M.V.M.

Creado el
5/4/2000.


Más cosas sobre Vázquez Montalbán y Cuba.


De mojitos con Carvalho

ÁLEX SALMON

El Mundo, 17 / 2 / 2000.


La Habana se siente. Se mete y te caza. Lo dice Vázquez Montalbán. Y si lo dice él, después de haber entrado en esta ciudad de la mano de Dios y de Castro, que viene a ser lo mismo, alguna razón tendrá. Pasear con el autor de Carvalho por La Habana, aprovechando su presencia en la Feria del Libro, es un baño de izquierdismo, anticastrismo relajante y algunas gotas de santería, todo ello rociado de unos cuantos mojitos, daiquiris y hasta algo de vino tinto Vega de la Reina, de la Ribera del Duero.

«Este es un país de irrealidades. No saben muy bien qué es lo que van a hacer con esta doble economía. La del dólar y la del peso. Si Castro se enterara de todo esto».

El paseo comienza en la calle Obispo, donde están los dos locales preferidos de Hemingway. El Hotel Ambos Mundos, donde el escritor se tomaba sus mojitos preferidos, y el Floridita, donde se inclinaba por el daiquiri. «No soy mitómano. Jamás visité la famosa habitación de Hemingway, pero sí su museo, en Finca Vigía. Un lugar muy recomendable».

La rehabilitación de La Habana Vieja le deja admirado. «Hace dos años que estuve por aquí y todo ha cambiado mucho». Se detiene frente a la antigua librería La moderna poesía, uno de los singulares edificios art deco que tiene la ciudad, en la misma calle Obispo. «Fue una esplendorosa librería de la mejor época de Castro. Encontrabas novelas, libros de filosofía, arquitectura, física, matemáticas... Todos a dos o tres pesos. En los 90 sólo había algún ejemplar rumano sobre física cuántica. Ahora, un libro es un lujo».

Ron y habanos

Junto a la librería está el único local oficial de La Habana donde venden ron y habanos a la vez, Caracol. Le compra una caja de Cohibas a Tom Sharpe. Escoge unos cortos y suaves. «España es un país donde el habano está barato, pero aquí están más frescos». Mira con atención un Havana Club añejo, 15 años, pero le piden 20.000 pesetas. Lo deja para otra ocasión. «Matusalén es también bueno, y no se vende en España. Aunque no hablamos de un 15 años, claro».

Volvemos a Obispo, dirección plaza de Armas. Junto a una pequeña librería que se llama Quijote, una joven mulata, sentada junto a un pequeño portal, alienta a subir. «Arriba hay más libros», dice con sorna. Ella también sonríe. «No existe la prostitución en Cuba. Todo es mucho más sencillo. Es cuestión de tener o no tener dólares. Ellas y las personas que se dedican al turismo están dentro de la economía del dólar. Los castristas dicen que ya alcanza a casi el 70% de la población. Hablan de la socialización del dólar. Pero existen cifras más pesimistas que lo sitúan en el 50%. O sea, se acentúan las diferencias».

Vázquez Montalbán recuerda una anécdota durante una de sus visitas a Cuba. «Trabajaba en el libro Y Dios entró en La Habana. Me cité con un general que me tenía que hablar del turismo en Cuba. Me recibió amablemente y le pregunté sobre las diferencias sociales provocadas por la entrada del dólar. Al ver la grabadora fue peor que si hubiera sacado una metralleta y la pregunta lo descolocó. Su reacción fue mejor que una entrevista».

El paseo sigue por Obispo. Hay que pasar por el bar San José. Sobre él, una sede del PCC. Al lado, la farmacia Taquechel, dedicada a la medicina alternativa. «Le he recomendado el lugar a Luis García Montero» (también en la Fería del Libro de La Habana). A la derecha aparece la calle de Mercaderes, donde la rehabilitación es palpable. Según te acercas a la plaza Vieja los adoquines van cambiando. «En Cuba hay una persona crucial, Eusebio Leal, quien gestiona todo el dinero que entra en la ciudad a través de la Oficina del Historiador. Los beneficios de los bares y hoteles se destinan a la restauración».

Al llegar a la Plaza Vieja, Montalbán recuerda que allí era donde se vendía a los esclavos. «Cómo ha cambiado esto. Es una de las plazas más bellas de La Habana, con todas las esquinas tan diferentes». Por la calle nadie le reconoce, sólo algún español. Su libro sobre la visita del Papa lo han leído ciertas esferas de poder que se han pasado fotocopias. «Manuel Vicent intentó traer 50 libros y desaparecieron», apunta Vázquez Montalbán. Sin embargo, entre los poetas tiene más renombre. Por su poesía o por la serie de Carvalho.

El escritor acaba de entregar el penúltimo título del conocido investigador. «Ahora ya no tengo vuelta atrás. He solucionado la vuelta de Charo que me traía por la calle de la amargura. Al final del libro se encuentran Biscuter y Carvalho en el banco cuando tienen dinero para dar la vuelta al mundo», explica.

La tournée finaliza en el lugar más glamouroso de la ciudad, según el autor: el parque dedicado a la princesa Diana. «Es impresionante. Tiene un gran falo en medio, pero con fimosis. El día de la inauguración, Alfredo Guevara, director del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficas, me decía: "es que cada vez tenemos más turistas ingleses". Es el humor cubano», concluye Vázquez Montalbán.


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