M.V.M.

Creado el
22/11/2003.


Escritor, comunista y sibarita

ALEX SALMON

EL MUNDO, 19 / 10 / 2003.


Sólo dos libros de Carvalho relatan las veces que había sido herido de bala el detective, y uno es Los pájaros de Bangkok. Vaya por Dios. Maldita coincidencia. Pero lo cierto es que su muerte, rápida, sin excesos, es la misma que podía haber escrito el propio Vázquez Montalbán de su personaje.

Este barcelonés, poeta, ensayista, novelista, periodista, gastrónomo, escritor en definitiva, de 64 años, casado con la historiadora Anna Sellès con la que tuvo un hijo, Daniel, temía a la muerte como cualquier hijo de vecino. El primer susto lo tuvo en 1994 cuando los médicos le diagnosticaron un problema gravísimo en el corazón. Pasó por el quirófano y le implantaron cuatro bypass. Cambió su vida. Dejó de comer en exceso, de beber y de fumar. Se quitó el bigote que le había acompañado toda la vida. «Dicen los médicos que vuelvo a tener un corazón joven», comentaba en el despacho de su agente literaria Carmen Balcells dos meses después de la operación, coincidiendo con la aparición de El estrangulador. Mejoró con la intervención y dejó de fatigarse cuando andaba. Pero su ascetismo duró poco. El placer fue siempre uno de los motores que dio sentido a su vida.

Manuel Vázquez Montalbán nació el mes de julio de 1939 en el barrio chino de Barcelona, ahora cortésmente llamado Raval. Aquel espacio de su infancia y adolescencia es el que reflejó en la mayoría de las novelas del detective Pepe Carvalho, su alter ego, o algo más: el Montalbán que se encontraba al otro lado del espejo. Calles sucias, borrachos, putas, delincuencia, palabras con mucho sentido pero vacías por sí solas, que él se encargó de convertir en literatura al dar vida a personajes como Biscúter o Charo, su novia prostituta.

Estudió Filosofía, pero muy pronto se dedicó al periodismo y a la poesía. Porque eso es lo que quiso ser siempre, un poeta. Así lo entendió el editor Josep Maria Castellet cuando lo incluyó en su antología poética Nueve novísimos. Una de sus primeras obras poéticas fue Una educación sentimental (1967). Era generoso con los principiantes, por lo que no había joven poeta a quien no recibiera o al que no le escribiera un prólogo.

La política fue su otra obsesión. De hecho, toda su obra, desde sus textos periodísticos hasta sus novelas más alejadas de la realidad, es un compromiso continuo con sus ideas y con la sociedad.Esta devoción le llevó a la cárcel en el año 1962, por combatir el régimen de Franco a través del Frente de Liberación Popular y posteriormente del PSUC. Una vez fuera de la prisión comenzó a colaborar en la revista Triunfo, una concesión del régimen a las voces más contestatarias. Escribió en esta publicación una serie que impacto a la sociedad crítica del momento: Crónica Sentimental de España, posteriormente publicada en libro por Lumen. Fue el periodista completo. Culto, comprometido y con olfato de noticia. Ayudó a dar a conocer las corrientes intelectuales catalanas del momento y acabó siendo el delegado de la revista en Barcelona, Información y análisis. En sus opiniones utilizó el seudónimo Sixto Cámara.

La participación de Vázquez Montalbán en Triunfo fue fundamental como ha comentado en muchas ocasiones el que fue su director, José Angel Ezcurra. Llegó a buscar inversores catalanes en el año 1969 cuando la revista pasaba por sus peores momentos. Y las buscó también entre sus enemigos los intelectuales de aquel momento, la llamada gauche divine, considerada por Manuel Vázquez Montalbán como un movimiento de hijos de papá, pijos y burgueses que iban de izquierdas, sin militar en ningún espacio político que se enfrentará a Franco. De aquel movimiento siempre escribió despectivamente. Como cuando se burló de la combinación que llevaba Rosa Regàs en una fiesta, según recuerda Beatriz de Moura en un libro sobre la Gauche. Esta opinión la moderó con el tiempo.

Es difícil saber qué hizo mejor Vázquez Montalbán. Los críticos se siguen debatiendo entre sus ensayos, sus textos periodísticos, su poesía, sus novelas y alguna obra de teatro. No hay duda, eso sí, de que la serie de libros de Pepe Carvalho es su trabajo más popular. En estas novelas aparecen todos los placeres secretos del autor: Barcelona, el análisis y la deducción y la gastronomía.

El primer placer está incrustado en su obra y en su forma de vivir. Montalbán conocía Barcelona como nadie, sabía de sus secretos y de lugares especiales. Algo muy habitual en la gente de su generación acostumbrada a callejear por la ciudad de día y de noche.

