejo para que México no se viera en la imagen distorsionada de una falsa modernidad. Hasta cierto punto, también era el rostro real del mundo. El rostro real del fracaso de la oferta neoliberal.
—Eso lo captamos después. Nosotros, lo que queríamos demostrar era que el ingreso de México en el primer mundo se estaba construyendo sobre una mentira. No sólo una mentira para los indígenas, como lo demostró las crisis económica, política, ética de 1994-1995, también era una mentira para las clases medias y para las clases trabajadoras, como se decía antes. Incluso para una porción importante del sector empresarial.
Nuestro planteamiento tiene la fortuna de coincidir con la ruptura de esa simulación, el rechazo a esa escenografía falsificadora empezó también a operar, o está operando ya en otros países que sacrifican parte importante de su historia y de inmensos sectores sociales marginados. Por ejemplo, los emigrantes del sur y el este hacia Europa, los emigrantes latinos hacia Estados Unidos, de la juventud en paro en todo el mundo, el problema cultural de una Europa asediada por el proyecto anglosajón de cultura.
—Planteáis un espejo no trucado para México, pero también para el mundo. Tu personaje más logrado, el escarabajo filósofo Durito, te propone invadir Europa a bordo de una lata de sardinas.
—Yo me negué porque me hubiera tocado remar a mí.
—Sciascia respondió a la pregunta: ¿por qué escribe usted siempre sobre Sicilia? Porque Sicilia es el mundo. México es el mundo y el indígena es el globalizado doblemente perdedor.
—Mucha gente se burló de la Primera Declaración de la Selva Lacandona cuando decíamos que nos proponíamos marchar sobre la ciudad de México. Nuestras razones llegaron a todas las ciudades del Estado y movilizaron a la sociedad civil, esa sociedad que debería ser el sujeto histórico de cambio, y lo que no fueron nuestras razones fue la descomposición del sistema. Los del PRI empezaron a matarse entre ellos y se descubrió la fastuosa corrupción de Salinas de Gortari, el profeta del primer mundo.
Ahora movilizamos a 5.000 zapatistas por todo México para que respalden la gran consulta de marzo de reafirmación de la reivindicación indígena. Nuestras razones han invadido el mundo y en cada lugar se convierten en la denuncia del espejo trucado del final feliz de la historia, de la globalización a la medida de los globalizadores. "Aquí estamos, esto somos", y ahí se produce este efecto de prisma, de espejo múltiple en todos lados, que no construimos nosotros, que ya estaba ahí, germinado en la agraviada memoria indígena.
—La ofensiva cultural neoliberal en los últimos 15 años va contra la memoria histórica y la utopía. Para el liberalismo, extirpar la memoria significa dejar la historia sin culpables, sin causas. Y eliminar la utopía deja al presente y lo predeterminado como única opción. Vosotros pedís una utopía modesta, que la Constitución y la democracia sean para todos. Cumplir las constituciones integradoras sería subversivo. No lo resistirían las oligarquías ni el orden establecido.
—Nosotros no proponemos un modelo económico determinado. Digamos que la propuesta zapatista tiene más que ver con el sentido ético de la política que con un programa de gobierno, que es lo que presentaría un partido político. El zapatismo se separa de los movimientos revolucionarios tradicionales. No queremos el poder. Queremos que se respete la igualdad y a la vez la diferencia. Cuando nosotros planteamos recuperar la memoria, luchamos contra la unidimensionalidad del presente que interesa a los de arriba: olvídate de que somos los mismos ladrones y criminales de ayer, olvídate de que la promesa de ayer es la que te estamos repitiendo hoy y que ayer no cumplimos. Sobre la utopía, ¿qué transformación social en la historia del mundo no fue utopía la víspera? Ninguna. |
—Incluso el neoliberalismo es una utopía, nadie ha visto esa felicidad global de diseño.
—Pero para que se realice el orden internacional que ellos proponen necesitan liquidar o excluir a una parte importante de la humanidad. Necesitan liquidar su historia, liquidar los estados nacionales, para que no se opongan a los designios economicistas. Como en la utopía de Blade Runner, en lugar de un mundo, una mega-empresa, con muchos estratos de gerentes, hasta llegar al obrero y el consumidor. La resistencia la protagonizan los sectores excluidos. En un caso, los indígenas; en otro caso, los emigrantes, los homosexuales, las lesbianas, las mujeres, los jóvenes, los parados. Todos los sectores que están siendo forzados a definirse como compradores o vendedores y no tienes otra opción: "Si ni compras ni vendes, no existes para nosotros".
