M.V.M.

Creado el
20/11/1998.

R.R.
Rosa Regàs.
(Foto J.Uriarte)

LA COLUMNA

Vázquez Montalbán

ROSA REGÁS

EL PAÍS, Cataluña, 13 / 9 / 1994


Desde aquel día en que me acerqué a ti, Manolo, a raíz de una conferencia sobre el asesinato de Lumumba que nos diste a tus 20 años en un aula del patio de Letras de la Universidad, han pasado muchos años.
    A lo largo de tres décadas y desde todas las ventanas y balcones de la información, a través de las tramas y urdimbres que teje incansable tu Carvalho desde que se topó con un cadáver de cabellos rubios como la cerveza, en los personajes que gracias a ti denunciaron décadas de ignominia y agresión, con tus infinitas y jamás negadas ayudas a los que comienzan, trabajan, luchan y se esfuerzan, o desde las voces submarinas de tus poemas —siempre con la deslumbrante capacidad de concisión y trabajo que los dioses te concedieron— nos han enseñado cómo lidiar con las ideas y las creencias, sobre todo en los momentos en que ya no están de moda y quienes las combaten vociferan sin tregua su derrumbamiento recurriendo al tópico fascista de confundirlas con sus títulos y con los líderes que se adueñaron de ellas. De ti hemos aprendido a seguir luchando por lo que creímos justo cuando éramos altos, jóvenes y rubios, cuando acabábamos de descubrir nuestro coraje y nuestra inteligencia, y cuando las páginas de nuestra historia estaban aún por escribir.
    Hemos asistido a la desaparición de tiranos y de sus secuaces que decían tenerlo todo atado y bien atado; hemos visto cómo se sustituían a codazos los líderes políticos, estéticos o literarios, y cómo el que podía se entronizaba en el altar de una tradiclón exacerbada por el ansia de poder; nos sorprendió la deserción de generaciones enteras de luchadores, amordazada ahora el habla por un simple cargo burocrático; comprobamos una y otra vez cómo se confunde la moral con el oscurantismo, la fe con la esclavitud, la patria con el feudo y el consumo con el progreso. Nunca nos faltó, ni ha de faltarnos ahora, tu reflexión lúcida, brillante e inteligente. Tenemos de ti descripciones antológicas de personajes y situaciones, y siempre más utilizaremos ciertos calificativos que te sacaste de la manga para definir con acerada exactitud a los grandes de la tierra. Por todo ello has logrado el respeto y la envidia de tus detractores, la admiración de los que te leen, el asentimiento incondicional de los que seguimos paso a paso tus análisis y diagnósticos, y el amor de todos aquellos a quienes has ayudado y has concedido el beneficio de tus arroces negros y de tu amistad.
    Sé que cuando desde la cama donde te recuperas leas este texto te reirás y me tildarás de inexacta, apasionada y épica, pero por una vez no tendrás razón. Este texto no es un alegato, ni una semblanza, ni una lisonja, ni un homenaje. Ni siquiera es historia. Este texto no es más que una canción. Y esta canción, Manolo, es para ti.