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Robinson y ViernesMANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁNEl País, Revista de verano, 14 / 8 / 2000La fábula del individualismo creativo y competitivo la escenifica la conciencia burguesa mediante la historia de Robinson Crusoe, el sagaz administrador de los restos de un naufragio con la ayuda indispensable de la Providencia. Cuando el salvaje Viernes incorpora la mano de obra y la inocencia vigilada a la prosperidad del náufrago de York, salvado de ser comido y de ser caníbal, Viernes asume su grado de esclavismo porque acepta su inferioridad cultural radical, incluida la religiosa. Cuando en los años 60 del siglo XX se generalizan los procesos de descolonización, prosperaron toda clase de ideologías emancipatorias basadas en el complejo de culpa de los descendientes de Robinson más lúcidos y desalienados. Así fue posible el discurso crítico del imperialismo y la solidaridad con los Damnés de la Terre, proponiendo modos de producción alternativos que no determinaran el itinerario del esclavismo al imperialismo. Aquel impulso solidario con la descolonización movió guerrillas selváticas y urbanas y una conciencia autocrítica del sistema capitalista y del eurocentrismo cultural que ha sobrevivido a los tiempos de desmovilización y cinismo de la década de los ochenta y los noventa. Quizá la corriente teórica e ideológica más superviviente es la que lleva de Los condenados de la Tierra de Fanon y el tercermundismo en general, al voluntariado solidario con los Sin Tierra en Brasil o con los neozapatistas en Chiapas. |