M.V.M.

Creado el
01/06/2018.


Manuel Vázquez Montalbán

FUSILES Y CLAVELES

prólogo de Portugal: muerte de un fascismo

de Xavier Roig, Editorial Laia, Barcelona, 1974


Un espectador normal y corriente de los hechos políticos tratará de explicarse lo sucedido en Portugal con la ayuda de los cuentos de hadas o de las ciencias ocultas. ¿Producto de un hada madrina con monóculo o de una conspiración de espíritus carbonarios llegados del otro mundo? En definitiva los hechos de Portugal demuestran una vez más que las teorías hacen posible la práctica, pero que son insuficientes hasta que la práctica las ratifica y corrige. En realidad las condiciones que hicieron posible el golpe existían y pudieron ser detectadas a un nivel teórico; lo que la teoría siempre ha demostrado no saber detectar son los detonadores históricos.

En Portugal mandaba un poder que se había sucedido a sí mismo y no traducía los intereses de las fuerzas sociales nacionales. Esta situación la había legitimado por el apoyo de las fuerzas armadas y ese apoyo lo había recibido por una serie de factores que responden a distintos niveles de planteamiento. La ideología del «orden» tan característica de la institución militar; la extracción social del ejército; la alineación del ejército portugués dentro del sistema defensivo anticomunista; la fijación del ejército hacia un proyecto nacional urgente: la supervivencia del imperio. Estos factores fueron entrando paulatinamente en crisis ante una serie de descubrimientos sucesivos de los militares. Descubrieron que no defendían «el orden» sino «un orden» determinado; por sus propias vinculaciones sociales descubrieron que el malestar afectaba incluso a amplios sectores de una burguesía frustrada; comprobaron que en su anticomunismo eran más papistas que el papa ante el espectáculo de la «coexistencia pacífica»; comprobaron que una guerra imperial no puede ganarse por las armas y acaba minando las estructuras básicas de la propia metrópoli. Tras esta serie de escubrimientos, comprobaron que el estado salazarista ocultaba tantas evidencias porque estaba sostenido por su propia burocracia y por una minoría oligárquica opuesta a cualquier cambio que alterara, aunque fuera mínimamente, su estatuto de privilegio.

El problema se planteaba en función del vacío político que suele crear a su alrededor el poder de excepción fascista. Ante el dilema «o nosotros o los comunistas», el fascismo sólo propicia la legalidad del fascismo y la ilegalidad del comunismo, desarmando a amplios sectores sociales de su propia identidad política. Si se daba un golpe para derribar ese poder de excepción ¿se caería automáticamente en la subversión? Los militares decidieron que no si podían por una parte garantizar el orden heredero tomando la inciativa de la destrucción del aparato de estado fascista y desde ese respaldo, convocar a todas las fuerzas políticas reales y potenciales cuyos objetivos pudieran coincidir en una liquidación del fascismo. Ello se traduciria en primera instancia en un pacto político que conllevaba un cierto pacto social transitorio, para superar la grave situación económica que Portugal heredaba de su economía de guerra perdida y de la coyuntura internacional occidental.

Bajo este prisma, el golpe tiene una explicación sensata, no pretendo que sea «total», porque en él confluyeron multitud de factores que enriquecen tanto el análisis, tanto que hacen imposible cualquier pretensión de que sea total con las urgencias y precariedades naturales en un prólogo. Estamos en una fase de acopio de información sobre lo ocurrido en Portugal y el presente libro debe verse y juzgarse desde esta exigencia. Los hechos nos los cuenta un periodista que vivió la experiencia desde el primer momento, que supo vivirlos desde fuera, entre el perfume de los claveles populares, y desde dentro, conversando con los propietarios del ácido perfume de los fusiles militares. Estamos en presencia de una crónica, pero la palabra ha adquirido por deterioro una significación insuficiente para cobijar lo que ha hecho Xavier Roig. Podríamos hablar de una crónica en profundidad en la que los hechos no tienen sólo la doble dimensión de las fotografías, sino la triple dimensión de la historia. Roig no interpreta, pero dispone los hechos y las palabras de tal manera que de ellos se deriva una interpretación al alcance del público.

De todo lo dicho hasta aquí no quisiera que pudiera sacarse la conclusión de que lo ocurrido en Portugal es hijo de un lúcido maquiavelismo y que el libro de Roig es una simple exposición de hechos. Sino de que tanto en mi breve análisis, como en las páginas de Xavier Roig, se pretende superar cualquier encanto esteticista derivado de una revolución realmente hermosa y cualquier precipitación «ideologizadora» derivada de una revolución aparentemente misteriosa o romántica. A todos los que hemos tenido la suerte de conocer Portugal antes y después del golpe del 25 de abril, se nos hace muy difícil superar la emotividad de comprobar que los pueblos de la noche a la mañana pueden dejar de ser infelices. La revolución portuguesa, entre otras cosas, ha servido para comprobar que tras las pesadillas autoritarias se desata una enorme energía creativa en los individuos y las masas, como si, en cierta manera, se saliera de una sordomudez colectiva y se recuperará el lenguaje.

En Portugal se han recuperado las reglas del juego democrático y esta circunstancia es positiva desde cualquier prisma que se juzgue, menos desde dos. Desde el fascismo de derechas y desde el fascismo de izquierdas, en el que no incluyo, ni mucho menos, a todos los grupos que se sitúan a la izquierda del PC, sino solamente a aquellos grupúsculos que sólo se autolegitiman en la anorn1alidad de la represión indiscriminada que practica el fascismo. Quiero decir con esto que mi corto prólogo y el libro de Roig apuestan desde la primera palabra a la última por una situación que nos parece legitima, racional y envidiable. En cuanto al autor, sólo quiero dar constancia de que es uno de los periodistas jóvenes mejor preparados, una de las excelentes muestras del nuevo periodismo español que ha necesitado de información y laboratorio lingüístico para conseguir una comunicación digna con el público. Sus crónicas desde Portugal publicadas por el diario barcelonés «Tele/eXpres» fueron, en mi opinión, uno de los mejores testimonios que ha tenido la revolución portuguesa.