M.V.M.

Creado el
27/7/98.


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1) Reseña de Eduardo Haro Tecglen


«El franquismo era feísimo; daba la impresión de que a todo el mundo le olían los calcetines»

XAVIER MORET

EL PAÍS, 26 / 10 / 1992


En casa
En el estudio de la casa de Vallvidrera, durante
la redacción de Autobiografía del general Franco.
Manuel Vázquez Montalbán publicará mañana un libro de titulo sorprendente: Autobiografía del general Franco (Planeta). El argumento es el siguiente: Marcial Pombo, un viejo y oscuro escritor de claro pasado antifranquista, recibe el encargo editorial de escribir en primera persona una biografía de Franco. Pombo acepta el encargo, pero no puede evitar puntualizar —primero con prudencia, después ya con descaro— la versión del dictador y oponerle la visión del antifranquismo. Vázquez Montalbán ha contado con una exhaustiva documentación y se ha metido en la piel de Franco para escribir estas 600 páginas.

—La novela tiene más de 600 páginas. ¿Es un intento de luchar contra la simplificación que impone el paso del tiempo?
—Franco habla desde la historia. Explica cómo es y cómo ha sido para justificar sus filias y sus fobias. Implica, por tanto, 100 años del país, lo cual exige muchas páginas.

—En la cita que precede al libro se habla de los ruidos, de las interferencias.
—El escritor al que encargan la biografía de Franco empieza haciéndolo con prudencia, pero llega un momento en que no puede más e interviene en el texto. Son los ruidos de la comunicación que molestan al editor que encarga la obra. Pero es que el escritor de la novela es un perdedor en muchos sentidos. Es un fracasado histórico, un escritor de segunda.

—¿Es cierto que la novela surgió por un encargo?
—En Planeta me propusieron escribir Yo, Franco para la colección Memoria de la Historia, pero vi que no estaba cómodo y que prefería hacer la novela por libre. Empecé de la manera más inocente posible, pero el libro se fue hinchando. Franco escribía con morosidad y con mucha retórica y no he respetado su lenguaje real.

—No debe ser fácil meterse en la piel de Franco.
—Me he metido en la piel de un supuesto Franco. Es fácil para los que hemos convivido 36 años con el personaje. Lo he leído todo, y la primera aproximación ya la hice cuando publiqué con seudónimo en Ruedo Ibérico El libro pardo del general, que era algo así como El libro rojo de Mao, pero con Franco. Después lo convertí en Los demonios familiares de Franco y ahora publico esta novela. De todos modos, este libro no puede colocarse en la misma balanza con el de un historiador. Un novelista puede y debe ser más arbitrario.

—Dice en el libro que Franco leía poco.
—Poquísimo. En una época se quiso formar y leía libros de divulgación o de pensamiento cristiano. Serrano Súñer intentó enriquecer sus lecturas, pero no lo consiguió. Serrano Súñer, por cierto, es un personaje muy interesante, de gran riqueza intelectual y metido en ese friso de barbarie, lo que quizá se explica porque mataron a sus dos hermanos en la guerra. Desde un punto de vista intelectual, es de los personajes más interesantes.

—¿Contra Franco vivíamos mejor?
—Escribí esta frase hace tiempo con un interrogante porque temía que era el criterio de cierta izquierda conservadora. Y la respuesta era que no. Creo que parte de los males de la izquierda es que no superó esa situación de vivir contra el franquismo.

—¿Ha sido doloroso el repaso?
—Tengo que decir que todo lo personal del personaje [de Marcial Pombo] no está inspirado en mí. Hay elementos de distanciamiento, como que nació antes que yo, que es de Madrid... Fue doloroso sólo el recuerdo de la cantidad de sufrimiento humano que supuso la locura de la guerra civil. Ahora hay una tendencia a decir que fue una guerra inevitable, pero, fuera o no inevitable, él [Franco] la provocó.

—¿Qué queda del franquismo?
—Hubo un franquismo sociológico que aún pervive en mayor o menor medida y una retórica del franquismo que recuerda los mejores años, los que fueron de 1962 o 1963 a los primeros de la década de los setenta, y olvida los años de penurias y la crisis económica posterior, que se larvó ya durante el franquismo. En muchos sectores del franquismo sociológico han mitificado los años económicamente buenos, pero hay que recordar que éstos se basaron en exportar parados primero a Cataluña y al País Vasco y luego a Europa.

—Habla en el libro de la fealdad estética del franquismo.
—El franquismo era feísimo, era una cutrez. Ni siquiera los movimientos de masas del franquismo tuvieron la grandeza morbosa de los del nazismo. Era una estética militarista, y daba la impresión de que a todo el mundo le olían los calcetines.

—Antes se escribía sobre Franco desde la adulación. Ahora ¿es un ajuste de cuentas?
—Es la hora de la revisión. Insisto en que mi libro no es imparcial, entre otras cosas porque no creo en la imparcialidad; pero no puede ser un ajuste de cuentas porque a Franco no le venció nada. Cuando murió no se tocó ni un duro ni un cabello a nadie. No hubo catarsis popular. Franco sigue siendo el gran vencedor.

—¿Esperaban otro final los antifranquistas?
—Esta fue la visión de los que hicieron la guerra y que luchaban contra el tiempo. Los que vinimos más tarde, este juego no lo vimos nunca. Yo, personalmente, cuando vi que Franco nombraba heredero a Carrero Blanco experimenté la terrible sensación de que aquello podía ser eterno. Lo que sí nos parecía a los jóvenes era que el franquismo era una especie de juego grotesco. Era cómico, hilarante, si no hubiera sido por la represión, que hacía que el poder se volviera grotesco y démodé.

—¿Es la última vez que escribe sobre Franco?
—Con este libro pienso acabar con un tema que empecé con El pianista, continué con Galíndez y acabo con Autobiografía del general Franco. Lo que me interesaba era la búsqueda de un sentido ético y la relación que hay entre una conducta ética y una personal.


El hermano y el banquero

XAVIER MORET

De los personajes secundarios que aparecen en Autobiografía del general Franco, hay dos, aparte de Serrano Súñer, que atraen especialmente a Vázquez Montalbán: Ramón Franco, el hermano del dictador, y Juan March, el banquero.
    "Ramón Franco", afirma Vázquez Montalbán, "es un personaje de gran carga narrativa. Es el más loco de la familia. Franco llamaba excéntricos a los que no entendía, y Ramón es un excéntrico capaz de jugárselo todo a la ruleta rusa. Su muerte es aún una incógnita. En cualquier caso, es un personaje sólo explicable en aquella época de entreguerras; aventurero, nihilista... Rompió la vía militar y familiar. El otro hermano del dictador, Nicolás, también la rompió, pero por la vía del bon vivant. Ramón era todo un personaje, capaz de vestir una chilaba mientras predicaba el andalucismo con Blas Infante o de presentarse de diputado con Esquerra Republicana de Catalunya porque conocía a Macià. Tenía un desprecio absoluto hacia el conservadurismo de su hermano, y le escribió una carta que es lo más duro que se ha escrito contra lo militar en este país".
    Respecto a Juan March, opina: "Es uno de los personajes más interesantes del siglo. Gran cínico. Amoral inteligente. Ha sido quizá el poder fáctico económico más fuerte del país".


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