M.V.M.

Creado el
25/1/2002.



Meditación sobre la fuerza y mansedumbre de las bestias,
prólogo por Manuel Vázquez Montalbán a

100 bestias políticas

de Rafael Wirth y Jaume Bach, editado por Planeta, Barcelona, 1977


Los políticos están condenados a ser lo que la gente quiere que sean. O al menos en gran parte. Su propia imagen no les pertenece y es pasto del agua bendita, de las llamas o de tintas más o menos propicias. Los políticos suelen quejarse del trato excesivo o desconsiderado que les dan los publicistas. Exigen un respeto o dos o tres o todos los respetos, según las condiciones de exigencia en que se encuentren. Declaran que no se explican la ola de distorsiones que padecen, la pugnatividad de las caricaturas que les dedican. Uno les recomendaría paciencia y conciencia de función. El oficio de político puede ser todo lo duro y abnegado que se quiera, pero aun siendo ejercido con una cierta honestidad (tampoco hay que ser muy exigentes en esta cuestión) siempre conlleva algo de siniestro. Y es que los políticos en el fondo siempre juegan a vida o muerte. Se ha dicho que la política es el arte de la guerra con instrumental pacífico o al revés: que la guerra es la política por otros procedimientos. Así son los políticos. Si pueden matar matan y si no pueden matar negocian. Para explicar científicamente este hecho objetivo los marxistas se han inventado lo de la correlación de fuerzas y Quissinguer (y perdonen la confianza que me tomo con el apellido del gran mangante) convirtió este descubrimiento marxista en una ley de conducta internacional y nuclear: lo que trae la paz es el miedo a perder la guerra.

    Cuando un político sonríe es porque no puede estar serio. Cuando te da la mano es porque no puede estrangularte. Si te pide algo es porque no puede quitártelo. Si te da cualquier cosa es para no darte lo que le has pedido. Y si no le has pedido nada y te da algo, tate, aquí hay gato encerrado. Tal vez pensarán que con esta filosofía un servidor no está muy dotado para moverse en el mundo de la política. Cada cual apechugue con sus contradicciones. Unas veces como mirón y otras como practicante, he tenido alguna oportunidad de tratar con políticos. A pesar de todo lo que sobre ellos pueda poner por escrito, la verdad es que he conocido ejemplares dignos de aprecio... condicionado.

    Bach y Rafael Wirth la emprenden en este libro con una galería de políticos de muy señor mío. Son pájaros de cuenta, es decir, vuelan alto y hay que observar el vuelo con cuidado, porque a algo apuntan. En la cresta de la ola del retorno de la «legalidad política» aparecen rostros y apellidos que Bach y Wirth han diseccionado valiéndose de la imagen y la palabra. Estas bestias políticas que a continuación aparecen concentradas, como si fueran un caldo o un elixir estomacal, son hijos de padre y madre como todos, pero deben servidumbre a su voluntad de seres públicos. Wirth informa sobre sus vidas y por el procedimiento de la combinación de datos retrata no ya la presencia actual de la bestia, sino todo el proceso que le ha llevado a ser lo que es o al menos a parecer ser lo que parece ser. Bach, con el estilete del caricaturista, ha hecho una interpretación de lo que el pájaro lleva en el buche, a partir de lo que el pájaro enseña en la cara. Entre todas las parejas culturales o cómicas que ha producido el siglo (Stan Laurel y Oliver Hardy, Tip y Coll, Fraga y López Rodó, Perich y Vázquez Montalbán, Ramoneda y Martí Gómez, Tierno Galván y Morodo, Franco Bahamonde y Franco Salgado-Araujo, etc. etc.) Wirth y Bach destacan por la complementariedad de su análisis de las víctimas.

    A veces el personaje les cae bien pero tratan de disimularlo. Cuando les cae mal el disimulo apenas si existe. Pero el lector hará muy mal si se conforma con la venganza que le prestan estos excelentes analistas del alma de las bestias políticas. El lector debe estar siempre a la expectativa y no bajar la guardia. Así, cuando contemple la reacción de entusiasmo que los políticos dispensarán a este libro, cuidado, mucho ojo, no se fíen, si pudieran lo secuestrarían.

    Pero como al menos durante una temporada todos hemos de presumir de demócratas, este libro tendrá larga vida y fortuna. Rafael Wirth es un periodista inteligente, agnóstico y sentimental. Bach es un pintor que ha convertido la caricatura en un instrumento de defensa ante la vida y la Historia.

    Vaya par de bestias también ellos.