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Una lectura de José Luis López BullaMANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁNEl País, Cataluña, 12 / 10 / 1999La primera vez que tuve un encuentro con López Bulla fue a raíz de la publicación de la revista Arreu, un quijotesco empeño de Ángel Abad y un grupo de psuqueros para crear una revista en catalán, de izquierdas, en los primeros meses de la transición. Fue un intento escasamente comprendido, porque las izquierdas no entendían la prensa de tendencia, se sentían más seguras con la prensa militante y las derechas preferían un publicismo de izquierdas de hoja parroquial que un intento de conexión laica con la sociedad civil. Recuerdo que nos entrevistamos con López Bulla y Cipriano García a propósito de la información sindical. Teníamos frente a nosotros a los dos máximos representantes de Comsiones Obreras en Cataluña, convencidos del carácter sociopolítico del sindicalismo, e igualmente convencidos de que la reiv indicación social en Cataluña debía estar intrínsecamente ligada a la reivindicación nacional. Los dos sumaban inmigraciones y años de cárcel. Cipriano se llevaba la comida en la fiambrera en los primeros viajes que hizo en avión al extranjero porque pensaba que la comida en los aviones sale muy cara y murió pegando carteles. Cuando salió diputado en Madrid, la primera noche durmió en un banco porque no encontró pensión barata y no quería malgastar la dieta del partido en un hotel de más de dos estrellas. López Bulla era, es, una enciclopedia ambulante de ópera y un diccionario María Moliner viviente, como si estuviera encuadernado en piel humana, y ha sido uno de los protagonistas del papel plural, dúctil, integrador que Comisiones ha jugado en Cataluña, desde la clandestinidad al infinito Recuerdo su indignación cuando, ya en marcha la transición, algunos hiperizquierdistas se iban a la puerta del Liceo a silbar figurones. No le indignaba la falta de respeto a los figurones, sino lo que pudiera haber de simplista, de implícita insensibilidad ante un ritual cultural. Dotado del don del lenguaje directo de un sindicalista contundente y de un escritor brillante, capaz de contar sus migraciones desde Granada al Maresme, en condiciones que hoy consideraríamos africanas, López Bulla dirigió Comisiones Obreras en Cataluña en su larga e intensa marcha de sindicato de combate clandestino, dependiente objetivamente de las posibilidades de acción del PSUC a su situación actual de sindicato plenamente independiente y dialogante. López Bulla estuvo detrás de la política de coincidencias con UGT en Cataluña y España, posible en la medida en que los dos sindicatos se liberaran de la condición de correas de transmisión. Cuando era responsable de Comisiones vivió la crisis del PSUC desde los planteamientos más unitarios posibles tratando de no dejarse llevar por extremos que se tocaban en su voluntad de romper aquel prodigio de equilibrios que era el PSUC recién salido de la clandestinidad con un patrimonio ético y político extraordinario. Pero pese a la voluntad unitarista, José Luis era consciente de que las formaciones políticas forjadas en la lucha clandestina y en una exclusiva cultura de resistencia estaban desfasadas y que había que dar sentido a una nueva radicalidad, que no deberíamos confundir con la que acaba de inventarse Toni Blair para no perderse por los cerros de Úbeda de la Tercera Vía. Cuando Iniciativa per Catalunya inscribió a José Luis López Bulla en la lista de candidatos a las inmediatas elecciones en el número dos sin duda era la gran noticia de esa lista. José Luis López Bulla significaba no ya la radicalidad histórica e historificada, sino la nueva radicalidad. Una lista electoral es un código de señales y en ella el ex secretario general de Comisiones Obreras de Cataluña emite la de una izquierda convicta y confesa, que no tiene miedo a la palabra izquierda porque no es una izquierda de mercadotecnia, pero que tampoco sacraliza un término que no merece la pirueta, sino el bisturí, urgente, de la cirugía ética y estética. Recordemos que cuando el profeta de la III Vía, Mr. Giddens nos vlsitó recientemente, dijo que la izquierda ha de dejar de ser de izquierdas si quiere disputar la hegemonía a lo que antes se llamaba derecha y supongo gue ahora deberíanos llamar daños colaterales. La izquierda no es una condición física o metafísica sino política y sólo se justifica si apuesta por la transformación dentro de lo que cabe y no por la transformación quepa o no quepa. Desde hace años, López Bulla va por esa vía que no tiene número atribuido y cuando le he visto en segundo plano de las fotografías luciendo esa señal inconfundible he pensado que valía la pena dedicarle una lectura enriquecida a lo largo de 20 años de utilizarlo como asesor de ópera y como diccionario viviente. Y sin cobrarme ni un céntimo. |