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Generosa y terroristaROSA MORAEL PAÍS, 4 / 5 / 2000.
Discreta, apasionada y contradictoria, dura como el diamante, llega a las lágrimas fácilmente. Algunas editoriales la han acusado de ser una terrorista editorial: afirman que las sumas escandalosas que suele pedir como anticipos hacen tambalear sus cimientos económicos. Para Carmen, los adelantos nunca son inimaginables ni astronómicos. "Me di cuenta del desnivel entre la oapacidad de creación y su valoración en el mercado de trabajo en cuanto a retribuciones económicas", dijo en cierta ocasión. Se ríe con humor cuando la llaman terrorista. Lo suyo, explicó hace más de 20 años, es promover la publicación de aquellos autores que, a su juicio, tienen valía literaria y controlar que las ediciones se hagan en condiciones mínimas de garantías para las obras de creación. Sabe que vende el producto más delicado de la Tierra: las palabras. "Me siento absolutamente solidaria con el autor". Fue la primera en introducir la cláusula de cesión por tiempo limitado de los derechos de un libro (generalmente cinco años). También ha sido la pionera en España en contemplar en un mismo contrato los derechos electrónicos, cosa que ya hizo antes con el cine o la televisión. Ha dedicado un montón de años a una lucha feroz para rescatar derechos cautivos con los que se había hecho alguna editorial para poder administrarlos casi de por vida: Juan Benet, Ana María Matute, Camilo José Cela, James Joyce o William Faulkner son algunos ejemplos. La contradicción entre dureza y generosidad la hace especialmente seductora. Ha pedido el oro y el moro por un libro puntero, pero se ha dejado la piel en lograr la publicación de un autor del que sabe que le hace mucha ilusión ver un libro suyo en las librerías pero que tiene muy escasas posibilidades de conseguirlo. También ha pagado de su propio bolsillo sin vacilar la edición de alguna obra de culto que las editoriales no consideran rentable. Tiene una cuadra de alrededor de 100 autores, muchos de los cuales harían las delicias de cualquier agente internacional, como, por ejemplo, del temible Andrew Wylie, conocido como El Chacal, que ya le ha lanzado alguna que otra OPA, embate que ella resiste con cara de póquer. Carmen Balcells nació en Santa Fe, cerca de Cervera, en Lleida, en una familia de propietarios rurales. Fue la mayor de cuatro hermanos y la única mujer. Estudió en un colegio de monjas para casarse, pero su madre, mujer cultivada, que hablaba idiomas y tocaba el piano, se empeñó en que hiciera un peritaje mercantil, por si se arruinaban. Y se arruinaron cuando ella tenía 24 años. El descalabro económico la impulsó a irse de Santa Fe. "No soportaba el ambiente asfixiante del pueblo en torno a nuestra ruina", afirmó en una de las pocas entrevistas que ha concedido. Se fue de viaje con una amiga que había obtenido una beca para estudiar en la Universidad de Perugia y con el poco dinero que reunió se compró un kilo de perlas cultivadas en Cervera para sobrevivir en Italia. Cuando se acabó el dinero y el viaje, regresó a Barcelona, donde gracias al poeta Jaume Ferran, de Cervera, encontró trabajo de secretaria en una oficina. Un día le tocó acompañar a un cliente, un abogado brasileño, a diversos editores y así conoció a Joaquim Sabriá, de la editorial Miracle. Sabriá, muy amigo del escritor rumano Vintila Horia, que había abierto una agencia literaria en Madrid, la recomendó para que le representara en Barcelona y combinó este trabajo con la oficina. Hasta que Horia vendió la agencia y se fue a París y ella dio también un nuevo rumbo a su vida. Se casó, dejó la oficina y montó su propia agencia literaria. Empezó por estudiar las estrategias: quiénes eran los grandes editores, quiénes los medianos, qué proyectos eran más vendibles, qué libros interesaban más, fue al Premio Formentor, conoció a Carlos e Yvonne Barral, a Josep María Castellet, empezó a leer mucho en español porque le resultaba más fácil que el inglés. En los años setenta montó RBA, una empresa de servicios editoriales, con Ricardo Rodrigo y Roberto Altarriba. La dejó cuando sus socios entraron como directivos en Planeta-DeAgostini y luego puso en marcha un proyecto similar, CBS, ahora en espera, y... así han pasado más de 40 años. La gran dama de las agentes literarias cumplirá 70 años este verano. Ha superado todas las previsiones que tenía cuando se fue del pueblo a los 24 y ahora se retira, pero no del todo, ya lo veremos. Seguirá en la brecha con muchos proyectos. Es una de las mejores agentes del mundo y una excelente editora en la sombra, como muchos saben. Hablar de contratos, adelantos o de formas de pago con Carmen Balcells es territorio prohibido. Es una forma de proteger a sus autores y es sabido que ella hace las mil y una para que no tengan que vivir agobiados malentregando una novela cada seis meses, o cada año, para poder llegar a final de mes. Las cifras que se barajan en torno a las obras de Gabriel García Márquez, por ejemplo, han entrado en la leyenda y nadie, salvo los interesados, pueden decir si son o no ciertas. En 1985 circuló que se había pagado un millón de dólares por El amor en los tiempos del cólera; cuatro años despues, Le Monde puso en 10 millones de dólares el adelanto por El general en su laberinto. Fue una de las pocas veces en que Carmen salió a la palestra para replicar: "Los derechos de autor de la última novela de García Márquez, caso de venderse, valdrían más de los 10 millones de dólares que se citan en Le Monde, pero lo que negociamos no es la venta de derechos, sino una cesión a distintas editoriales del mundo en diferentes condiciones; a mí me pidieron que hiciera una estimación global del volumen de esta operación, sumando esto y aquello, sin entrar en detalles ni cálculos, mencioné esa cantidad, pero no se trata de que yo pida 10 millones de dólares por la novela". Sabia respuesta, con la que está totalmente de acuerdo García Márquez: "Nunca hablo de dinero con editores, porque tengo una agente literaria que habla por mí mejor que yo; primero porque es mujer, y después, porque es catalana". De lo que no hay duda es de que las relaciones entre Gabriel García Márquez y Carmen Balcells no son puramente crematísticas. Les une desde hace muchos años una gran amistad, hasta el punto de que Gabo es uno de los buenos consejeros de Carmen y uno de los que le presta el hombro cuando está triste. Más sobre Carmen Balcells: |