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Miguel Núñez y ChiapasMANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁNEL PAÍS, Cataluña, 3 / 3 / 1999.
Una de las medallas de oro de Bareelona mejor concedidas la ha recibido Miguel Núñez, un héroe de nuestro tiempo, forjado en las excepcionales circunstancias de la guerra civil y la larga dictadura franquista. Joven combatiente republicano, Miguel fue de los reconstructores de la razón democrática a lo largo de casi 40 años de dictadura. Cárceles, exilios, más cárceles, en las tramas del PCE, luego del PSUC, fue condenado a 30 años de cárcel en 1959 en una sesión celebrada en el Juzgado Militar de Barcelona, después de haber pasado un mes retenido por los
hábiles interrogatorios del comisario Polo, todavía en ejercicio, y sobre todo de los truculentos hermanos Creix. A partir de esta caída, Miguel Núñez fue un punto de referencia para los jóvenes que nos movíamos en la clandestinidad, fuéramos o no fuéramos comunistas. Yo no lo era, militaba en el FLP, pero el relato de las torturas sufridas por Miguel, la admiración crítica que le demostraban sus propios torturadores cuando nos hablaban de él, el
retrato humano que nos llegaba de sus compañeros de militancia y de cárcel, me convencieron
de que el PSUC era el instrumento más de fiar en la lucha contra la dictadura, sobre todo si
contaba con dirigentes como Miguel Núñez.     Pocos años después yo pasé por el mismo escenario de tribunal militar y con el tiempo conocería a Núñez recién salido de la cárcel, cuando trataba de reorganizar el PSUC en Barcelona. Hay que situar a su lado a una compañera excepcional. Tomasa Cuevas La Peque, legendaria fuguista de una enfermería carcelaria, con todos los huesos rotos a cargo de otro hábil interrogatorio. Su relato sobre la resistencia de las mujeres bajo el franquismo ha sido traducido al inglés por una universidad norteamericana. Si me refiero a estos dos luchadores broncíneos es para replantear el prejuicio de que aquella generación obligada a hacer la guerra civil o la mundial e igualmente obligada a asumir sus consecuencias, fue una generación privilegiada por los dioses o la genética, musculada para hacer frente a tamaños desafíos. No creo que la genética condicione la capacidad de sacrificio y de fuerza moral con la que los humanos respondemos a los desafíos históricos. Son esos retos los que nos construyen la musculatura para sobrevivirlos y darles una sanción que nos parezca positiva. Es injusto decir que los jóvenes de hoy no tienen sus Miguel Núñez o Tomasa Cuevas como si fuera un defecto biohistórico. Cada promoción construye su musculatura épica según la magnitud del desafio y lo que no se ha agotado es la capacidad de sacrificio y generosidad que en el pasado hicieron posible a personas como Miguel y Tomasa. Mientras el alcalde Clos, supongo, condecoraba a Miguel Núñez, yo estaba por Chiapas, al borde de la selva lacandona, esperando la señal del encuentro con el subcomandante Marcos. En el poblado donde aguardaba, un grupo de observadores extranjeros, muchachos y muchachas catalanes e italianos ahora; vascos, canadienses, japoneses o españoles en semanas pasadas, convivían con los indígenas, comían tan frugalmente como ellos, se alumbraban de sol o de velas, salían a la carretera para disuadir pacíficamente a los convoyes militares a su paso coactivo por los poblados, trabajaban como carpinteros o trataban de construir una turbina para traer la luz eléctrica. Los tres catalanes eran tipos singulares y de variado pelaje ideológico. Un impresor ácrata de La Bisbal, un grafista independentista de Barcelona y un barcelonés bombero en Tarragona estaban en la selva lacandona dando testimonio de la solidaridad de los globalizados frente a los globalizadores. Se habían pagado el viaje y vivían la experiencia como reconstructores de un futuro, necesario, nuevo orden internacional. Los que censan el movimiento de cooperantes de todo el mundo hacia el universo zapatista dicen que acuden jóvenes ácratas, poscomunistas, cristianos socialistas, solidarios sin más y sin menos, representantes de colectivos marginados que hacen una lectura crítica de la globalización económica, cultural, moral. Ésta es la nueva sal de la tierra y no han llegado allí exaltados por algo tan obvio como fue en los años treinta la provocación fascista o franquista, sino por algo tan sutil y a la vez mutilador como el decreto del final de la historia redactado por el bando vencedor en la III Guerra Mundial.     Ojalá estos espléndidos muchachos no tengan que pasar por las experiencias crueles que marcan las vidas de Miguel y Tomasa, pero que tampoco se confíen, porque cuando el sistema descubra que la rebelión indígena es una metáfora de la rebelión de la humanidad marginada, progresivamente en aumento según la lógica irracional marginadora del neoliberalismo, el sistema se sacará la represión de la bragueta, o de la OTAN, o de donde sea y no se dejará quitar sus privilegios depredadores. No dejará que la represión se televise. Ni siquiera la dejará fotografiar. |