M.V.M.

Creado el
12/2/98.


Manuel Vázquez Montalbán: «La ironía me ha salvado de la literatura apologética»
ARCADI ESPADA, Barcelona, EL PAÍS, 19/4/1997.
Manuel Vázquez Montalbán publica El escriba sentado (Crítica), una serie de retratos de los libros y autores que -a partir del azar y el instinto o del deber cultural- le han conmocionado. En esa biografía aparece una tensión entre lo individual y lo colectivo que MVM dice haber cruzado a partir de la ironía, eficaz salvoconducto para no incurrir en la apologética. La imagen del escriba como siervo ilustrado de la voluntad real le permite al autor encarar la historia de la literatura, escribe, «como un continuado espectáculo entre escribas sentados y no sentados, entre ese mero reproductor o avalador directo o indirecto de la ideología dominante y su contrario, el especialista de la liberación ».


Manuel Vázquez Montalbán, ayer en Barcelona
( C. Bautista).

El intelectual orgánico colectivo, expresión que acuñara Antonio Gramsci para definir el perfil y la función del partido -del partido comunista, por supuesto-, es interpretada hoy por Vázquez Montalbán en unos términos fraternales que rebasan sus antiguos límites. «La emulsión de ese intelectual orgánico sería hoy la expresión de un pacto universal en torno a la razón, es decir, algo bastante improbable.» Por lo que respecta a la función del intelectual, individualmente considerado, Vázquez Montalbán se adhiere sin mayor problema a la calificación inorgánica del intelectual, patrocinada por Jorge Semprún. «La independencia siempre me ha parecido una condición del ejercicio intelectual. Desde tiempos lejanos. Ya cuando me decían, 'tú tienes dos ojos, pero el partido tiene mil', insistía en conservar los míos».

El escriba sentado -textos escritos a lo largo de los últimos treinta años en los que sólo se han introducido pequeñas modificaciones de estilo- y el conjunto de la biografía intelectual de MVM puede ser analizado desde la tensión entre los deseos individuales y los deberes colectivos, o entre la historia -o la política- y la literatura. «Mi lenguaje», asiente, «es una consecuencia de esa tensión. Es evidente que en la división del trabajo hay quienes tienen su escriba y quienes no. Mi origen me obliga a estar muy vigilante con el uso social de las palabras. Pero también es verdad que la lógica interna de la literatura no puede subordinarse a la lógica histórica y política». Como él mismo dice, no sin irónica mansedumbre, él es un «eslabón perdido» entre la generación de Jaime Gil de Biedma y Carlos Barral y la de Félix de Azúa o Eduardo Mendoza. MVM fue al tiempo poeta novísimo -integrante de la famosa antología de Castellet- e intelectual políticamente comprometido hasta el punto de la cárcel. En ese filo ha ido moviéndose, armado de ironía: «La ironía me ha salvado del peligro de hacer literatura apologética».

¿Los autores de MVM?: Sartre, Dostoievski, Baroja -espléndido texto éste-, Benedetti, Sciascia, Chester Himes, García Hortelano, Marsé, Mendoza y Gil de Biedma. Luego los obvios -por orden alfabético-, desde Beckett a Woolf. Una ausencia entre los obvios: Proust ¿ Lapsus u olvido deliberado? «Más bien lapsus . Sobre Proust escribiré en el segundo volumen de esta biografía lectora, que ahora preparo, y que se llamará La literatura en la construcción de la ciudad democrática».