M.V.M.

Creado el
2/2/98.


Más cosas sobre Vázquez Montalbán y Cuba.


Las tonterías de Wayne

MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN

EL PAÍS, 24 / 1 / 1998.


Cuando me ven salir y entrar de ministerios y otros territorios de poder, las gentes del lugar me dicen: «Así no se va a enterar usted de la verdad». En Cuba la verdad se ve y a veces se escucha, pero el forastero armado de cierto conocimiento sobre las dos finalidades fundamentales que pugnan y a la vez se complementan en la isla, sobrevivir y la revolución, debe entregarse a la riqueza de tanto estímulo contradictorio. El Papa pasó su vida rodeado de multitudes que sólo creen fervorosamente en la seguridad mínima que les da la cartilla de racionamiento, y, antes de marcharse, tanto él como Castro tratarán de dejar clara su estrategia: el Papa ha venido a invertir en futuro misionero y Castro está consiguiendo demostrar que Estados Unidos se ha quedado bloqueado en su voluntad de bloqueo. Sobre la cartilla de racionamiento hablo, a modo de correlato objetivo, con la antropóloga mexicana Cristina Padilla Dieste, descendiente de nuestros Dieste y experta en la relación entre el racionamiento como sistema de supervivencia y de señales.
Que nadie se asuste si de vez en cuando los discursos chirrían o tropiezan, porque ni el Papa ni Castro van a dar su brazo a torcer ante toda la aldea global. Uno de los residentes en Miami, Max Lesnik, dirigente revolucionario socialdemócrata antaño junto a Gutiérrez Menoyo, luego director de la revista Réplica, repetidamente bombardeada por el anticastrismo ultra de Florida, me ofrece una explicación para la dureza empleada por Castro contra los conquistadores españoles en su discurso: «Era un discurso de bienvenida, blando necesariamente con Juan Pablo II. Para alguien tenía que reservar la dureza». Hay que tranquilizar los ánimos celtibéricos, desde la sospecha de que a los conquistadores les tocaron verdes y al Papa maduras.
Sereno está el encargado de negocios Sandomingo, al borde de un plato tailandés que aprendió a hacer en los inicios de su carrera en Bangkok. Sandomingo pertenece a esa raza de diplomáticos que no emplea las obviedades diplomáticas para enmascarar la propia obviedad consustancial y casi tres horas de diálogo con él te sitúan plenamente en una Cuba de la que conoce las verdades del balsero y las del poder. Extramuros de la serenidad del diplomático gallego, una parte del clero español aquí presente se pasó el día de ayer rasgándose el clergyman, mientras el omnipresente Navarro Valls trataba de apagar incendios y vigilar rescoldos. «¿Sabes qué?», como suele proponer las afirmaciones una amiga mía: la visita del Papa debe transcurrir dentro de una dialéctica controlada.
Termino la tarde en compañía de Wayne Smith, una persona que goza de tantos consensos en la isla como monseñor Céspedes. El que fuera embajador de Carter y uno de los urdidores de la gran oportunidad de acercamiento entre Castro y Estados Unidos, frustrada por Reagan, tiene sobre su mesa la declaración de los Americans for Humanitarian Trade with Cuba, lobby a favor de la inmediata ruptura del bloqueo para productos asistenciales, en el que figuran apellidos como Rockefeller o Servant Shriver, junto al comunicado de Elizardo Sánchez Santa Cruz, presidente de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional.
Si Rockefeller y compañía, tras condenar el régimen de Castro, piden el levantamiento del bloqueo, el disidente cubano residente en La Habana, tras saludar el éxito del castrismo en las últimas elecciones, pide que convierta esa fuerza electoral en energía transformadora. Wayne Smith se ha pasado muchos años clamando en el desierto en pro del papel transformador del desbloqueo, militante en esa cultura del americano liberal que en 25 años de carrera diplomática ha visto entrar a Castro en La Habana y ha presenciado desde la platea de la Embajada USA el golpe de los militares en Argentina.
Cuando fue marine en la guerra de Corea decidió que debía haber mejores medios de reordenar el mundo, y tras ejercer en Cuba de embajador de un imperio que pasaba a manos de Reagan, siguió pensando que había medios más inocentes de hacer historia. Prepara una novela sobre su experiencia argentina, es profesor universitario en Washington, dialoga con castristas y anticastristas desde la voluntad de fortalecer un lobby en contra del bloqueo y espera poco de la visita del Papa en relación con Estados Unidos, pero bastante en relación con Europa. Su hija está en La Habana como corresponsal de una cadena de televisión norteamericana, y él se muestra doble o triplemente satisfecho por vivir bien acompañado esta situación histórica excepcional. Tiene un sentido del humor tan extenso como su apariencia de americano extenso: «Todos somos felices. Mi hija y yo por vivir estos hechos, y mi mujer se ha trasladado a Miami también para ser feliz». ¿Su mujer es feliz porque la historia le está dando la razón al tenaz Wayne Smith? «No, no. Mi mujer es feliz porque cuida en Miami de nuestro nieto en exclusiva y piensa que nuestra hija me controla en La Habana. De mis posiciones políticas se ríe mucho. Se refiere a ellas como "las tonterías de Wayne".


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