M.V.M.

Creado el
22/7/1999.


Ocalan: oportunidad de guerra humanitaria

MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN

La Jornada, 8 / 7 / 1999


Cuando Ocalan fue sorprendido y retenido en Grecia e Italia, en el inicio de una extraña huida hacia los brazos de agentes de servicios secretos no determinados, aunque claramente orientados por la CIA, las especulaciones sobre tan extraña aventura llegaron a plantearse la doctrina de al borde del abismo. Fue desarrollada desde los años cincuenta, bajo el patrocinio de los hermanos Dulles, por los especialistas en cálculo de probabilidades aplicado a la guerra fría, sobre todo por Hermann Khan, uno de los maestros más determinantes de Kissinger. Para solucionar un conflicto crónico hay que agravarlo y llevarlo al borde del abismo y una de dos, o se provoca una guerra mundial o se soluciona diplomáticamente. Una vez terminada la guerra fría, el papel de la disuasión mutua en la solución de los conflictos agravados ha desaparecido con la URSS, convertida en la CEI, subpotencia pedigüeña pendiente de los créditos internacionales, pero la filosofía estadunidense de agravar el conflicto para zanjarlo ha tenido en la nunca declarada guerra de Yugoslavia su más reciente expresión. La detención de Ocalan y su juicio significaba llevar hasta la frontera de la catástrofe la cuestión kurda pero, tal vez por ello, todas las partes implicadas se verían obligadas a dar una solución estable a una diáspora étnica que implica a Turquía, Irak y Siria. Si era evidente la violación de derechos humanos en Kosovo, no lo era menos la que padecen los kurdos a manos de turcos, iraquíes y sirios, aunque se ha aplicado diferente rasero a cada situación. Turquía es un país de la OTAN e Irak es una de las coartadas de la filosofía armamentista-policiaca que ha llevado a la OTAN al lugar antes ocupado por la ONU. Además, la vanguardia del movimiento kurdo por la independencia la desempeña el PKK, partido de inspiración comunista que para la OTAN es un forónculo heredado de la guerra fría; algo así como un tozudo ejército recalcitrante que ha sobrevivido bajo las ruinas del imperio del mal. Entre las causas de guerras civiles en la aldea global censadas por los polemólpogos postmodernos, no figuraban las humanitarias hasta que la OTAN utilizó el adjetivo para connotar la nunca declarada guerra de Yugoslavia. La rebelión kurda, con todas sus diferencias, aparece como el ejercicio del derecho a la autodeterminación, el mismo derecho esgrimido por los albanokosovares respaldados por la OTAN en la primera guerra en la que se ha visto implicada, tan desconcertadamente que ni siquiera la ha querido llamar guerra y cuando la ha asumido como tal se ha apresurado a calificarla de humanitaria, en una aventurada, claramente desdichada, operación significante. Una vez encariñados sus exégetas con las guerras humanitarias, que ya han sido saludadas eufóricamente como las únicas guerras merecedoras de futuro, tienen en el caso kurdo un magnífico campo de experimentación, por lo que sería lógico que la OTAN bombardeara a los kurdos residentes en Turquía para que se vean obligados a huir en todas direcciones y constatar así la gravedad de su situación, bombardear Ankara a continuación y en primer lugar las instalaciones de la televisión, cerebro ideológico del jacobinismo turco. Luego se podría conseguir que el Tribunal Internacional, alternativa al de La Haya por su mayor docilidad al nuevo orden internacional, declarara criminal de guerra al gobierno turco. Esta nueva guerra humanitaria nos iría acercando al escenario de la próxima, Afganistán, donde una situación creada por la política estadunidense y pakistaní para desplazar a la antigua URSS como potencia protectora, ha provocado la dictadura de los talibanes y la opresión de las mujeres hasta límites que nos permitirían hablar de un genocidio sexual. Si nos ponemos a inventariar las causas justas que aguardan en la cola para merecer la mirada de la OTAN, las más urgentes son la de los kurdos y la de las mujeres de Afganistán. Pero para solucionar el caso kurdo hay que bombardear Ankara y para llevar los derechos humanos a Afganistán hay que pasar por encima de ejércitos incontrolables en su día organizados y armados por los paladines globales de los derechos humanos. Será mucho más fácil presionar a Turquía para que encierre a Ocalan y deje en suspenso la aplicación de la pena de muerte y conseguir que la CNN aparte sus cámaras de Afganistán. A veces no hay condiciones objetivas ni subjetivas para declarar guerras humanitarias.