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Platón, Hegel, Lacan y Agustín Lara, |
Se había abordado la canción popular contemporánea, bien desde la perspectiva erudita de encontrarle las raíces en el cancionero tradicional o bien desde el sociologismo que indaga la transmisión de ideología de los cancioneros desde los tiempos de la prerrevolución francesa, cuando cumplieron entre las masas papeles equivalentes a los cumplidos por los enciclopedistas entre las elites. Iris M. Zavala tiene el bolero en el corazón y en la memoria, que es donde hay que tenerlo, pero lo aborda con un instrumental analítico de altas cejas para el que convoca incluso a Lacan o a Hegel. El bolero de Lacan diría que necesitamos la ley para ser inmensamente pecadores y me recuerda unos versos de la copla La Guapa. Y al preguntarme los jueces/ por qué en el banquillo estás/ Yo les respondí mil veces/ que por guapa y nada más/ Por guapa, por guapa, por guapa. El bolero de Hegel diría que el deseo del ser humano es el deseo del otro y ahí están los desgraciados y las desgraciadas de bolero buscando al otro por donde quiera que van. No habría bolero, como no habría tango sin la ansiedad del otro, la nostalgia del otro; en cambio, otro espléndido sistema narrativo como es el corrido está hecho para la épica tanto o más que para la lírica.
Bolero, corrido, tango, copla española (la más entroncada con la tonadilla escénica) son sistemas narrativos perfectos que en dos minutos o algo más te pueden contar Madame Bovary o Guerra y Paz, pero gracias a Iris M. Zavala sabemos que ahí están Lacan, Hegel, Platón para dar altísimo sentido a Antonio Machín, Bola de Nieve o Los Panchos, porque cualquier canción es la resultante de la eterna indagación de los seres humanos sobre necesidad y satisfacción, la dialéctica fundamental del sentimiento y de la supervivencia. Al servicio de este espléndido viaje intelectual, Iris M. Zavala pone todos sus saberes de descodificadora literaria, historiadora y cómplice de boleros y amores posibles e imposibles, sabedora que, desde Platón, el amor es el lugar privilegiado de la pasión por los signos, es decir, por las señales, y Zavala cree, como yo, que a la canción popular han llegado las grandes ideas y los grandes mitos de nuestra cultura humana, patrimonial, acumulada. Y además de este libro aprovecha todo, porque al final el lector puede echarse al cante y tratar de oírse en la interpretación de la Antología de Boleros y yo mismo no me he podido resistir a repasar todos mis fracasos amorosos con la ayuda de Una aventura más de Los Panchos, la canción que yo tarareaba cuando tuve mi primer fracaso amoroso. Un poco después de la guerra de Corea.