La voz de Mariana avisa: el avión. En efecto, el avión militar de todos los atardeceres sobrevuela la foresta, como el helicóptero militar de todas las mañanas. Aplazamos veinticuatro horas la conversación, a la que se sumarán el comandante Tacho y el mayor Moisés, y de regreso atravieso la más sólida de las oscuridades, mientras recuerdo algunos párrafos de la carta que escribí a Marcos a fines de 1998: "Lamento las hambres reales o imaginarias que le ha causado Carvalho y veo difícil superar con chorizos los obstáculos que nos separan, en una clara demostración de que todavía son más filtradizas las personas y las palabras que los chorizos, tal vez porque hasta los aduaneros temen más a la peste porcina o al colesterol que a las teorías o a las ideologías. Imposible banalizar su circunstancia porque la evidencia de su dramatismo aguarda tras de la esquina de cada día y es esa circunstancia la que yo quisiera reflejar como llamada a la opción global presente: o solidaridad o barbarie. Ustedes han construido un referente ético inatacable, de ahí su peligrosidad en un mercado político cultural tan devaluado éticamente. También representa lo nuevo después de la ruina de lo inevitable, del final infeliz de la dialéctica de los bloques que ha llevado a la globalización de la doble verdad, la doble moral, el doble lenguaje, la doble contabilidad. Había que retomar el discurso emancipatorio desde las realidades que lo hacen necesario, desde el inventario de necesidades colectivas reales creadas por la desigualdad y la injusticia. El acierto de lo que ustedes representan se debe a que no puede ser combatido desde la falsa verdad de que es un resto de ideología vencida en la III Guerra Mundial, sino la evidencia del desorden a que conduce el capitalismo en su fase actual y sin perrito universal que le ladre. De ahí la irritación que provocan sus gestualidades en la casta intelectual mesiánica, que lo fue bajo el marxismo-leninismo y lo sigue siendo bajo un neoliberalismo de ingienería genética. Ustedes son un ruido en el canal de comunicación del pensamiento único. ¡Y vaya ruido!".
El subcomandante es algo teatral, obligado por la naturaleza de su escenario y como réplica a las farsas de supermercado de la modernización uniformadora o de los restos del naufragio semántico del marxismo-leninismo. Es el portavoz ilustrado, muy ilustrado de insurgencias esenciales: el indígena como realidad y metáfora del globalizado, el mestizaje como lo deseable más que como lo inevitable. De Marcos a "Don Vázquez Montalbán"
"Hace unas semanas leí su colaboración en el periódico mexicano La Jornada (sobre el 'Estado Nacional', o más bien sobre su definición) y tomé la maquinita para escribirle sobre algunas reflexiones que sus letras me provocaron, pero sobre todo para saludarlo.
Así que me tiene, escribiéndole y pidiéndole algunas cosas (quiero decir, además de la lectura de esta carta).
Por ejemplo, quisiera pedirle que salude de mi parte a don Pepe Carvalho. Dígale usted que no le guardo rencor por la tortura que significó para mí, en aquellos primeros años de montaña (1984-1990), la lectura de sus aventuras gastronómicas, policiacas y amorosas. Tan no le guardo rencor, que estoy preparando un largo texto que, seguro estoy, hará las delicias de chicos y grandes cuando vean que el Pepe Carvalho y el Sup resuelven, por globalizada correspondencia, un complicado caso criminal (...).
Por caminos diferentes (y sin su contundencia) vienen a nuestras manos y pasos temas como los que usted está tocando en sus colaboraciones: la globalización, el agonizante Estado Nacional, la Europa social y la del dinero, la izquierda en esta época, etcétera. Esa pesadilla (que ahora nos venden como el mejor de los mundos posibles) que es la misma y es distinta en suelos y cielos europeos o americanos, nos promete la destrucción más terrible: la de la memoria histórica.
Y, tal vez por eso mismo, el Poder acá destruye a quienes hacen de la memoria histórica su guía y bandera: los indígenas zapatistas. En el municipio chiapaneco de Chenalhó, bandas paramilitares (entrenadas, pagadas y dirigidas por el Gobierno mexicano y por ese cadáver podrido que es el PRI) se dedican a cazar indígenas rebeldes como en los tiempos de la conquista. La voluntad de paz y ese tenaz sentido de la supervivencia ha llevado a nuestros compañeros a huir a las montañas. En este momento, mientras usted lee estas líneas, más de 4.000 refugiados, viviendo y muriendo en la intemperie, lejos de sus hogares, son la mejor muestra de que los discursos de paz del Gobierno no son sino una torpe careta para esconder la guerra contra la historia. (...)
Para encontrar otros caminos luchamos nosotros y estamos seguros que ustedes también. Por eso quiero pedirle que acepte este doble nivel de puente: el que podamos hacer con el enigma del séptimo, y el que construyan reflexiones mutuas sobre la globalización y sus consecuencias. Más sobre todo esto: |