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Vital, social, metafísicoLUIS ANTONIO DE VILLENAEL MUNDO, 22 / 10 / 2003.En sus inicios como poeta -ya sabemos que a Vázquez Montalbán se le conoció más por sus otras y varias literaturas- Manolo estuvo en dos antologías que se quisieron dispares y lo fueron.Resultó el más joven de los poetas que reunía Poesía social de Leopoldo de Luis, edición de 1969. Poco después fue el mayor -uno de los mayores- de los Nueve novísimos (1970) castelletianos...¿Qué unía realidades tan, de súbito, adversas? La canción y la cultura populares, vistas como copla (que ni desdeñaba a Juanito Valderrama ni a la Piquer) o como kitsch, un sentimiento neorromántico al que Susan Sontag definió como una dulce añoranza. Y sin embargo, Manolo Vázquez Montalbán (lírico entre tanta prosa) sólo tuvo, como poeta y hombre, las naturales añoranzas del erotismo y del futuro, de un tiempo mejor para todos que nunca termina de llegar. Siempre nos pareció poco novísimo Manolo Vázquez (pese a su sólida, segura vocación de modernidad) porque él no abandonó las trincheras del antifranquismo puro, porque nunca se quiso puro teórico.Y entendió bien -parecía difícil entonces- que gustar de Antonio Machado no implicaba abjurar del surrealismo, ni de Carlos Edmundo de Ory, ni -más lejos- de La tierra baldía. Siempre en socialismo y hacia la libertad. Tampoco es casual, así, que su primer libro de poemas fuera Una educación sentimental (1967), donde la nostalgia cruza caminos con el daño de la posguerra y por tanto con una reivindicación claramente rebelde, mientras que su última publicación poética -en 2001, y parcialmente antológica- se titulase con el ovidiano Ars amandi, que recoge preponderantemente su veta erótica, pues como muchos buenos observadores y buenos rebeldes, Manolo Vázquez supo que la poesía española, llena de espléndida poesía amatoria, era corta en estricta poesía sensual. No siempre hay gran amor, y a veces lo fugaz se vuelve compañía, estímulo de vida mejor... Poeta de imágenes lanzadas como flashes, que renuncia a menudo a la puntuación, sabiendo -como los más genuinos poetas modernos- que el ritmo no está necesariamente secuestrado por los metros tradicionales y que en la poesía moderna ese ritmo (necesario) es una búsqueda, Manolo Vázquez siguió y buscó tales trochas.Un poema de gusto popular y colectivo, que no se niegue a los lujos del gran arte -que no deje de evocar a Eliot, el hondo; o a Apollinaire el mago de los cuadrados-, ni a las seducciones de la allendidad, del pedido extremo del corazón del hombre.Aunque -no creo que convenga negarlo- el triunfo poético de Vázquez Montalbán quedó lejos (una vez me dijo que a su pesar) de su éxito periodístico o prosístico, no menos cierto resulta lo arriesgado, atractivo y vivísimo -actualísimo hoy, a mi saber- de su proyecto poético: unir la claridad y la hondura, la vocación del subterráneo o la altura de fúlgida antracita con el son popular y el calor de la buena tierra que sabe a cuerpo solar, a vergel de carne, a noche de San Juan, a franca, feliz, inevitable y necesaria heterodoxia. Porque a Vázquez Montalbán (también en la poesía) le llamó la Heterodoxia con voz de potente trueno... |