M.V.M.

Creado el
26/7/99.



Un Carvalho de altura

JOSÉ LUIS GIMÉNEZ-FRONTÍN

EL PAÍS, ? 1986


No es la primera vez, ni tal vez será la última, que desde estas páginas me he referido al tema de los géneros literarios en relación a la lectura de une obra concreta, desde el momento en que esta lectura no puede ser la misma en una u otra propuesta de género, es decir, en una u otra propuesta de "pacto de lectura" entre autor y lector. Curiosamente, se trata de un hecho obvio que pertenece al bagaje cultural de un lector medio, e incluso mínimo, pero que los críticos no acaban a veces de aceptar, como si su obviedad les desmereciera (a ellos) o, más bien, les desconcertara, cegándolos como a las policías de la carta robada de Edgar Allan Poe, aquella carta que estuvo desde siempre a la vista de todos en la repisa de la chimenea... ¿Todo esto a propósito de la última aparición de Pepe Carvalho? Pues sí, porque a partir del recuerdo de tan grande obviedad crítica, cabe entonces apuntar dos o tres observaciones sobre "El Balneario", en relación a su texto en tanto que lectura única y aislada, pero también en relación a su serie y el género en el que en principio se inscribe.

Que la creación de las novelas de la serie Carvalho fue un acierto literario tal vez se debió, básicamente, y sin desdeñar el fervor del público por el género, a la originalidad del autor al concebir una atmósfera narrativa enraizada en lo popular urbano por un lado y en el peso de la historia cívica nacional por otro. "Tatuaje" fue, en este sentido, una novela antológica. Podía reprocharse a Vázquez Montalbán —yo lo he hecho— la dudosa verosimilitud precisamente de Pepe Carvalho y una cierta atonía tensional en el tiempo narrarativo que en raras ocasiones alcanzaba esa angustiosa aceleración teóricamente propia del género. Pero las virtudes literarias de la serie compensaban, con mucho, lo que, a mi juicio, constituyen sus dos únicos lastres. En este sentido, "El Balneario" participa de las virtudes (y lastres) de la original concepción del género por parte de Vázquez Montallbán, pero con algunas notables matizaciones en las que vale la pena detenerse.

El primer gran acierto de la última novela de Vázquez Montalbán es la idea misma de situar al gourmet Carvalho en un centro vegetariano, lo que permite toda suerte de guiños al lector narrativamente bien resueltaos. Quiero decir que los obligados paréntesis gastronómicos con los que el narrador instruía a sus lectores, se cargan ahora de irónicas connotaciones que se engarzan con naturalidad en el desarrollo narrativo del texto, dejando de lastrar su ritmo temporal, ya de por sí hipotenso. Pero es la idea misma de "balneario", con toda su carga de tradición literaria a secas en tanto que minisociedad e imagen de la sociedad toda, la que obliga al autor a desbordar los márgenes del género para, sin desvirtuarlo, ofrecernos algunas páginas ciertamente excelentes. Esa descripción, por ejemplo, de la excursión matutina de los clientes asilados no hinca tanto sus raíces en la tradición del género cuanto en la mejor narrativa literaria europea con el telón de fondo de la realidad-metáfora balnearia. Otra tradición que Vázquez Montalbán recrea sin la menor ingenuidad, con humor, acidez y altas dosis de observación, ya no sólo sobre los elementos más populares de su nómina de personajes, sino también sobre los representantes de las varias burguesías del continente todo. El mundo de Carvalho se nos ha vuelto cosmopolita y, en el trance, la novela no chirría, sino que funciona con brillantez y naturalidad bordeando la caricatura sin caer en ella y consiguiendo, así, salir airoso de una prueba —el peso misno de la tradición literaria del balneario— en la que han fracasado empeños aparentemente más ambiciosos. El último Carvalho es, pues, y perdonen la palabreja, polisémico, y en su supuesta humildad —la del género— encierra virtudes literarias de altura.

Acaso, a "El Balneario" puedan hacérsele algunos reproches en tanto que novela de género —Carvalho as aquí, más que nunca, demasiado espectador de los acontecimientos, demasiado realista, en un género cuyas convenciones de lectura constituyen un extraño combinado de realismo extremo y de la más absoluta irrealidad—, pero tales reproches no desmerecen el interés, a varios niveles y registros, de la lectura.