M.V.M.

Creado el
25/5/98.


Algunas
Capillas Sixtinas:

1) Las ruinas de Palmira.
2) La boda de Encarna.
3) Freud y yo.


IMPRESIONES

ROBERTA ERBA

Mayo 1998


Acabo de escribir una tesis sobre la relación entre la censura y el uso del pseudónimo en la obra periodística de Manuel Vázquez Montalbán. Para desarrollar este tema he tenido que leer una cantidad de columnas y otros escritos de este autor, cuya producción es inmensa y diversificada. No podemos decir que sea un intelectual especializado en un solo género literario. Su eclecticismo le acerca a esa visión amplia que el Renacimiento tenía de la cultura y del saber. Este trabajo me ha proporcionado la oportunidad de conocer a un escritor cuya obra novelística representa sólo una parte de su labor, y de hecho Vázquez Montalbán nace como poeta y periodista en los años sesenta. Fue precisamente en esta década de frenética actividad poética, periodística y ensayística, cuando nacieron los presupuestos para la composición de su primera novela de la serie Carvalho, Yo maté a Kennedy (1972).
    Tras año y medio de lectura de la obra de Manuel Vázquez Montalbán, he recibido una impresión de unidad. Con esto quiero decir que no nos es posible comprender a fondo el carácter del detective gourmet y el sentido de las novelas policiacas de Vázquez Montalbán si no hemos leído antes La Capilla Sixtina de Sixto Cámara (pseudónimo de Manuel Vázquez Montalbán en la revista Triunfo), así como el original ensayo Crónica Sentimental de España, o si no nos hemos acercado nunca a la obra poética del autor. Lo que significa conocer las obsesiones de Vázquez Montalbán, de las que mueve toda su obra. Estas obsesiones se concretizan en la reflexión sobre el poder, la memoria histórica y la mistifación del pasado actuada por el régimen franquista, sobre la subcultura y los mitos subculturales. La impresión que he recibido, también gracias a una preciosa entrevista que el escritor me concedió personalmente en Barcelona, ha sido la de un intelectual sensible y coherente que en ningún momento renunció a reflexionar, criticar, escribir.
    Además, su afición a la subcultura ha despertado en mí la curiosidad hacia la canción popular española de los años cuarenta y cincuenta a través de los estribillos de las canciones de Conchita Píquer o de Antonio Machín.
Estas letras, tantas veces recordadas en los escritos de Vázquez Montalbán, quedaron impresas en mi memoria aunque yo no conociera su melodía. Hasta que un día, durante un viaje de Lérida a Barcelona, el chófer del autocar puso una cinta y no tardé en reconocer esa canción, fueron suficientes dos versos:

Se vive solamente una vez
hay que aprender a querer y a vivir...

(Antonio Machín)