Por ello, pasear con Montalbán por Barcelona, que a la vez era pasear con Carvalho, resultaba siempre un auténtico placer. Una caminata desde la plaza Colón, junto al mar, hasta la plaza Catalunya, donde comienza el ensanche de la Barcelona de finales del XIX, duraba horas. Para comenzar se detenía en los primeros portales del paseo, donde el taconeo de los talones afilados de los zapatos de las prostitutas muertas de frío habían ido dejando un huella indeleble en el mármol de la entrada. Más arriba entraba en el restaurante Amaya. Después la plaza de Pitarra, donde Montalbán sitúo el despacho de Carvalho. «En aquella ventana», me comentó un día con exactitud, «para que tuviera una perfecta visión de La Rambla». Después, a la izquierda, a Casa Leopoldo, uno de los templos de su cocina. Allí le hicieron todos los homenajes.El de los 25 años de Carvalho y el de su 60 aniversario. Pescadito, una pierna de cordero a la cerveza y un vino bien elegido. Año y tipo de uva. Por último, un dry Martini en Boadas. Allí Carvalho se olvidaba de que era Montalbán y Montalbán ya ni siquiera sabía quién era.

La serie de Carvalho la inició con Tatuaje (1974), a partir de un personaje que aparecía en Yo maté a Kennedy (1972). El primer gran espaldarazo a la serie fue el Premio Planeta que recibió en 1979 por Los mares del sur. El gran éxito de la obra le llevó a mejorar la relación con su editor José Manuel Lara. La primera intención del escritor, que ya era conocido en los ambientes más intelectuales de la izquierda, había sido presentar su primera novela de la serie a la editorial de Carlos Barral. Pero Seix Barral era un sello vigilado en exceso por la censura. Por ello, le recomendaron que lo intentara con Planeta. Lara logró que los censores sólo tocarán de aquella obra una palabra. Cambiaron «cuerpo» por «carne». El autor deja una serie de 22 novelas de Carvalho y una a punto de publicarse.

El segundo placer, el análisis sintético, lo utilizó básicamente en sus libros de ensayo y artículos periodísticos. Su facilidad para construir un discurso y estructurarlo en pocos minutos era prodigiosa. Un equipo de televisión le requirió para conocer su opinión sobre el amor en la prostitución. Se encontraba grabando un programa de gastronomía, pero citó al equipo aprovechando un descanso. Cuando estaba a punto de iniciar su declaración preguntó de cuánto tiempo disponía. «Dos minutos y cuarenta segundos, más o menos», le dijeron. Utilizó un segundo más y a la primera.El equipo no podía creérselo.

Esta habilidad para transmitir sus análisis la utilizó en sus libros de ensayo como Manifiesto subnormal (1970) o en Panfleto desde el planeta de los simios (1995). En Almuerzos con gente inquietante (1984) tuvo un éxito que desconcertó incluso a la propia editorial. Manuel Vázquez Montalbán ya era un escritor de culto y además resultaba popular.

Su tercer placer provenía de la buena mesa. Era lo que algunos denominaron como un comunista sibarita. Sabía de añadas, de tipo de uvas y de alcoholes. Para muchos era sospechoso viniendo de un militante comprometido con la defensa de los intereses de los desheredados. Se permitía lujos como el automóvil clásico gigantesco, un Jaguar del año de María Castaña que conducía por la zona alta de Barcelona y que había adquirido tras ganar el Planeta. Pero en Manuel Vázquez Montalbán todas esas aparentes contradicciones eran de una aplastante normalidad. Demostraba su compromiso político con la zquierda en muchos de sus escritos y en el compromiso que asumía sobre todo ante las causas perdidas. Una muestra de ello fue su visita al subcomandante Marcos, lector empedernido de los libros de Montalbán, al que le llevó unas cuantas butifarras catalanas cuando lo entrevistó en Chiapas y de cuya visita escribió Marcos, el señor de los espejos (2000).Más problemas le trajo Y Dios entró en La Habana (1998), libro prohibido en Cuba, pero que no impidió a su autor que visitara la isla más de una vez y aprovechará esas ocasiones para comprarle puros a Tom Sharpe.

Ha sido uno de los escritores más populares en lengua castellana.Le concedieron todos los grandes premios: Planeta, el Nacional, de la Crítica, Ciutat de Barcelona y el Europea de Literatura por Galíndez (1990), que junto a El pianista (1985) y Erec y Enide (2002) son sus obras donde el autor se vistió más de novelista. Era columnista de El País e Interviú. Uno de sus últimos actos públicos fue participar como jurado de los Premios Reporteros y Columnistas de EL MUNDO de 2003.