M.V.M.

Creado el
5/4/2000.


Primarias

MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN

El País, Cataluña, 13 / 1 / 2000


Las primarias de Iniciativa per Catalunya prometen al menos crear una expectación previa en torno al tono de una formación política que no vive un estado de euforia. Creo que IC, como sujeto colectivo, cometió el error de no convertir el análisis crítico de su resultado electoral en las autonómicas en un debate abierto sobre su función o no función, debate de proyección pública que habría ayudado a recordar qué papel ha cumplido este partido a la izquierda del PSC, especialmente en el período en que la alianza de CiU y el PSOE relegó al PSC a un papel de incómoda oficina recaudadora de votos para el PSOE, y baste recordar las limitaciones que padeció un excelente candidato, Joaquim Nadal, en sus enfrentamientos con el socio Pujol. Tampoco ultimó IC la discusión sobre el posnacionalismo que inició Rafael Ribó y que quedó a la espera de que se formase una conciencia social sobre la cuestión, entretenidos el pancatalanismo y el acatalanismo en batallas babelianas. En buena medida, la naturaleza y necesidad de IU depende de cómo resuelva su apuesta por el posnacionalismo, una vez agotado el discurso que heredó del PSUC de formación aunadora de reivindicación social y nacional.

    Hoy por hoy, la más intensa herencia de Iniciativa per Catalunya es la que le viene del PSUC de los inicios de la legalización, un PSUC plural hasta el eclecticismo, no tan heroico como el de la guerra y la inmediata posguerra, pero formidable en su capacidad de metabolizar y movilizar la compleja sociedad civil catalana. Aquel PSUC con voluntad estratégica de fomentar unitarismo primero de resistencia y después para la transformación nacional y social no ha sido sustituido en el concierto político catalán y hay que reconocerle a Iniciativa per Catalunya que ha tratado de fomentar una cultura de izquierdas unitarias. Sigue en ese empeño en pos de una Entesa dels Catalans, o como se llame, para las próximas elecciones al Senado, pero su principal problema no es demostrar que ha sido, es y será unitarista, sino demostrar que tiene un espacio en el espectro electoral. Que lo tiene en el tejido social está demostrado por los votos que conserva a pesar de las difíciles circunstancias electorales y por los votos que se han ido a la abstención a la espera de que IC se clarifique. Ahora esa clarificación es urgente y no puede esconderse tras el logro unitarista en las candidaturas para el Senado; incluso Iniciativa per Catalunya puede morir a causa de este éxito, como fue gravemente herida ayudando a Maragall como alternativa a Pujol.

    Una formación política con escasa presencia mediática, porque para muchos poderes mediáticos sigue representando el poscomunismo racional, y descompensada entre su capacidad de trabajo y el eco social de ese trabajo, tiene que aprovechar la oportunidad que le dan las primarias en la elección de su candidato a las elecciones generales, para dar fe de vida y de su condición de izquierda necesaria. Los candidatos a las primarias son estimulantes aunque opuestos por el vértice. Joan Saura se ha convertido en un experto político que ha crecido con el partido y Pere Camps fue un precoz dirigente sindical al que yo utilicé como personaje más o menos enmascarado en una de las primeras novelas de la serie Carvalho. Si Joan Saura representa la continuidad de un discurso y está en condiciones de racionalizar esa continuidad, a Pere Camps le correspondería oponer la voz de extramuros, desde su condición de agente cultural alejado de la política activa en los últimos años, aunque no de la cultural. La mirada interior de Saura y la mirada exterior de Camps deberían servir para que el colectivo de Iniciativa per Catalunya superara la situación de impasse en la que parece vivir, a la espera de que las elecciones de marzo le den oxígeno o se lo quiten del todo.

    No es una disyuntiva baladí. La irrelevancia de Iniciativa sería un drama para el ecosistema político catalán y dejaría en la más absoluta desidentificación a una parte muy cualificada del electorado. Es cierto que en su día desapareció el dinosaurio, pero está casi demostrado que desapareció precisamente por eso, porque era un dinosaurio. No es el caso de IC. Si nos tomamos la molestia de seguir su ejecutoria como partido de gobierno en los municipios y de fiscalización de la política democrática en el Parlament, veremos lo mucho que ha hecho y conseguido con los efectivos que el electorado ha querido darle. Más allá de las preferencias por Saura o Camps, el colectivo debería tomarse las primarias como un ensayo general de resurrección de la carne, de perdón de los pecados y de vida perdurable. Es decir, algo parecido a lo que antes hubiéramos llamado ensayo general del juicio universal de la historia.